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Cómo poder decir que eres 'veggie' comiendo la carne que quieras
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Cómo poder decir que eres 'veggie' comiendo la carne que quieras

A todos nos gustaría tener de todo (lo bueno). Lo mismo pasa con nuestra alimentación. Experimentos como este pueden ser populares en redes sociales, pero una mentira en el fondo

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Segundas partes nunca fueron buenas. Según el informe The Green Revolution, realizado por la consultora Lantern, un 7,8% de la población española se define como 'veggie'. Esto incluye al 1,3% que se define como vegetariano (los cuales incluyen en su dieta, predominantemente vegetal, productos que se producen sin dar muerte a ningún animal, como lácteos, miel o huevos), un 0,2% vegano (no consumen ningún producto de origen animal) y un 6,3% flexitariano. Estos últimos se pueden definir de dos formas diferentes, dependiendo de lo crueles (y realistas) que queramos ser. La primera (que es a su vez como se autodefinen) son personas que consumen mayoritariamente productos íntegramente vegetarianos, pero de vez en cuando, en restaurantes o eventos sociales, pueden comer carne sin ningún problema. La segunda definición, la peor, es que son gente que desean con todas sus fuerzas publicitar que llevan una dieta 'veggie' pero no están dispuestas a renunciar al delicioso sabor de la carne. Técnicamente, a no ser que nos alimentemos exclusivamente de chuletones, todos podemos decir que somos flexitarianos.

A su vez, en otro punto del amplio espectro dietético, no necesariamente opuesto pero sí alejado del mundo 'veggie', está la dieta paleo. Su nombre original es dieta paleolítica (pero 'paleo' es un palabro que da mucha más confianza). Data de los años setenta, en concreto de 1975, año en el que el gastroenterólogo Walter L. Voegtlin publicó su famoso libro 'The Stone Age Diet: based on in-depth studies of human ecology and the diet of man" (que en español, como tendemos a hacer con las películas, se tradujo sin mucho esfuerzo como 'La edad de piedra'). En su obra, el doctor Voegtlin sostiene que el ser humano es un animal carnívoro, dada la disposición de sus dientes, cómo es su sistema digestivo, el hecho de que somos incapaces de procesar la celulosa, etc. Por supuesto, el tiempo es capaz de corromper lo que sea. La dieta paleo de hoy en día poco tiene que ver con la tesis del doctor Voegtlin. Eso sí, es de las más permisivas que existen. Nos 'deja' comer de todo menos pasta, pan, arroz, avena, quinoa, lentejas, judías, garbanzos, cacahuetes, lácteos, aceites vegetales (como el de oliva), azúcar refinada (o moreno, o ágave, o miel, o edulcorantes artificiales), trigo, soja, maíz, patatas, comidas procesadas, refrescos, vino, cerveza y frutos secos. De todo, todo.

Sus seguidores han buscado 'resquicios legales dietéticos' para ser 'veggies' y comer carne a la vez

Basa estas recomendaciones, extraordinariamente prohibitivas, en la teoría de que en los últimos 10.000 años el cuerpo humano no ha tenido tiempo de adaptarse a los cambios de alimentación modernos y, por tanto, su biología es incompatible con el consumo de estos. Un razonamiento arriesgado y completamente infundado, pero a quien le vaya bien aunque solo sea un placebo, pues mejor para él.

Ahora, en Estados Unidos (cómo no), se han decidido a hacer lo imposible, una fusión de estas dos. Todo empezó cuando el doctor Mark Hyman empezó a hablar de este 'híbrido mutante' de dieta en el año 2014 en su blog, aunque al principio nadie le hizo demasiado caso. El éxito llegó cuando en 2018 publicó su libro 'Food: What the Heck Should I Eat'. Desde entonces ha sido un término de esos que no sabemos exactamente de dónde vienen, pero que cada vez más gente lo dice.

En qué consiste

Nos encantaría explicarlo simple y llanamente, pero nos encontramos ante un problema fundamental. La dieta paleo se basa (literalmente) en el consumo de carne y de vegetales listos para comer como frutas, interpretando que tales cosas eran las que comían los humanos primigenios, pues no en vano nuestra evolución tenía un claro componente depredador, solo que nos 'pasamos de listos' y aprendimos a comer de todo. Esto es total y absolutamente incompatible con una dieta vegetariana (y ni hablar de una vegana), así que el susodicho Mark Hyman y los seguidores de esta nueva tendencia han buscado lo que podríamos denominar como 'resquicios legales dietéticos' para justificar la fusión:

  • La prohibición de la carne. Sortear este obstáculo es lo más difícil. Para conseguirlo, consideran (en inglés, claro) que 'vegan' es lo mismo que 'veggie', y dado que los flexitarianos están en esta categoría, los seguidores pueden comer al menos un poquito de carne. Recomiendan, además, que estos productos sean de origen acuático, lo que en reglas generales es muy sano. Primer escollo superado.
  • La prohibición de los cereales. Si le arrebatamos a un vegano los cereales, este caerá inevitablemente en la inanición. A pesar de lo que sostengan los seguidores de la dieta paleo, el trigo y el arroz llevan siendo la piedra angular de nuestra alimentación los últimos 13.500 años en el caso del arroz y 11.500 años en el caso de los ocho cultivos fundadores neolíticos (trigo, cebada, escanda, lentejas, yero, garbanzos, lino y farro). Para compaginar esta extraña fusión, la prohibición de los cereales se ha limitado a los que contienen gluten (algún día descubriremos el porqué de las recomendaciones de evitarlo por parte de gente que no es celiaca, tiene alergia u otra intolerancia a esta proteína). De todos modos, se empeñan en limitar el consumo de cereales sin gluten debido a que estos "aumentan los niveles de azúcar en sangre y pueden provocar enfermedades autoinmunes". ¿Las pruebas de esto último? A saber...
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  • Las legumbres. Como hemos explicado antes, la dieta paleo prohíbe (ellos dicen que desaconsejan su consumo, pero vamos, lo impiden) comer este tipo de vegetal. Es prácticamente imposible eliminar de la dieta los cereales y también las legumbres. Por eso la prohibición originaria de la dieta paleo se levanta completamente en este caso. En un artículo publicado por el 'Washington Post', el nutricionista Wesley Delbridge, portavoz de la Academia de Nutrición y Dietética estadounidense (y un defensor a ultranza de esta dieta) explica que "las legumbres son un superalimento". Y continúa: "Tienen fibra, proteínas, almidón... Han sido un fundamento de todas las dietas a lo largo y ancho del mundo e incluso hoy siguen demostrándose beneficios que tienen".

Malas conclusiones

No es una dieta; de hecho, es discutible si la paleo lo es. Está claro que tanto vegetarianos como veganos basan su alimentación no solo en el hecho de que sea saludable (salvo por la carencia de vitamina B12 en el caso de los veganos, que ha de ser suplementada), sino también en una visión del mundo particular, en unos principios morales. La dieta 'pegana' intenta modificar ambas, obligando a todos a hacer cosas que no quieren -en el caso de los seguidores de la paleo, dejar de comer carne; y en el de los veganos, dejar de comer multitud de esenciales vegetales-. Como explica en el artículo antes mencionado Christine Fitzgerald, nutricionista registrada de la ciudad de Chicago: "Preferiría que nadie tuviera que seguir una dieta específica, porque eso los pone en una situación en la que todo es o blanco o negro: o siguen la dieta o no. Promover hábitos de vida saludables como ingerir grasas cardiosaludables (ya provengan de alimentos animales o vegetales) e incrementar la cantidad de frutas y verduras que consumimos son dos 'pros' tan grandes que puedes llevar una alimentación sana sin necesidad de seguir ningún tipo de dieta, lo que tiene también beneficios mentales".

Segundas partes nunca fueron buenas. Según el informe The Green Revolution, realizado por la consultora Lantern, un 7,8% de la población española se define como 'veggie'. Esto incluye al 1,3% que se define como vegetariano (los cuales incluyen en su dieta, predominantemente vegetal, productos que se producen sin dar muerte a ningún animal, como lácteos, miel o huevos), un 0,2% vegano (no consumen ningún producto de origen animal) y un 6,3% flexitariano. Estos últimos se pueden definir de dos formas diferentes, dependiendo de lo crueles (y realistas) que queramos ser. La primera (que es a su vez como se autodefinen) son personas que consumen mayoritariamente productos íntegramente vegetarianos, pero de vez en cuando, en restaurantes o eventos sociales, pueden comer carne sin ningún problema. La segunda definición, la peor, es que son gente que desean con todas sus fuerzas publicitar que llevan una dieta 'veggie' pero no están dispuestas a renunciar al delicioso sabor de la carne. Técnicamente, a no ser que nos alimentemos exclusivamente de chuletones, todos podemos decir que somos flexitarianos.

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