¿Son más saludables los alimentos ecológicos que los convencionales?
Un kilo de tomates ecológicos es mucho más caro que su versión convencional. Pero ¿se puede decir lo mismo de su calidad nutricional y de sus efectos sobre la salud?
El consumo sostenible en España goza de una salud espectacular. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, publicados en el informe Análisis de la caracterización y proyección de la producción ecológica española en 2020, este sector describe su intenso proceso de crecimiento y se configura como un importante ámbito de consumo diferenciado dentro del conjunto del sistema alimentario español. Además, detalla cómo en 2020 el gasto por persona y año llegó a los 53,41 euros, un 6,10% más que en el año anterior.
Los estudios no permiten afirmar que el perfil nutricional de los alimentos ecológicos sea mejor
Unos datos que señalan un claro ascenso del consumo de los alimentos ecológicos y, por extensión, del interés de los españoles por llenar la nevera de tomates, ternera y huevos de producción ecológica. Ahora bien, la cuestión es que estos productos etiquetados como ecológicos cuentan con un precio de venta sensiblemente más elevado que los convencionales. Sin embargo, no parece que eso importe a una parte importante de los consumidores, que (imaginamos) ven en esa oferta una verdadera fuente de salud, tanto para ellos como para el planeta. Sin embargo, ¿está justificado cada céntimo de euro extra que pagamos por un tomate ecológico?
¿Acaso tienen más proteínas, vitaminas o minerales?
La mayoría de las personas mantienen la firme creencia de que cualquier fruta, verdura, carne o pescado que provenga de una producción ecológica es mejor que la procedente de una convencional. Y quien dice "mejor" dice "más saludable y menos dañina para el planeta". Sin embargo, esta idea, sin ser falsa, tampoco es 100% verdadera, ya que va acompañada de importantes matices. De partida, lo que sí es posible afirmar sin ambages es que "los estudios existentes no permiten afirmar que el perfil nutricional de unos y otros sea diferente de forma global", asegura José Luis Quiles, director del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos 'José Mataix Verdú' (INYTA) de la Universidad de Granada y director del Centro de Investigación y Desarrollo del Alimento Funcional (CIDAF) de Granada. Es más, en el caso de que se detectaran diferencias, estas "no serían relevantes", apostilla.
Por otro lado, es cierto que cada grupo de alimentos (carnes, vegetales, pescados...) presenta sus propias características, y que su calidad nutricional estará influenciada por diversos factores que intervienen en su producción. Por ejemplo, "la calidad nutricional de las carnes viene condicionada por la alimentación que se ha proporcionado al animal del que proviene dicha carne", expone el experto. "En este sentido -continúa-, puede haber carnes con perfiles nutricionales distintos, pero esto podría ocurrir de igual manera con independencia de que se trate de una carne de procedencia ecológica o convencional".
Podrían ser menos dañinos, pero con condiciones
Examinado el perfil nutricional, nos detenemos ahora en los efectos que sobre la salud podrían tener estos alimentos y, más concretamente, si son más valiosos que sus versiones tradicionales. A priori, "al igual que con los aspectos nutricionales, no se puede afirmar de manera contundente que de forma global los alimentos ecológicos sean más saludables que los convencionales", asevera Quiles. Ahora bien, a continuación el experto aporta unos interesantes matices: "Desde un punto de vista conceptual, sería posible afirmar que estos alimentos tienen un menor riesgo de cáncer, ya que los pesticidas y fertilizantes pueden ser una fuente de compuestos potencialmente cancerígenos. No obstante -añade-, la legislación alimentaria vigila esto de modo que los alimentos convencionales no presenten niveles peligrosos de compuestos potencialmente tóxicos. Por supuesto, lo ideal es tratar de llegar a una exposición a dichos compuestos lo más baja posible o nula".
Por otro lado, existen algunas sustancias tóxicas de origen natural que son evitadas por el uso de determinados pesticidas, como ciertas toxinas derivadas del crecimiento de hongos (micotoxinas). "La agricultura ecológica cuenta con menos herramientas para evitar la aparición de micotoxinas, ciertas bacterias, y hay que tener en cuenta que los alimentos de origen ecológico no están menos contaminados con metales pesados que los orgánicos. Todos estos aspectos deben ser tenidos en consideración a la hora de hacer balance entre ambos tipos de alimentos", manifiesta el experto.
¿Es que nos gusta pagar más por lo mismo?
Si relacionamos los datos mencionados acerca de la tendencia alcista del consumo de alimentos ecológicos con las consideraciones aportadas por Quiles, la pregunta aflora por sí sola. ¿Por qué los compramos? ¿Qué razones empujan al consumidor a adquirir una carne o una verdura que no es más saludable, en términos generales, que otra convencional? "En parte se puede deber a una percepción sesgada de las supuestas ventajas nutricionales y para la salud. Por otro lado -continúa Cristina Sánchez González, directora del Centro de Investigación Biomédica (CIBM) de la Universidad de Granada-, podría tratarse de aspectos relacionados con consideraciones medioambientales o de justicia social para los agricultores que practican la agricultura ecológica, o simplemente una cuestión de marketing".
El marketing podría explicar gran parte del consumo de los productos ecológicos
Con respecto a los factores medioambientales, "dado que la agricultura ecológica tiene menor rendimiento que la convencional, su implantación a gran escala requiere una puesta en uso de una mayor cantidad de suelo, lo cual conlleva, entre otras cosas, mayores gastos de agua. Por otro lado -añade la experta-, si se trata de compensar a los agricultores ecológicos por el empleo de técnicas menos agresivas con el medioambiente, esto podría tener como consecuencia perniciosa que una parte importante de la población no fuera capaz de soportar los costes de los alimentos ecológicos. Esto generaría una sensación de no poder acceder al supuesto beneficio de dichos alimentos por una cuestión económica, cuando en realidad no existen evidencias que soporten dichos beneficios".
Argumentos de venta medidos y convincentes
Parte de la explicación que sustenta el hábito de compra del consumidor ecológico reside en la estrategia de venta de los productores y fabricantes. En opinión de Sánchez, sus mensajes son, como mínimo, ambiguos: "Creo que si se utilizan reclamos nutricionales podría hablarse de marketing. Además, si se hace referencia a aspectos de una menor exposición a tóxicos, también habría que matizar, ya que es cierto que pueden propiciar una menor ingesta de plaguicidas o antibióticos, pero, por otro lado, podríamos estar ante un mayor riesgo de exposición a micotoxinas y ciertas bacterias", alerta.
En este punto, nos acercamos a otro aspecto sumamente importante, la seguridad alimentaria. Al respecto, actualmente, desde el punto de vista jurídico, el consumidor está totalmente protegido, ya que por ley, ambos tipos de productos deben cumplir la normativa que los hace aptos para el consumo humano. Ahora bien, "la agricultura ecológica podría contribuir a una menor exposición a diversos tipos de contaminantes y de este modo mejorar la seguridad alimentaria a largo plazo, siempre y cuando fuera una producción controlada en la que la falta de uso de productos convencionales para el control de plagas no supusiera la aparición de micotoxinas y bacterias que puedan ser perjudiciales para la salud".
El consumo sostenible en España goza de una salud espectacular. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, publicados en el informe Análisis de la caracterización y proyección de la producción ecológica española en 2020, este sector describe su intenso proceso de crecimiento y se configura como un importante ámbito de consumo diferenciado dentro del conjunto del sistema alimentario español. Además, detalla cómo en 2020 el gasto por persona y año llegó a los 53,41 euros, un 6,10% más que en el año anterior.