Es noticia
Los pueblos del vino español, donde tradición y saber hacer se unen en el viaje perfecto
  1. Viajes
gusto y tradición

Los pueblos del vino español, donde tradición y saber hacer se unen en el viaje perfecto

Junto al trigo, la uva es uno de los principales cultivos que han moldeado la cultura española a lo largo de los siglos, y fundamentalmente los pueblos, que hoy mantienen vivo este saber hacer milenario

Foto: Hotel/bodega Abadía Retuerta LeDomaine, en la Ribera del Duero.
Hotel/bodega Abadía Retuerta LeDomaine, en la Ribera del Duero.

En esta era de despoblación, de la España vaciada, de las grandes urbes cada vez más abarrotadas, de las vacaciones en la playa masificada o en la sierra llena de basura de los anteriores visitantes, es el momento de reivindicar los pequeños pueblos, esos que se ocupan de darnos todas las cosas tradicionales que amamos, desde los guisantes en primavera a los tomates de huerto de octubre.

Una de esas cosas, ahora que tan de moda está reivindicar la tradición, que hacen a España el país que es, que dan de comer a muchas de las provincias que ahora la gente solo recuerda si las ve en un mapa, es el vino y los pueblos que se llevan encargando generación tras generación de mantener las tradiciones del pasado, las que de verdad merecen la pena y de las que luego presumimos desde nuestros apartamentos de acero y hormigón.

Que se nos dé tan bien hacer vino no es casualidad, sino milenios de tradición y, sobre todo, de pueblos

Para lograrlo, os proponemos algunas de las mejores rutas por los pueblos del vino español, donde se come, se bebe y, sobre todo, se vive, mejor que en cualquier otro sitio de esta bella piel de toro.

Castilla y León

Una fija en cualquier lista que de buen vino (y buenos pueblos) trate. Su inmensa extensión, así como la enorme variedad de diferentes paisajes que la Castilla más septentrional tiene que ofrecer. Además, es imposible ignorar el componente principal, la unión, del vino y de los pueblos castellanos: el río Duero. Sus aguas bañan varias de las denominaciones de origen más importantes de España (Rueda, Ribera del Duero, Toro o Tierra del Vino de Zamora).

En este maravilloso paisaje hay varios pueblos que son de obligada visita: Tordesillas (cuna del tratado fundamental en la conquista de América, con muralla, el Real monasterio de Santa Clara, que data de 1340, o su magnífico puente sobre el Duero) o Peñafiel (uno de los pueblos más vinícolas de este país, hogar de bodegas de gran renombre como Protos —y sus bodegas diseñadas por el arquitecto Richard Rogers—, y de uno de los castillos más grandes y mejor conservados de España).

placeholder Hotel balneario del Monasterio de Santa María de Valbuena, en San Bernardo.
Hotel balneario del Monasterio de Santa María de Valbuena, en San Bernardo.

Pero un lugar que destaca sobre el resto es la linde sur del Duero, a la altura del pequeño pueblo de San Bernardo, donde se levanta el Monasterio de Santa María de Valbuena, convertido hoy en día en hotel balneario de lujo. En dicha linde sur, con las tierras bañadas directamente por el río que desemboca en Oporto, se encuentran en una extensión de cinco kilómetros algunas de las mejores bodegas, no solo de España, sino del mundo: Finca Villacreces, Vega Sicilia, Arzuaga o Viña Mayor y, justo enfrente, en la linde norte, podemos encontrar los viñedos de Matarromera, otro de los pesos pesados del vino español.

Todo eso en un espacio comprendido por tan solo cinco pueblos: Quintanilla de Arriba, Quintanilla del Onésimo, Olivares de Duero, Valbuena de Duero y el ya mencionado San Bernardo, con su monasterio del siglo XII.

Castilla-La Mancha

La Castilla más meridional no se queda corta en cuanto a denominaciones de origen ni tradición vinícola (consta de las DO de Valdepeñas, Tierra de Castilla, Jumilla, Pago, Almansa, Ribera del Júcar, Uclés, Mondéjar y Méntrida).

Pero en el triángulo entre Albacete, Ciudad Real y Toledo se encuentra la que es conocida como la Ruta del Vino de la Mancha. Esta está compuesta por nueve municipios manchegos que rebosan historia: Pedro Muñoz, Argamasilla de Alba, La Solana, Campo de Criptana (y sus molinos), El Toboso, Tomelloso, el Alcázar de San Juan, Socuéllamos y Villarobledo.

placeholder Sierra de los Molinos de Campo de Criptana, tierra de vino. (iStock)
Sierra de los Molinos de Campo de Criptana, tierra de vino. (iStock)

La cultura vinícola de La Mancha viene de lejos (técnicamente, las primeras vides las plantaron los romanos), pero su popularización creció sobremanera durante la España feudal del siglo XIII, dado que se otorgaban privilegios a los que plantaran vides. En concreto, se les libraba del pago de diezmos o tributos. Hacer vino salía a cuenta.

En esta ruta podremos visitar algunos de los iconos arquitectónicos y naturales de nuestro país, entre los que destacan la Iglesia de San Blas (del siglo XV) de Villarrobledo, las lagunas del Alcázar de San Juan, la Posada de los Portales de Tomelloso o la Sierra de los Molinos de Campo de Criptana. Todos estos pueblos existen, en gran medida, gracias al vino que en ellos se produce desde hace siglos, y que han moldeado la historia cultural, arquitectónica y vinícola de nuestro país.

La Rioja

La más famosa de las denominaciones de origen españolas se encuentra bañada por las aguas del Ebro. En un meandro del río, bordeada por el Najerílla, se alza Cenicero entre terrazas naturales llenas de vides y pequeñas huertas. Tras este pueblecito riojano se ve la sierra de Cantabria que separa el valle del Ebro de la Llanada alavesa. Su orografía hace que esté protegido de las lluvias del norte, pero que recoja su humedad, lo que hace que las uvas se desarrollen formidablemente.

En la villa, cuyo nombre viene de las cenizas que dejaban los pastores en su estancia invernal por la zona, se encuentra la segunda bodega más antigua de Rioja. Fundada en 1870, Marqués de la Concordia cuenta con más de 150 años de experiencia con los caldos.

placeholder Viñedos riojanos con San Vicente de la Sonsierra de fondo. (iStock)
Viñedos riojanos con San Vicente de la Sonsierra de fondo. (iStock)

Acompañando las aguas del río en su camino hacia Logroño, nos encontraremos a los pocos kilómetros con otro de los nombres propios del turismo enológico de La Rioja: Fuenmayor. También en la linde sur del Ebro, este pueblo cuyas primeras referencias escritas datan del siglo XI y que es el hogar de 3.191 habitantes, posee una tradición vinícola sin parangón: LAN, Montecillo, Marqués de Arviza... no son pocos los nombres que en estas tierras se dedican a la creación (siempre de la mano de la tinta del país) de algunos de los vinos más notables hechos a orillas del Ebro.

Además, el pueblo, a pesar de su reducido número de habitantes, es hogar de algunas joyas arquitectónicas nacionales como el Palacio del Marqués de Terán, El Portalón, la Ermita del Cristo o la Iglesia de Santa María.

Aragón

No serán los maños los que se queden atrás en cuanto a pueblos vinícolas, eso está claro. También es cierto que Aragón es tierra de vino desde hace cientos y cientos de años, y de ello son testigo las más que reputadas DO que allí se basan: Calatayud, Campo de Borja, Cariñena, Somontano, Aylés y Cava (DO con sedes separadas presentes en Cataluña, Valencia, Badajoz, Álava, Zaragoza, La Rioja y Navarra).

Algunas, no solo han hecho mella en el campo y la tradición vinícola Española, sino también en la literatura, como explicaba Don Mendo a Magdalena en la obra de Pedro Muñoz Seca: "Serena escúchame, Magdalena, porque no fui yo... no fui. Fue el maldito Cariñena que se apoderó de mí. Entre un vaso y otro vaso el Barón las cartas dio; yo vi un cinco y dije paso, el Marqués creyó otro el caso, pidió carta, y se pasó. El Barón dijo: Plantado, el corazón me dio un brinco; descubrió el naipe tapado, y era un seis, el mío era un cinco, el Barón había ganado".

placeholder Bodega Sommos.
Bodega Sommos.

En esas DO con tanta historia también se encuentran algunas de las mejores rutas turísticas que podemos hacer por los pueblos del vino de nuestro país. Hacia el norte, en la provincia de Huesca, casi llegando a la falda de los pirineos, podemos disfrutar del Somontano, cuya capital histórica es Barbastro, que une joyas de la arquitectura contemporánea, como la Bodega Sommos, diseñada por el arquitecto J. Mariano Pascual y que podemos visitar para acabar con una cata de sus vinos, así como edificios históricos como la Catedral de Santa María de la Asunción, que data de principios del siglo XVI.

De camino al sur, en la DO Campo de Borja, podremos disfrutar del verdadero campo español en localidades como Vera del Moncayo o El Buste, un terreno mucho más escarpado y salvaje (al menos más que sus hermanas) a los pies de la cima Paterra.

Por último, pasado Zaragoza, llegaremos a la DO de Cariñena. Se trata de la DO aragonesa más longeva y comprende una extensión de más de 15.000 hectáreas de viñedos. En total, forman parte de ella más de 45 bodegas. Se trata de un territorio relativamente bajo (con una media de 400 m sobre el nivel del mar). La propia DO gestiona una ruta turística llamada El Vino de las Piedras (que recibe ese nombre dado los característicos suelos de caliza rojiza, roca suelta y pizarra).

Foto: Viñedos en la bodega, hotel y restaurante Abadía Retuerta LeDomaine, a orillas del Duero.

En esta ruta localidades como Tosos, Villanueva de Huerva (conocida mundialmente por los restos paleontológicos de dinosaurios allí presentes) o Longares, con su Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que data de principios del siglo XVI y su torre (al lado de la cual se construyó la iglesia, de estilo mudéjar y con una construcción estimada en el siglo XIV).

Es imposible separar la historia de España, de los pueblos y de la tradición de la producción de vino. A fin de cuentas, es el campo español y nuestros ríos los que han moldeado lo que somos hoy en día, y, aunque es potencialmente discutible, dos de los cultivos que son responsables directos de que seamos como somos son el trigo y la uva. Que se nos dé tan bien hacer vino no es casualidad, sino milenios de tradición y, sobre todo, de pueblos.

En esta era de despoblación, de la España vaciada, de las grandes urbes cada vez más abarrotadas, de las vacaciones en la playa masificada o en la sierra llena de basura de los anteriores visitantes, es el momento de reivindicar los pequeños pueblos, esos que se ocupan de darnos todas las cosas tradicionales que amamos, desde los guisantes en primavera a los tomates de huerto de octubre.

Castilla y León
El redactor recomienda