Todas las buenas razones para tener una mascota, según la ciencia
La pandemia ha puesto en valor su compañía, mientras los estudios señalan sus beneficios psicológicos y físicos. Alimente te los cuenta a través del relato del perro Tom, el ángel custodio de los mellizos Zaera
Nos enseñan el valor de adquirir un compromiso, nos dan amor incondicional, tienen la virtud de la persistencia, la de la lealtad y siempre están cuando los necesitas. La llegada de la pandemia, junto con la concienciación de que queda poco tiempo para ralentizar el daño del ser humano a su propia casa, ‘nuestro planeta’, nos ha traído de vuelta a nuestros mejores amigos. Hablamos de las mascotas.
En 2019 había 6,7 millones de perros en España y 3,8 millones de gatos. Un perro por cada tres hogares, un gato por cada cinco. Las cifras se han quedado cortas durante 2020. Y todo, solo por algo: la pandemia por covid-19 ha traído de la mano otra, la de la soledad. Y han sido los animales de compañía los que han llevado consuelo a muchas casas. Para muestra un botón: durante la pandemia han sido muchas las familias que han decidido recurrir a un animal de compañía como solución ante las limitaciones sociales producidas por el confinamiento.
Según datos de la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía, un 40% de los hogares cuenta con un animal doméstico como el perro. Esta cifra ha crecido notablemente estos últimos años, y con ella la demanda de servicios de cuidado de las mascotas. La Comunidad de Madrid cifra ese incremento en un 40%, tras recopilar los datos de 95 albergues y perreras.
Compañía, protección y fidelidad, como las del perro Tom, el ángel custodio de los hermanos Zaera. Eran los años 50. Mariano Zaera, veterinario en Campo, pequeño municipio español de 800 habitantes en la provincia de Huesca, abarcando con su labor toda la comarca en pleno valle de Benasque, vivía con su mujer, Leonor Julián, maestra en la localidad.
Después de nacer sus dos hijas mayores, tuvieron mellizos, primer varón de su saga, Juan Mariano y otra niña, Leonor Emilia (Marilé). Por tradición los bautizaron con los nombres de los abuelos y padres.
Mariano, amante de los animales y aficionado a la escultura, hizo fabricar un carro de madera con filigrana, tapizado en terciopelo rojo, al que le puso ruedas de bicicleta para que Tom, su fiel mastín alobado, llevara a pasear a los mellizos bajo las miradas de todo el mundo.
Desde el año 6000 a.C.
Los carros tirados por perros existieron desde el año 6000 a.C., inicialmente con dos barras largas a los flancos arrastrando una tela o cesto para el transporte de mercancías y evolucionando con el invento de las ruedas a carros tirados por uno o más perros para distintos propósitos. Desde los trineos en el Polo Norte, Alaska y Siberia hasta los utilizados en los siglos XVIII y XIX en Holanda, Bélgica o Dinamarca para el transporte de leche, o ya en el siglo XX en la Primera Guerra Mundial para transportar munición, ametralladoras o camillas con heridos.
Se utilizaron también en Francia, Inglaterra e Italia como alternativa más elegante e higiénica al transporte de mercancías por la ciudad que los carruajes de caballos (eran miles de excrementos los que se tenían que recoger al día), utilizando perros de distintos tipos según la fuerza de tiro requerida.
La literatura científica
Más allá del relato llega la evidencia científica. Así, un estudio publicado en 'Computers in Human Behavior' demostró que solo con observar vídeos de gatos se aumenta la energía y los sentimientos positivos, mientras que decrecen los negativos.
Y no solo. Un trabajo de revisión recogido en 'Circulation' con cerca de 4 millones de personas de varios países (EEUU, Canadá, Escandinavia, Nueva Zelanda, Australia y el Reino Unido) descubrió que tener un perro se asociaba a una reducción del 24% de muerte prematura por cualquier causa. Si la persona ya había sufrido un ataque al corazón o un derrame cerebral, contar con él era aún mejor: un 31% menos de probabilidades de morir a causa de una enfermedad cardiovascular.
Como aclara la psicóloga Ana Lucas, especialista en ansiedad y relaciones y coordinadora de Psico-Salud, "muchos estudios confirman que quienes comparten su vida con una mascota son más felices, porque son muchos los beneficios psicológicos que convivir con una mascota nos reporta". Entre ellos, podemos destacar los siguientes:
- Evitan que nos sintamos solos. "La compañía de un animal doméstico es el mejor antídoto contra la soledad, no solo por la presencia física del animal, sino también por el afecto incondicional que recibimos de ellos, y nos empuja a sentirnos más comunicativos; son muchos los dueños de mascotas que hablan con ellas, les cuentan su día a día, sus preocupaciones…, y todo ello les hace sentirse menos solos", comenta la experta.
- Pueden prevenir o favorecer la recuperación de la depresión. "Cuando la padecemos, no tenemos ganas de nada, nos olvidamos de cuidar de nosotros mismos, comer, dormir… Pero nuestra mascota depende totalmente de nosotros. Eso nos obliga a comprarle comida, dársela; si tenemos un perro, salir a pasear con él, y cuando jugamos o interactuamos con ella mejora nuestro estado de ánimo, porque aumentan nuestros niveles de oxitocina y disminuyen los de cortisol, reduciendo la ansiedad ligada a la depresión".
- Nos ayudan a tener una rutina. "Se acostumbran rápidamente a unos horarios: en el caso de los perros sacarlos a pasear, darles de comer, cepillarles y otra serie de cuidados. Esto no lleva a nosotros a estructurar nuestra vida, especialmente si no trabajamos o lo hacemos desde casa", apostilla.
- Aumentan nuestra autoestima. "Depende de nosotros para sobrevivir. Al cuidarla y ver que está sana y contenta, experimentamos un sentimiento de autorrealización que nos ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos".
- Nos empujan a cuidar mejor de nosotros mismos: Cuidar de nuestra mascota nos lleva a, por asociación, querer cuidar mejor de nosotros. Si a nuestro perro o gato le buscamos el pienso que mejor le siente, el más equilibrado, inconscientemente nos alimentamos mejor.
- Preservan nuestra salud. "En el caso de los perros, además, nos ayudan a mantenernos en buena forma física, ya que haga el tiempo que haga, nos apetezca o no, tenemos que sacarlos a pasear, lo cual mejora nuestra salud física y mental".
- Contribuyen a relacionarnos más. "Es fácil ver grupos de dueños de perros charlando mientras sus animales de compañía corren o juegan, que se convierten en relaciones de amistad y pueden prevenir la soledad".
- Reducen el estrés. "En el caso de los perros, el ejercicio físico que realizamos al pasearlos, jugar con ellos a tirarles la pelota, hacer deporte con ellos, nos ayuda a reducir el estrés y la ansiedad. Por otro lado, abrazar y acariciar a nuestra mascota también tiene un efecto relajante en nosotros. Y finalmente, como todo dueño de gato ha comprobado, está científicamente demostrado que su ronroneo nos ayuda a aliviar la ansiedad y el estrés".
- Mantienen nuestra mente en forma. "Jugar con ellos, enseñarles trucos, educarles con el refuerzo positivo, aprender lo necesario sobre sus cuidados y necesidades, todo ello nos ayuda a mantener la mente activa, lo que favorece nuestra concentración y ayuda a prevenir fallos de memoria y demencias", agrega.
- Su compañía nos hace sentirnos más seguros. "También aprendemos de ellos a vivir el momento, a centrarnos en lo que hacen olvidándonos de todo lo demás, con una actitud muy parecida al mindfulness, conocida por cualquier dueño de mascota".
La mejor medicina
Todo aquel que tenga mascota, especialmente un perro o gato, sabe que "la comunicación que se genera con ellos es especial. Hablamos con ellos, les contamos nuestras cosas, compartimos la vida y se acaban convirtiendo en un miembro más de la familia, al que queremos y que nos quiere. En momentos de crisis, además, nos ayudan a centrarnos en el día a día, por los cuidados que debemos procurarlos, a dejar de darle vueltas a los problemas cuando jugamos con ellos o les paseamos, y su cariño incondicional nos ayuda a sanar heridas emocionales, mejorar nuestra autoestima y seguir adelante. Una mascota, especialmente un perro, es la mejor medicina en prácticamente todas las ocasiones, por no hablar de los perros de terapia que ayudan a enfermos de diabetes, cáncer y otras dolencias. Si nuestra movilidad es reducida y no podemos pasear, un gato sería la mejor elección", recuerda la psicóloga Ana Lucas.
E insiste: "Es más, se ha demostrado que la terapia con perros ayuda a los niños autistas a mejorar su ansiedad social y su autoestima. También contribuyen a estimular sus habilidades comunicativas y a irse sintiendo más seguros con el entorno".
Tom llegó a la familia, siendo un cachorro, cuando Mariano y Leonor esperaban el nacimiento de los mellizos. Así que, desde entonces, se convirtió en el ángel custodio de los niños. Pasaban el día juntos jugando mientras los padres trabajaban y salían a pasear cada mañana en el carro tirado por él.
Al pie de la cuna
La relación especial entre los niños y su mascota se quebró al año, por la repentina muerte del varón por el sarampión. Tom acompañó a la familia al entierro. Desde entonces, en medio del profundo pesar de la familia, fueron testigos de una historia tan emotiva como apasionante.
Tom estaba siempre tumbado a los pies de la cuna de Marilé. A media mañana desaparecía. Nadie sabía donde estaba. Por más que le llamaban, el perro no volvía. Y cuando caía la tarde, aparecía y de nuevo se iba a verla. Allí se tumbaba y no se movía hasta media mañana que, de nuevo, desaparecía. Día tras día, observaron que Tom repetía una y otra vez su actitud. La sorpresa llegó cuando la familia supo lo que la mascota hacía.
Fueron los operarios del campo santo quienes detectaron que un mastín con aspecto alobado rondaba cada día el cementerio. Tras comprobar que trataba de escarbar una tumba y no había ninguna persona a su cargo, alertaron a la Guardia Civil de la presencia del animal, que no se dejaba coger y ladraba y amenazaba huraño con morder a todo aquel que se acercaba.
El animal no ladraba ni aullaba cuando estaba sobre el sepulcro, simplemente escarbaba, se recostaba y permanecía allí la mayor parte del día, hasta horas después de que se pusiera el sol. Tom custodiaba la tumba del niño, una impresionante muestra de fidelidad.
Así supieron en la familia Zaera qué hacía Tom al desaparecer. Tom acudía a su cita diaria desplazándose unos tres kilómetros, al antiguo cementerio, para permanecer aferrado a la tumba del niño. Con ojos tristes, después de escarbar un rato, se tumbaba al lado de los restos de su amigo y por nada abandonaba el lugar. El animal sabía lo que le ocurrió al niño y que su cuerpo estaba allí. En medio del dolor, el tiempo que pasaba al lado de la tumba de su pequeño amigo le traía paz. Por más que trataron de retener al animal, no hubo forma. No abandonaba su empeño de visitar a su amigo. Y día tras día, siguió escapándose al cementerio.
La tragedia llegó cuando algunos vecinos intentaron cogerle y apartarle del lugar, momentos en los que Tom reaccionó mordiéndoles para evitarlo. Esto supuso que la Guardia Civil obligase a la familia a sacrificarlo. Y así acabó su vida. Tom se fue seguramente al cielo, al lado de su amigo
Hay cientos de historias de perros que han hecho Historia y la literatura científica nos muestra claramente los motivos. El último estudio en llegar, el pasado mes de julio, publicado en 'Scientifics Reports' (del grupo de 'Nature'), subraya: "No solo los humanos tienen talento, también los perros".
Nos enseñan el valor de adquirir un compromiso, nos dan amor incondicional, tienen la virtud de la persistencia, la de la lealtad y siempre están cuando los necesitas. La llegada de la pandemia, junto con la concienciación de que queda poco tiempo para ralentizar el daño del ser humano a su propia casa, ‘nuestro planeta’, nos ha traído de vuelta a nuestros mejores amigos. Hablamos de las mascotas.