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Pensar consume calorías, pero ¿adelgaza tanto como la actividad física?
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Neurociencia

Pensar consume calorías, pero ¿adelgaza tanto como la actividad física?

El cerebro es el órgano del cuerpo humano que más energía consume y necesita glucosa para funcionar. Al día quema las mismas calorías que media hora de elíptica, aunque los neurocientíficos se resisten a comparar actividad física y mental

Foto: El cerebro utiliza glucosa para obtener la energía que necesita para funcionar. (iStock)
El cerebro utiliza glucosa para obtener la energía que necesita para funcionar. (iStock)

Pensar cansa, y mucho. ¿Quién no se ha sentido exhausto después de un examen o de un día de trabajo de mucha concentración? Algunos compartirán esta idea, mientras que otros la rebatirán alegando que es mayor el esfuerzo que exigen la construcción, descargar mercancías o machacarse en el gimnasio. Es verdad que son actividades difícilmente comparables y, sin embargo, es posible aproximarse al gasto calórico del cerebro. ¿Cómo?

Los neurocientíficos son los que de verdad pueden arrojar luz sobre el asunto. “El peso del cerebro humano es, aproximadamente, el 2% del peso corporal, y consume un 20% del oxígeno y la glucosa del organismo”, explica Javier de Felipe, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y director del Laboratorio Cajal de Circuitos Corticales. “En estado basal, el cerebro consume unas 350 calorías, esto es, un 20% de nuestro gasto calórico diario”, añade Ignacio Morón, decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada e investigador del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC).

La materia blanca del cerebro, que está implicada en la transmisión de señales, es, por diseño, más eficiente y económica que la materia gris

Todos los procesos que realiza nuestro organismo requieren energía, aunque “el cerebro es el órgano que más energía consume”, asegura el profesor del CSIC, y además está continuamente funcionando, incluso durante la noche, lo que justifica su gran gasto energético. “Suponemos que la materia gris consume más energía que la materia blanca –apunta el decano de Granada– y se debe, entre otros factores, a la gran cantidad de sinapsis y mitocondrias de la materia gris, junto al hecho de que la materia blanca, que está implicada en la transmisión de señales, es, por diseño, más eficiente y económica”.

Consumo variable

Ahora bien, el consumo energético cerebral es variable. “Cuando está en modo normal, como cuando estamos pensando en nuestras cosas, puede que sea menor, en el sentido de que ninguna zona del cerebro se activa más que otras”, explica De Felipe. Pero “si de repente comenzamos a resolver un problema, entonces se activa una región concreta y pasa a gastar más combustible”.

El cerebro de una persona adulta consume unos 5,6 miligramos de glucosa por cada 100 gramos de tejido cerebral

El consumo energético del cerebro se mide por la cantidad de riego sanguíneo cerebral (oxígeno en sangre) y empleando resonancia magnética funcional y espectroscopia por resonancia magnética. El combustible del cerebro es la glucosa, de la cual obtiene el ATP (adenosin trifosfato) necesario para realizar todos los procesos metabólicos. Un cerebro adulto consume unos 5,6 miligramos de glucosa por cada 100 gramos de tejido cerebral.

Comparaciones no tan lógicas

Las informaciones ofrecidas por los investigadores invitan a establecer equivalencias: las 350 calorías que consume el cerebro se acercan a las 324 que quema una persona de 70 kilos de peso haciendo 30 minutos de elíptica o 20 minutos de carrera a una velocidad de 16 kilómetros por hora o media hora nadando, según las tablas de la Universidad de Harvard.

Sin embargo, ambos científicos rechazan de plano la comparativa. Morón argumenta que “los procesos metabólicos de la actividad física son completamente distintos a los de la actividad cerebral, y eso lo cambia todo. No es solo la actividad intelectual, sino que hay muchos componentes que están modulando el consumo energético, como es estar en una situación de estrés, que se asocia a procesos hormonales que influyen y modulan el consumo de energía”.

Por su parte, Javier de Felipe subraya que “realmente, el consumo de energía del cerebro es muy bajo para la eficacia y la cantidad de tareas complejas que lleva a cabo –procesamiento de imágenes, rápida ejecución de pensamientos, etc– y que, si las ejecutase un ordenador, conllevarían un elevado gasto de energía”. Tal es la eficiencia energética del cerebro en la realización de tareas que “se está trabajando en el desarrollo del ordenador neuromórfico, que imite el gasto energético del cerebro”, desvela el científico.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

¿Qué le pasa al cerebro si dejamos de tomar azúcar?

El azúcar está en el punto de mira por su relación con el aumento de enfermedades metabólicas y cardiovasculares, por eso los mensajes de restringir su consumo han calado hasta el extremo de que en apenas 10 años hemos reducido a la mitad la cantidad de azúcar que tomamos (de los 4,4 kg por cabeza en 2013 a 2,6 kg en 2022, según el portal Statista). ¿El recorte repercute en el rendimiento de nuestro cerebro? “El azúcar no es solo lo que se ingiere directamente en la dieta, sino también lo que se obtiene a partir de la ingesta de otros carbohidratos”, matiza Javier de Felipe. Por tanto, reducir el azúcar no afecta al cerebro, otra cosa es “eliminar todos los carbohidratos; en ese caso, no podríamos ni sobrevivir”.

Foto: Esto es lo que pasa en tu cuerpo si tu dieta contiene demasiado azúcar, según un estudio. (iStock)

En un artículo publicado en Farmacia Profesional, Montse Vilaplana, farmacéutica y nutricionista, destaca que para el funcionamiento del cerebro es esencial mantener estable la glucemia, y si faltan hidratos de carbono, “el cerebro activa el metabolismo para conseguirlo por otras vías, lo que no resulta beneficioso para el organismo”.

Para obtener un correcto aporte de glucosa, aconseja:

  • Consumir con la frecuencia adecuada alimentos ricos en hidratos de carbono complejos (pan, arroz y otros cereales, pasta, patatas y legumbres) y, con menor frecuencia, hidratos de carbono simples (frutas, azúcar, miel y alimentos dulces en general).
  • Los hidratos de carbono complejos siempre deben prevalecer sobre los simples porque permiten que la glucosa se libere paulatinamente y se mantenga estable la glucemia.
  • Comer 4 o 5 veces al día, a horas regulares, y no dejar pasar más de 3-4 horas entre comidas para ayudar a mantener estable la glucemia.
  • Evitar las hipoglucemias. Una hipoglucemia prolongada durante algunas horas causa una serie de síntomas que fácilmente asociamos con el ayuno: nerviosismo, irritabilidad, cansancio, falta de concentración o mareos. Esto es debido a que el cerebro necesita glucosa de manera inmediata.

Con todo, si hay gasto energético, cabe preguntarse: ¿pensar adelgaza? De nuevo, la respuesta es no. “Pensar no adelgaza; en todo caso, tal vez adelgace pensar mientras se hace ejercicio vigoroso”, confirman los científicos.

Pensar cansa, y mucho. ¿Quién no se ha sentido exhausto después de un examen o de un día de trabajo de mucha concentración? Algunos compartirán esta idea, mientras que otros la rebatirán alegando que es mayor el esfuerzo que exigen la construcción, descargar mercancías o machacarse en el gimnasio. Es verdad que son actividades difícilmente comparables y, sin embargo, es posible aproximarse al gasto calórico del cerebro. ¿Cómo?

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