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Hungría ha limitado el precio de algunos alimentos básicos en los súper. No salió bien
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Azúcar, patatas, aceite...

Hungría ha limitado el precio de algunos alimentos básicos en los súper. No salió bien

En febrero de 2022, el Gobierno de Orbán obligó a los supermercados y pequeñas tiendas de alimentación a limitar los precios de alimentos básicos en un esfuerzo de limitar la inflación

Foto: Un cartel en un 'super' en Budapest que avisa de la limitación de compras. (A. A.)
Un cartel en un 'super' en Budapest que avisa de la limitación de compras. (A. A.)

A la entrada de un Aldi, un cartel ya adelanta un ominoso mensaje con una lista de limitaciones de compra: un máximo de 1 kilo de patatas, 1 litro de azúcar o aceite, y así por una lista de hasta seis productos, desde la harina a los huevos o pechugas de pollo. Cadenas de supermercados como Tesco o Lidl han introducido limitaciones similares. ¿Dónde? En Budapest, la capital de Hungría.

En febrero de 2022, el Gobierno de Viktor Orbán obligó a los supermercados y pequeñas tiendas de alimentación a limitar los precios de varios alimentos básicos (azúcar, aceite de girasol, leche, harina, pechugas de pollo y pata de cerdo) en un esfuerzo de limitar la inflación, disparada ya antes incluso del estallido de la guerra de Ucrania, en una economía muy sacudida por la pandemia de coronavirus. Casi 12 meses después, los resultados están a la vista: no ha funcionado.

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El pasado noviembre, la inflación húngara alcanzó el 22,5%, récord en los últimos 10 años, con la alimentación y energía como los principales impulsores de la escalada. Sin esperanzas de cambio, la inflación húngara es, ahora mismo, la cuarta mayor en toda Europa, solo por detrás de los países bálticos. El Banco Central húngaro proyecta que podría alcanzar el 26%-27% en los próximos meses.

Según la orden del Gobierno de Orbán, los vendedores deben limitar los precios de estos productos básicos a los que tenían en octubre de 2021, además de asegurarse de mantener el mismo nivel de stock para venta que en esas fechas. El pasado octubre, Budapest añadió dos nuevos productos (patatas y huevos) a la lista de productos con precio limitado. La idea era proteger a los consumidores más necesitados del aumento del costo de la cesta de la compra, que ahora —y pese a que las limitaciones llevan ya meses en vigor— sufre una inflación del 49%, más del doble de la media de la Unión.

Pero las medidas no solo no han logrado limitar la inflación alimentaria, sino que, según el Banco Central húngaro, han provocado un efecto bumerán, con racionamientos, algunos desabastecimientos y aumentos de más del 200% en algunos productos relacionados.

Foto: Maria Schimidt

"Donde lo noté primero fue en el queso. Ahora es un producto de lujo. Y es más caro un queso húngaro que un queso francés", dice Viktoria, de 42 años y residente en Budapest. Donde los supermercados tenían que limitar el precio de la leche y mantener las mismas existencias, pero pagando a los proveedores mayores precios por la subida de los costes de producción (empujados por el coste de la energía) y sin recibir ayudas, compensaban las pérdidas multiplicando el precio de otros productos. Si las pechugas de pollo están limitadas, los muslos suben un 61%. Antes de que los huevos se añadieran a la lista de productos limitados, su coste había subido un 103%. Frente al azúcar normal, el azúcar en polvo supera ya un aumento del 222%. Una pieza de grasa de cerdo, producto sustitutivo del aceite de cocinar (con precio limitado), ha subido un 215%. Todas estas cifras, según el Banco Central húngaro.

Además de la subida del resto de productos, muchas grandes cadenas o pequeños ultramarinos han impuesto limitaciones a la cantidad de productos que pueden comprarse. "Una colega mía trabaja de autónoma haciendo mermelada casera, tiene que ir de tienda en tienda para poder comprar suficiente azúcar para hacer la mermelada", cuenta Márton, vecino de Budapest. Aunque no se han producido desabastecimientos generalizados —después de todo, los vendedores se enfrentan a multas de hasta 3 millones de florines húngaros (7.400 euros)—, al menos un 56% de los consumidores no han podido comprar alimentos a los precios oficiales, según una encuesta de la demoscópica Publicus publicada por Népszava.

"Si esta política económica continúa, vamos a perder una década, nos enfrentamos a una estanflación [estancamiento de la economía y subida constante de la inflación]", advirtió el gobernador del Banco Central, Gyorgy Matolcsy, a principios de diciembre, en una comparecencia ante el Parlamento húngaro en el que pidió que las limitaciones de precios se eliminaran "inmediatamente". En un duro informe con el Gobierno, el banco central reflejó no solo el aumento significativo de precios de los productos sustitutos, sino también serias disrupciones en algunos verticales de producción (como los productos lácteos) o un aumento de precios para los alimentos procesados de producción nacional, con una baja competitividad. Especialmente en un contexto donde el florín se ha desplomado, lo que afecta a las importaciones.

Foto: Un keniano prepara varios chapatis en un puesto de Nairobi. (Reuters/Thomas Mukoya)

Las declaraciones de Matolcsy causaron sensación en Hungría por venir de labios de un antiguo aliado del primer ministro Viktor Orbán. La mayoría de los expertos económicos húngaros apuntan a que este tipo de medidas deberían ser, en cualquier caso, temporales.

En otro intento de controlar la inflación, el Gobierno de Orbán estableció precios máximos al carburante, pero con aún menor éxito: el desabastecimiento y el caos generado forzó a que se tuviera que levantar la medida. Pero las limitaciones del precio de los alimentos parece que están para quedarse. Tras ganar las elecciones del pasado abril con un generoso margen, Orbán amplió las limitaciones hasta octubre, y ahora de nuevo hasta el próximo abril.

Este nuevo horizonte temporal asusta no tanto a las grandes cadenas de supermercados, capaces de acusar el golpe, sino a los pequeños vendedores. Katalin tiene una tienda de comestibles en un barrio relativamente pobre de Budapest, y cuenta que los proveedores siguen subiendo los precios y también le han impuesto limitaciones de compra. Temerosa de la multa si no cuenta con stock suficiente, tiene que hacer pedidos nuevos casi todos los días, pero sin saber si podrá compensar las pérdidas. "Cambio los precios casi todos los días", asegura.

En otro intento de controlar la inflación, el Gobierno de Orbán estableció precios máximos al carburante, pero con aún menor éxito

Sin solución a la vista, los húngaros se han apretado el cinturón. "La última vez que el comercio minorista de alimentos mostró un mal desempeño similar fue durante la Gran Recesión de 2009. Los consumidores se han adaptado a la nueva realidad del aumento de los precios de los alimentos", señala Peter Virovocz, economista senior de ING, en un reciente informe sobre el estado de la economía húngara. Esta Nochevieja, la cena habrá tenido que ser más escueta.

A la entrada de un Aldi, un cartel ya adelanta un ominoso mensaje con una lista de limitaciones de compra: un máximo de 1 kilo de patatas, 1 litro de azúcar o aceite, y así por una lista de hasta seis productos, desde la harina a los huevos o pechugas de pollo. Cadenas de supermercados como Tesco o Lidl han introducido limitaciones similares. ¿Dónde? En Budapest, la capital de Hungría.

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