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La inflación arrasa en el supermercado: el 75% de los alimentos sube más de un 10%
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Los productos de primera necesidad

La inflación arrasa en el supermercado: el 75% de los alimentos sube más de un 10%

La escalada del precio de los alimentos se ha convertido en el gran motor del IPC ahora que la energía da una tregua. Un 15% del gasto en alimentación sube ya más de un 20%

Foto: Los carteles de precios son microrrelatos de terror. (EFE/Luis Millan)
Los carteles de precios son microrrelatos de terror. (EFE/Luis Millan)
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La confluencia de la crisis energética, los problemas de las cadenas de suministro y la demanda embalsada han provocado una espiral inflacionista que no se había visto en casi medio siglo. En España, el IPC escaló en julio hasta el 10,8%, la mayor subida registrada desde 1984. La subida de los precios, que inicialmente afectó a las materias primas, se ha propagado por toda la cesta de la compra. Hasta el punto de que un tercio de los bienes y servicios que adquieren los hogares soporta una inflación de más de un 10%.

Pero es todavía peor entrar en un supermercado. Los alimentos se han convertido en el gran motor de la inflación en las últimas semanas. La subida de los costes de producción, sumada a la sequía y al cierre de Ucrania, 'el granero de Europa', ha provocado un encarecimiento total de todos los productos de alimentación. Ya ni siquiera las ofertas consiguen escapar de la inflación. El siguiente gráfico muestra a la perfección cómo han desaparecido las bajadas de precio en la alimentación (en azul) y cada vez hay más rojo, de productos cuyo precio se dispara.

En el mes de julio, tres de cada cuatro euros del gasto que hacen las familias en alimentación soportaba una inflación de doble dígito. El dato está ponderado por el gasto en cada producto, ya que no tiene la misma incidencia el gasto en sal que en huevos o leche. Al aplicar la ponderación se obtiene el gasto real que hacen las familias en alimentación (excluye bares y restaurantes) y la inflación que soportan.

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. (EFE/Juanjo Martín)

Casi el 76% de la cesta del supermercado se está encareciendo un 10% o más. Una escalada que afecta especialmente a las rentas bajas, ya que son quienes mayor porcentaje de sus ingresos destinan al gasto de primera necesidad. No solo eso, la subida está siendo más intensa entre las marcas blancas, puesto que trabajan con márgenes muy ajustados y cuando los costes de producción suben se trasladan íntegramente al cliente final para no vender a pérdidas.

Pero hay alimentos que suben mucho más. Casi un 15% de la cesta de la compra soporta un alza de los precios superior al 20% en el último año. En este top se encuentran productos básicos, como la leche, que se ha disparado un 23%; los huevos, un 22%; la mantequilla, un 26%; la pasta, un 32% o la harina, un 38%.

Se trata de cifras totalmente extraordinarias. Por ejemplo, en los años 2018 y 2019 (previos a la pandemia), en torno al 20% de la cesta de la compra se reducía de precio y menos del 30% de los productos superaba el 2% de inflación. No solo eso, las subidas de más del 10% eran totalmente excepcionales y puntuales. No hubo ningún producto que subiera más de un 20% en ningún momento de esos dos años.

Ahora, por el contrario, lo que no hay es ningún alimento que suba menos de un 2%. Solo hay dos subclases de productos que soporten una inflación inferior al 5%. Una es el chocolate, con precios que suben un 2,3% y la otra son los frutos secos, que experimentan un alza de casi el 3%. Se trata, en cualquier caso, de alimentos que tienen un peso residual en la cesta de la compra de los hogares: suponen algo menos de un 2,5% del gasto total en alimentación.

Foto: La recuperación del transporte de mercancías reduce los precios. (EFE/Alejandro Zepeda)

Antes del estallido de la guerra, la inflación ya se estaba trasladando a los alimentos, pero no con la intensidad actual. Un tercio de los productos subía menos de un 2% y, aunque el 45% ya subía más de un 10%, prácticamente no había ninguno con una escalada superior al 20%. El inicio de la invasión de Ucrania provocó la gran alza de los precios de los alimentos, ya que las empresas comprendieron que los costes de producción no solo no iban a reducirse, sino que seguirían incrementándose a lo largo del año, justo lo que ha ocurrido finalmente. Esto es, ya no había esperanzas de recuperar márgenes cuando se retomaran las cadenas globales de suministro y la única salida era trasladar a los clientes esos gastos.

La inercia que han cogido los alimentos es ahora el gran reto para las autoridades económicas y monetarias. El precio de los carburantes lleva dos meses de recorrido a la baja y lo mismo ocurre con muchas materias primas agrícolas en los mercados internacionales. Sin embargo, los precios en el supermercado siguen subiendo sin freno.

Para que la caída de los precios mayoristas llegue al consumidor final es necesario que las cadenas de distribución empiecen a percibir un agotamiento en la demanda y vuelvan a competir entre ellas por atraer compradores. Un escenario que previsiblemente ocurrirá en los próximos meses, ya que las familias están perdiendo poder adquisitivo rápidamente y agotando su ahorro embalsado, por lo que tendrán que ajustar su consumo más pronto que tarde. Además, es imprescindible que los precios en los mercados sigan reduciéndose, de lo contrario, no habrá tregua para la inflación del súper.

La confluencia de la crisis energética, los problemas de las cadenas de suministro y la demanda embalsada han provocado una espiral inflacionista que no se había visto en casi medio siglo. En España, el IPC escaló en julio hasta el 10,8%, la mayor subida registrada desde 1984. La subida de los precios, que inicialmente afectó a las materias primas, se ha propagado por toda la cesta de la compra. Hasta el punto de que un tercio de los bienes y servicios que adquieren los hogares soporta una inflación de más de un 10%.

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