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Frutas y verduras gratis con receta médica: esta utopía funciona y España la pide a gritos
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CADA AÑO COMEMOS PEOR

Frutas y verduras gratis con receta médica: esta utopía funciona y España la pide a gritos

Cada vez más países están poniendo en marcha programas de prescripción médica de vegetales frescos. Un nuevo trabajo muestra su efectividad a la hora de mejorar la salud de aquellos con menos recursos

Foto: Vista de los precios este martes en una frutería de Mahón, Menorca. (EFE/David Arquimbau Sintes)
Vista de los precios este martes en una frutería de Mahón, Menorca. (EFE/David Arquimbau Sintes)
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En España, el consumo de frutas y verduras frescas lleva cayendo desde, al menos, 2009. Es una tendencia que se repite en casi toda Europa y a la que se atribuyen muchas causas: influencia estadounidense en la dieta, menos tiempo para cocinar, la explosión del delivery o el incremento en el precio de los productos frescos. Hasta ahora, nadie ha encontrado la respuesta a cómo revertir esta tendencia, que tiene una correlación negativa sobre las enfermedades de la población, especialmente entre la clase baja, que son los que peor comen.

Pese a que nuestro país lleva años pregonando las bondades de su dieta al resto del mundo, no destaca especialmente en ninguna categoría en cuanto a consumo de productos sanos. En Europa hay 13 países (de 27) que presumen de tener más ciudadanos comiendo las cinco piezas diarias recomendadas —expresado en gramos, unos 400— que nosotros.

Aunque los motivos vienen de atrás, la inflación no ha ayudado: durante 2022, Yolanda Díaz lideró los esfuerzos del Gobierno de coalición por reducir el coste de la "cesta de la compra saludable", aunque tuviese más en mente las finanzas personales de las familias más vulnerables que estimular el consumo de frutas y verduras.

En países como Estados Unidos o Reino Unido, que tienen un problema grave con esto, llegaron a la conclusión de que situaciones desesperadas requerían de medidas desesperadas. En concreto, que los médicos intervinieran directamente en la dieta de familias con riesgo de inseguridad alimentaria o patologías cardiometabólicas prescribiendo frutas y verduras con receta.

Esta semana, científicos de la Universidad de Tufts (Massachusetts, Estados Unidos) han realizado el mayor análisis hasta la fecha de la efectividad de programas para prescribir frutas y verduras. Estas medidas estaban enfocadas principalmente a ciudadanos con bajos ingresos y en riesgo de enfermedad cardiaca o metabólica, muy afectadas por la mala alimentación, que pudieron acceder a estos alimentos saludables de forma gratuita o con un enorme descuento a través de tarjetas de débito o cupones que podían canjearse en los supermercados locales.

placeholder Una mujer de Carolina del Norte recibe una receta de verduras a través de su médica de cabecera en uno de estos programas. (Wholesome Foods)
Una mujer de Carolina del Norte recibe una receta de verduras a través de su médica de cabecera en uno de estos programas. (Wholesome Foods)

En total, analizaron el efecto que estos programas tuvieron sobre 1.817 niños y 2.064 adultos en situación de vulnerabilidad, que participaron en programas de este tipo entre 2014 y 2020. Recibieron para este fin unos 63 dólares mensuales, un gasto pequeño si uno lo compara con el coste de los medicamentos en el sistema estadounidense. Los resultados, publicados en la revista médica Circulation, muestran que los participantes redujeron su tensión arterial, su glucosa en sangre y su índice de masa corporal. Esto, a la larga, se traduce en menos obesidad, menos diabetes tipo 2, menos problemas cardiacos y un ahorro de miles de millones —en un trabajo anterior, los investigadores de Tufts calcularon el ahorro en 40.000 millones de dólares si el programa se implementara a nivel nacional— para los pacientes y las administraciones.

"Nuestros resultados indican que recetar hortalizas puede sentar unas bases importantes para mejorar la salud y el bienestar", explica Kurt Hager, investigador principal del estudio. "Sabemos que la inseguridad alimentaria afecta a la salud de varias formas importantes, incluida la calidad general de la dieta, pero también a través del estrés y la ansiedad, de la salud mental o de las compensaciones entre el precio de los alimentos y otras necesidades básicas como los costes de la vivienda, servicios públicos o medicamentos".

"Recetar hortalizas puede sentar unas bases importantes para mejorar la salud y el bienestar"

Dicho de otro modo, mucha gente no puede invertir en comida sana porque tiene cosas más urgentes, pero no es ese el único problema. En muchas ocasiones, esas personas carecen de nociones sobre nutrición, por lo que rebajar el IVA como se hizo aquí o regalarles los productos no cambia nada. Por ello, los programas que más éxito tuvieron fueron los que combinaron la prescripción de frutas y verduras con cursos o demostraciones culinarias, tras las que los participantes recibían los cupones para los siguientes dos o tres meses.

¿De la teoría a la práctica?

En Europa, hay además otro factor relevante para apoyar la introducción de este tipo de programas: los ciudadanos financiamos con nuestros impuestos la producción de frutas y verduras a través de la política agraria común, por lo que muchas voces se preguntan si, dado que están ya subvencionadas, no podríamos acceder a ellas a un precio más asequible.

Foto: Foto: iStock.

"Si los gobiernos quisieran que la comida —comida sana, a ser posible— fuera más barata, la subvencionarían en el punto de venta", explicaba hace poco el escritor británico George Monbiot en su libro Regénesis: alimentar al mundo sin devorar el planeta (Capitán Swing, 2023) y en conversación con este periódico. "Es tan básico y tan simple. Con la política agraria común, la gente no presta atención a este tema. Simplemente, continúan pagando dinero a ciegas sin obtener nada bueno a cambio de ello, pero no lo cuestionamos".

En teoría, esas subvenciones están ideadas para garantizar el suministro de productos básicos dentro de la UE, y una parte importante de esto es también el precio. Sin embargo, una investigación del Tribunal de Cuentas comunitario demostró en 2016 que Europa carece de datos útiles con respecto a los ingresos de agricultores y ganaderos. Es decir, es imposible dilucidar si las subvenciones de la PAC que reciben sirven a un fin social —alimentarnos a todos— o son solo una fuente pública de caridad que recae sobre el sector agro y sobre nadie más.

La realidad, según datos de Eurostat, es que pese a invertir 387.000 millones de euros (se dice pronto) entre 2021 y 2027 en la PAC, uno de cada tres europeos no consume nada de fruta o verdura a diario. En España, estamos algo mejor: solo tenemos a un 11% de la población con posibilidades de contraer un día el escorbuto.

Foto: (iStock)

Adrian Aginagalde, jefe de Servicio de la Unidad de Vigilancia Epidemiológica e Información Sanitaria de Gipuzkoa, indica a El Confidencial que en nuestro país estrategias así son todavía inéditas. "En los pacientes con problemas de salud cardiometabólica, proveer de recursos que faciliten el consumo de frutas y verduras es una de las pocas vías terapéuticas que no se han explorado", explica. "Se trata de una intervención que los CDC estadounidenses están impulsando porque actúa sobre un determinante social de la salud clásico, los recursos materiales con los que un paciente previene la enfermedad o evita su progresión y sus complicaciones".

La autoridad que tiene el médico sobre muchos pacientes, especialmente mayores, resulta muy efectiva en estos casos. Igual que se toman las estatinas cuando el médico lo ordena, incluyen una pieza de fruta en sus comidas. Además, esto tiene un efecto doble, ya que un plátano o una manzana subvencionados acaban desplazando en el postre a un alimento hipercalórico, ultraprocesado y especialmente barato.

Las dificultades para verlo en España

La Encuesta Nacional de Salud de España (ENSE) lleva haciéndose desde 2011 y, aunque la tendencia es a la baja (el número de adultos que cumplen con las recomendaciones diarias cayó del 10,5% al 9,8% y más tarde al 8,2%), en 2020 se batieron récords en el consumo. ¿Fue por el miedo a que se acabaran en los supermercados durante el confinamiento? ¿La alerta sanitaria nos metió en cintura y obligó a comer sano para espantar al virus? Este incremento vino de la mano, además, de quienes menos verdura suelen comer: los adolescentes y adultos jóvenes.

Foto: Mercado de la Concepció, en Barcelona. (iStock)

"Habrá que esperar a los resultados de la ENSE 2022, pero en caso de que se produzca una disminución en el consumo, habría que analizar si esto se realiza a expensas de quienes tienen menos ingresos en el hogar", dice Aginagalde, "lo cual sería compatible con el incremento del precio de estos alimentos en el contexto de la crisis inflacionaria".

Este salubrista cree que este tipo de programas, junto con diversas reformas dirigidas a reducir la exposición de los más jóvenes a productos de consumo hipercalóricos, "son los que deben integrarse en un futuro Plan Estatal contra la Obesidad, pero España y las CCAA llevan un importante retraso para actualizar su Estrategia de Promoción de la Salud y con ello la reordenación de las unidades de promoción de la salud, que están muy mermadas y en proceso de descapitalización poscovid que se está viviendo en muchas administraciones".

placeholder Una persona compra tomates en un mercado de verduras. (EFE/Divyakant Solanki)
Una persona compra tomates en un mercado de verduras. (EFE/Divyakant Solanki)

Aginagalde cree que intervenciones así podrían basarse perfectamente en la prescripción médica. Además, sería bastante transversal, ya que cualquier médico de familia, preventiva, endocrino o incluso cardiólogo podría considerar adecuado incluir la receta de frutas y verduras a un paciente concreto. Eso sí, "dentro de programas estructurados de salud comunitaria, de barrio", y con la participación de las unidades de promoción de salud pública de nivel provincial o autonómico, "para asegurar que aquellos que más se pueden beneficiar y que menos acuden a los servicios de salud puedan beneficiarse de ellos; pues las iniciativas basadas en la captura en consulta corren el riesgo de centrarse en quienes más recursos y capacidades tienen para gestionar su salud: es decir, la búsqueda activa debe realizarse también fuera de la consulta", apunta.

El programa es tan sencillo, coste-eficiente, beneficioso para pacientes y productores o potencialmente transformador que resulta difícil creer que sea imposible de aplicar en nuestro país.

En España, el consumo de frutas y verduras frescas lleva cayendo desde, al menos, 2009. Es una tendencia que se repite en casi toda Europa y a la que se atribuyen muchas causas: influencia estadounidense en la dieta, menos tiempo para cocinar, la explosión del delivery o el incremento en el precio de los productos frescos. Hasta ahora, nadie ha encontrado la respuesta a cómo revertir esta tendencia, que tiene una correlación negativa sobre las enfermedades de la población, especialmente entre la clase baja, que son los que peor comen.

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