¿Debo suplementarme con omega 3? Esta es toda la evidencia científica que hay
Sus bondades en la salud cardiovascular son el principal argumento para justificar el consumo de los complementos de este ácido graso. La ciencia tiene datos que confirman su efecto positivo, aunque no para todas las personas
Los omega-3, presentes en el aceite de pescado, en las últimas décadas, ha generado un gran interés en la comunidad científica por sus propiedades beneficiosas para la salud humana. Las propiedades de estos ácidos grasos esenciales se pueden obtener a través de la ingesta de pescados azules (salmón, caballa, atún, arenques y sardinas), nueces y semillas (linaza, chía), aceite de krill o aceites de plantas (linaza, soja y canola) o en forma de suplementos nutricionales, elaborados a partir de la extracción de alguna de las fuentes mencionadas anteriormente.
La evidencia sobre los beneficios de estos famosos compuestos viene de lejos. A principios de los años 70, Jan Dyerberg y Hans Olaf Bang, investigadores daneses, propusieron la relación entre el consumo de pescado rico en omega-3 como la explicación a la baja incidencia de enfermedades cardiovasculares entre los esquimales de Groenlandia. A partir de ahí empezó a recomendarse el consumo, primero de pescado azul y después de omega-3 como suplementos.
Suplementos para el corazón
Entre los beneficios propuestos destacan que pueden reducir los procesos de inflamación, especialmente en animales de experimentación. En algunas investigaciones se ha observado que podría tener un efecto en la pérdida de peso al modular el metabolismo lipídico, aunque no de manera concluyente.
Como se ha comentado anteriormente, uno de los mayores beneficios atribuidos a estas moléculas es el de disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, especialmente infartos de miocardio, aunque en las revisiones iniciales ya se observaba cierta controversia en dichas afirmaciones, pero sí su efecto claro en la reducción de los niveles de triglicéridos.
Por ejemplo, uno de los últimos trabajos publicados sobre la suplementación con omega-3 y su efecto en la enfermedad cardiovascular, es un estudio observacional con 415.737 participantes, con edades comprendidas entre los 40-69 años, que se dividieron entre aquellos que ya padecían enfermedad cardiovascular y los que no la padecían. Entre los resultados se observó un aumento de la fibrilación auricular e ictus en aquellos que no padecían enfermedad cardiovascular, en cambio, en los que sí la padecían, se observó una reducción de la progresión de la enfermedad. Es decir, las personas que ya padecían enfermedad cardiovascular eran las únicas que se beneficiaban de su suplementación.
¿Qué dosis es la correcta?
Siempre que hablamos de suplementación es necesario tener en cuenta las dosis de las que hablamos, pues sus efectos pueden divergir en gran medida. En el caso de los omega-3 se ha encontrado una relación dosis-respuesta. Una revisión sistemática y metaanálisis encontró que en los estudios analizados se podía observar que dosis >1 g/día de omega-3 de origen marino se relacionaba con un aumento del 50% del riesgo de fibrilación auricular en pacientes con enfermedad cardiovascular, siendo menor, del 12%, en aquellos con dosis < 1 g/día.
En el estudio REDUCE-IT, realizado con pacientes con enfermedad cardiovascular establecida o riesgo cardiovascular muy elevado y con tratamiento de estatinas, se administró dosis de 4 g/día de omega-3 (icosapento de etilo) y al otro grupo, placebo. El grupo con suplementación de omega-3 disminuyó en un 26% los eventos cardiovasculares mayores, pero también aumentó el riesgo de fibrilación auricular, tal y como ya se había observado en estudios anteriores.
Basándonos en la evidencia científica actual, las personas sanas no deberían tomar suplementos de omega-3, sino tomar más pescado azul
Finalmente, en el estudio Trial - VITAL llevado a cabo con 25.871 hombres y mujeres de >50 años sin enfermedad cardiovascular o cáncer, se dividió a los participantes entre los que se suplementaron con dosis de 1 g/día de omega-3 frente a placebo, durante 5 años. En los resultados no se observaron diferencias en la prevención de la enfermedad cardiovascular o cáncer, tampoco diferencias en la progresión de enfermedad cardiovascular en pacientes con diabetes mellitus tipo 2. Sí se observaron mejorías en aquellos pacientes que tenían una ingesta baja de pescado al inicio del estudio.
En definitiva, a pesar de la publicidad y la información que se puede encontrar por redes sociales, con base en la evidencia actual, las personas sanas no deberían tomar suplementos de omega-3, sino mejorar el consumo de pescado azul. La recomendación de la American Heart Association es que comer 2 raciones de pescado azul (salmón, caballa, arenque, trucha, sardinas, boquerón y atún), a la semana, son suficientes para obtener los beneficios cardiovasculares asociados al consumo de omega-3.
Los suplementos de omega-3 pueden representar una buena opción para mejorar la progresión de la enfermedad cardiovascular en aquellas personas que ya la padecen, se debe tener en cuenta la calidad de los mismos y no superar la dosis de 1 g/día, para evitar efectos indeseados, aunque no sustituyen a una dieta y estilo de vida saludable.
Iñaki Elío es doctor en Proyectos de Salud y Nutrición, experto en Nutrición y Metabolismo y Dietista-Nutricionista. Director del Grado en Nutrición Humana y Dietética de la Universidad Europea del Atlántico.
Los omega-3, presentes en el aceite de pescado, en las últimas décadas, ha generado un gran interés en la comunidad científica por sus propiedades beneficiosas para la salud humana. Las propiedades de estos ácidos grasos esenciales se pueden obtener a través de la ingesta de pescados azules (salmón, caballa, atún, arenques y sardinas), nueces y semillas (linaza, chía), aceite de krill o aceites de plantas (linaza, soja y canola) o en forma de suplementos nutricionales, elaborados a partir de la extracción de alguna de las fuentes mencionadas anteriormente.