En agosto apetece comer frío, pero... ¿es lo más saludable realmente?
El calor propio de estos días no anima a preparar un cocido montañés o un estofado. ¿Cómo influye la temperatura de los alimentos en la digestión? ¿Cuál es la mejor opción?
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Con estos calores, poco o nada apetece llevarse a la boca una sopa castellana recién hecha. Lo que realmente nos pide el cuerpo es algo más ligero, más fresquito o, como mínimo, que no haya que soplar para comérselo. De modo que los platos fríos se convierten en los absolutos protagonistas de los menús veraniegos. Ahora bien, dejando a un lado si refresca más o menos tomar un plato de lentejas o un gazpacho, nos planteamos si la temperatura a la que están los alimentos que comemos influye en su digestión y, en última instancia, en la salud digestiva.
En busca de la temperatura ideal
Teniendo en cuenta que la idea es disfrutar de una buena digestión, la temperatura ideal de la comida es la cercana a la corporal, que es de aproximadamente 37 grados Celsius. "Al consumir alimentos a esa temperatura, según María Barado Piqueras, profesora del Grado de Nutrición y Dietética de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), se facilita el proceso de digestión por varias razones:
El calor puede acelerar el movimiento de los alimentos a través del tracto digestivo
- Actividad enzimática óptima: las enzimas digestivas que descomponen los alimentos funcionan de manera más eficiente a temperaturas similares a la corporal. Al mantener la temperatura de los alimentos en este rango, se promueve una actividad enzimática adecuada, lo que facilita la descomposición de los nutrientes en moléculas más pequeñas.
- Mayor eficiencia de absorción: cuando los alimentos están a una temperatura adecuada, las células intestinales pueden absorber los nutrientes más eficientemente, lo que maximiza su disponibilidad para el cuerpo.
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- Menor estrés en el sistema digestivo: los alimentos fríos pueden ralentizar el proceso digestivo y dificultar la descomposición de los nutrientes, mientras que los alimentos calientes pueden dañar los tejidos del sistema digestivo. Al consumir alimentos a temperatura corporal, se reduce el estrés en el sistema digestivo y se favorece un proceso digestivo más suave.
- Mejor sensación de saciedad: los alimentos calientes suelen promover una mayor sensación de saciedad, lo que puede ayudar a controlar la ingesta excesiva de alimentos. Por otro lado, los alimentos fríos pueden tener un efecto refrescante y pueden ser especialmente adecuados en ciertos contextos, como postres o ensaladas.
¿Cómo influye la temperatura en la digestión?
Tal y como ha explicado la docente, la temperatura de la comida influye en el proceso de digestión. Y lo hace especialmente en tres aspectos: en la actividad enzimática, en la capacidad del sistema digestivo para procesar los alimentos y en la velocidad del tránsito intestinal. "Cuando ingerimos alimentos, el cuerpo debe descomponerlos en moléculas más pequeñas para que puedan ser absorbidas y utilizadas por el organismo. Las enzimas digestivas son responsables de este proceso de descomposición, y la temperatura juega un papel crucial en esta actividad", señala la profesora.
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Además, funcionan óptimamente dentro de un rango de temperatura específico. "En general, el cuerpo humano está diseñado para funcionar mejor a una temperatura interna constante de alrededor de 37 grados Celsius. Por lo tanto, la temperatura corporal influye en la temperatura a la que se encuentran las enzimas digestivas", añade.
Por último, la temperatura de los alimentos también puede influir en la velocidad del tránsito intestinal. En el caso de estar calientes, "pueden acelerar el movimiento de los alimentos a través del tracto digestivo, mientras que los alimentos fríos pueden ralentizarlo", distingue la experta. Y añade: "Esto puede afectar a la sensación de saciedad, la absorción de nutrientes y la regularidad de los movimientos intestinales".
Ni muy caliente ni muy frío
El calor puede tener algunos efectos beneficiosos, como facilitar la masticación, mantener el ambiente ácido en el estómago y promover la actividad enzimática. Sin embargo, "es importante tener en cuenta que la temperatura excesivamente caliente puede dañar los tejidos del sistema digestivo y causar molestias, por lo que es necesario consumir alimentos a una temperatura segura y adecuada", advierte la experta.
Si los alimentos fríos son muy fríos, pueden causar calambres estomacales o indigestión
Por otro lado, cuando comemos comida fría, el aparato digestivo realiza los mismos procesos para descomponer y absorber los nutrientes presentes en los alimentos, pero la temperatura fría puede tener algunos efectos en el proceso digestivo. "En la boca, al masticar y triturar los alimentos fríos, se mezclan con la saliva, que contiene enzimas, como la amilasa salival, que ayuda a descomponer los carbohidratos. Lo que puede ocurrir cuando entran en contacto "es que los alimentos sean menos fluidos y más difíciles de masticar, lo que puede requerir un poco más de esfuerzo", señala Martín.
Además, "la temperatura fría de los alimentos puede ralentizar la actividad enzimática y la descomposición de los nutrientes, lo que puede llevar a una digestión más lenta. La mayoría de la digestión y absorción de nutrientes ocurre en el intestino delgado. Aquí, la temperatura fría de los alimentos puede dificultar la actividad enzimática y la descomposición adecuada de los carbohidratos, lípidos y proteínas".
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También la motilidad intestinal puede verse afectada, "lo que podría enlentecer el movimiento de los alimentos y la absorción de nutrientes", añade la experta, quien recalca que "si los alimentos fríos son muy fríos, pueden causar molestias o sensaciones desagradables en el sistema digestivo, como calambres estomacales o indigestión. Además, algunas personas pueden tener mayor sensibilidad a los alimentos fríos y experimentar síntomas como sensibilidad dental o dolor de garganta".
A veces es preferible comer crudo, pero no siempre
Más allá de cómo la temperatura de los alimentos es capaz de alterar el proceso de digestión o favorecer la absorción de nutrientes, la experta apunta cómo las técnicas de cocción pueden modificar los valores nutricionales de los alimentos. No lo hacen todas igual, ni todos los alimentos se ven afectados de la misma manera. De modo que "la elección de la técnica de cocinado más saludable dependerá del alimento en particular, sus propiedades nutricionales y de las preferencias personales", resuelve la profesora.
Más peliagudo resulta el tema de comer o no alimentos crudos. En este sentido, la controversia gira en torno a dos ejes principales: por un lado, la posible pérdida de nutrientes durante el cocinado; y por otro, la seguridad alimentaria puesta en entredicho en el caso de las comidas sin procesar.
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En cuanto a este tipo de comidas frías (crudas), la experta señala que hay algunos alimentos que es mejor consumirlos sin cocinar, ya que preservan mejor sus nutrientes y propiedades:
- Frutas y verduras: muchas son excelentes opciones para comer crudas, ya que contienen una variedad de vitaminas, minerales, antioxidantes y enzimas que pueden perderse con la cocción.
- Frutos secos y semillas: son ricos en nutrientes, grasas saludables, proteínas y fibra.
Por el contrario, existen otros alimentos que se considera que "es mejor evitar comer crudos debido a posibles riesgos para la salud o porque su digestibilidad y absorción de nutrientes pueden mejorar con la cocción":
- Carnes y aves: consumir carne cruda, como el steak tartar o el filete poco cocido, puede aumentar el riesgo de contraer enfermedades transmitidas por alimentos, como la salmonela o la toxoplasmosis.
- Huevos: comerlos crudos o mal cocidos también puede representar un riesgo de contaminación bacteriana, especialmente la salmonela.
- Legumbres secas: los frijoles, los garbanzos y las lentejas contienen compuestos antinutrientes, como fitatos y lectinas, que pueden dificultar la digestión y la absorción de nutrientes.
- Almidones: alimentos ricos en almidón como las patatas y el maíz tienden a ser más fáciles de digerir y disfrutar cuando se cocinan. La cocción adecuada rompe la estructura del almidón, lo que facilita la digestión y aumenta la disponibilidad de nutrientes.
- Setas y hongos: la cocción de estos alimentos es recomendable para mejorar su sabor y textura, así como para eliminar posibles toxinas o compuestos antinutrientes presentes en su forma cruda.
Con estos calores, poco o nada apetece llevarse a la boca una sopa castellana recién hecha. Lo que realmente nos pide el cuerpo es algo más ligero, más fresquito o, como mínimo, que no haya que soplar para comérselo. De modo que los platos fríos se convierten en los absolutos protagonistas de los menús veraniegos. Ahora bien, dejando a un lado si refresca más o menos tomar un plato de lentejas o un gazpacho, nos planteamos si la temperatura a la que están los alimentos que comemos influye en su digestión y, en última instancia, en la salud digestiva.