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¿Qué fue del 'trasplante' de cabeza? Entre la locura y la ciencia
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Bajo el microscopio

¿Qué fue del 'trasplante' de cabeza? Entre la locura y la ciencia

Hace unos años, un cirujano de Turín anunció la inminente realización del que sería el primer trasplante de cabeza. Nunca se llevó a cabo, pero otros investigadores (menos mediáticos) no lo descartan en un futuro (más lejano que próximo)

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

A mediados de la pasada década empezaron a aparecer noticias en la prensa española e internacional protagonizadas por un neurocirujano turinés, Sergio Canavero, anunciando la realización del primer trasplante de cabeza del mundo. Incluso estaba ya señalado el aspirante a unir su cabeza a un nuevo cuerpo (en realidad lo que se trasplantaría es un cuerpo a una cabeza y no al revés): un informático ruso llamado Valery Spiridonov, de 30 años de edad, residente en una ciudad cercana a Moscú. Valery padecía una atrofia muscular espinal, una enfermedad congénita y progresiva que le mantenía con serias discapacidades motoras en silla de ruedas desde la infancia.

Había hasta una fecha prevista a finales de 2017 para realizar la intervención, aunque no se había especificado dónde ni cómo, tan solo que hacía falta un equipo de unas 150 personas y una financiación de 10 millones de dólares, que no se sabía muy bien quién iba a pagar. Según el cirujano turinés, tras salir a la luz las primeras noticias, otras cincuenta personas acudieron a él para valorar ser trasplantadas.

La operación no estaba avalada por ninguna experimentación previa y la comunidad científica internacional había expresado su más profundo escepticismo

El Ospedale Molinette de Turín, donde trabajaba Canavero, no quería ni oír hablar del tema y ni en la Unión Europea ni en Estados Unidos resultaba viable una operación que no estaba avalada por ninguna experimentación previa y ante la que la comunidad científica internacional había expresado su más profundo escepticismo de forma prácticamente unánime. Por ello, la opción más viable (y económica) era hacerlo en China, con alguna oferta también de un hospital vietnamita: todo un clásico, la deslocalización de las investigaciones biomédicas conflictivas a países con regulaciones laxas o inexistentes.

Esperanza futura

Pero el turinés no estaba solo en esta carrera. No tan mediático, pero bastante más serio, con una línea de investigación en ratones y publicaciones en revistas científicas, el cirujano chino Xiaoping Ren, formado y experimentado en Estados Unidos, aunque después afincado en la Universidad de Harbin, en China, y con gran experiencia en trasplantes complejos como los de manos, nunca dijo que se tratara de una posibilidad actual, pero sí de una esperanza futura para muchos enfermos.

Foto: Primer cerdo modificado genéticamente para estudio de trasplantes de animal a humano, en Corea del Sur. (EFE/Yonhap)

Efectivamente, las indicaciones potenciales pueden ser múltiples, algunas que hoy ni sospechamos. No son pocas las enfermedades degenerativas del organismo de tipo muscular o nervioso periférico, tanto en la infancia como en la edad adulta, que, sin embargo, cursan con una mente completamente normal. Baste pensar en el caso de Stephen Hawking y qué hubiera ocurrido si a su cerebro privilegiado se le hubiera podido trasplantar un cuerpo sano. Los ejemplos de este tipo son muchos y las posibilidades infinitas.

placeholder Composición de dos fotografías cedidas por el hospital NYU Langone de Nueva York donde se muestra el antes y después del trasplante de cara y de las dos manos a Joe DiMeo. (EFE/NYLangone)
Composición de dos fotografías cedidas por el hospital NYU Langone de Nueva York donde se muestra el antes y después del trasplante de cara y de las dos manos a Joe DiMeo. (EFE/NYLangone)

En todo caso, no es correcto hablar de 'trasplante de cabeza' porque hay una barrera conceptual infranqueable por definición: no se puede trasplantar el sistema nervioso central porque en él radica la vida del individuo y, por tanto, no es posible obtenerlo de una persona fallecida. En el caso teórico de trasplantar el cerebro (con o sin el cráneo que le rodea) a otra persona, en realidad lo que estaríamos haciendo es trasplantar el cuerpo de esta al propietario de la cabeza o del cerebro que sería quien seguiría viviendo. Estaríamos recreando nada menos que el mito de Frankenstein.

La solución mágica: el polietilenglicol

Estas discusiones, sin duda muy interesantes, chocan con lo que por el momento es un problema para el que no tenemos solución: no sabemos cómo unir los fragmentos seccionados del sistema nervioso central, ya sea la porción presente en la cabeza con la que se encuentra en la médula espinal o bien el nervio óptico con la retina. Esta es la razón por la que no somos capaces de revertir las lesiones de la médula producidas tras un traumatismo que dan lugar a una paraplejia o tetraplejia de la persona accidentada, algo desde luego mucho más frecuente y necesario que esta intervención hoy por hoy de ciencia ficción.

El problema es que no sabemos cómo unir encéfalo y médula espinal cuando se separan por un corte, ya sean de la misma persona o de donante y receptor

La solución mágica para obviar este problema, según estos dos cirujanos, sería una sustancia química, el polietilenglicol, habitualmente usado como laxante y en algunas pomadas, pero que no ha demostrado hasta el momento su utilidad para estos fines. Aparte de las enormes dificultades de encontrar un donante adecuado, con todos sus órganos intactos, habría que conectar una cabeza a su medida a través de todas las estructuras del cuello (arterias, venas, vías respiratorias, digestivo, huesos…) y lo más importante: el sistema nervioso. Y que todo ello vuelva a funcionar.

El problema, como decíamos antes, es que no sabemos cómo unir encéfalo y médula espinal cuando se separan por un corte, ya sean de la misma persona o, mucho más complicado, de donante y receptor. Imaginen un cable de varios centímetros de diámetro por cuyo interior corren millones de fibras nerviosas, todas ellas seccionadas, y que habría que reparar uniendo una a una con las de abajo del corte.

Ninguno de los 50 candidatos que decía tener Canavero se ha formalizado como receptor

El caso es que tras varios anuncios espectaculares de experimentos en cadáveres o con monos (fake news en estado puro) que en el fondo aportaban poco o nada al objetivo a conseguir, la intervención nunca se llegó a realizar. El paciente ruso cambió de opinión, se casó con una compatriota y ambos se fueron a vivir a Estados Unidos, donde tuvieron un hijo y montaron una empresa de inteligencia artificial que aparentemente les va muy bien, con lo cual se olvidó de su trasplante. Ninguno de los otros 50 candidatos que decía tener Canavero se ha formalizado como posible receptor, aunque en 2018 anunció que el trasplante se haría a un enfermo chino del que tampoco se supo más. El cirujano turinés colabora puntualmente con Ren en la universidad china de Harbin, desde donde seguro que algún día volvemos a oír hablar del tema.

Por el momento se ha parado esta locura, pero la ley de Murphy suele ser inexorable...

A mediados de la pasada década empezaron a aparecer noticias en la prensa española e internacional protagonizadas por un neurocirujano turinés, Sergio Canavero, anunciando la realización del primer trasplante de cabeza del mundo. Incluso estaba ya señalado el aspirante a unir su cabeza a un nuevo cuerpo (en realidad lo que se trasplantaría es un cuerpo a una cabeza y no al revés): un informático ruso llamado Valery Spiridonov, de 30 años de edad, residente en una ciudad cercana a Moscú. Valery padecía una atrofia muscular espinal, una enfermedad congénita y progresiva que le mantenía con serias discapacidades motoras en silla de ruedas desde la infancia.

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