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¿Quieres dulce después de entrenar? El cuerpo te lo pide
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¿Quieres dulce después de entrenar? El cuerpo te lo pide

El ejercicio tiene la capacidad de modificar el organismo, a nivel interno y externo. Más extraordinario es que también influya en la percepción del gusto y que la intensidad de la actividad física marque las preferencias por un sabor determinado

Foto: Foto: Unsplash/@quinoal.
Foto: Unsplash/@quinoal.

La actividad física, junto con la dieta, son las mejores píldoras de salud que tenemos a nuestra disposición. Es lógico, porque el sedentarismo y la mala alimentación (en calidad y cantidad) están detrás de las principales enfermedades no transmisibles que afectan a la Humanidad: patologías cardiovasculares, cáncer, problemas respiratorios y diabetes.

Este mensaje va calando entre la población y cada vez son más las personas que deciden cambiar su estilo de vida hacia costumbres más sanas, y practicar algún deporte es uno de los primeros propósitos. Hay mucha literatura (también científica) acerca de los grandes beneficios que nos reporta el ejercicio, pero entre la ingente cantidad de información se esconden aspectos prácticamente desconocidos sobre los efectos que promueve en nuestro cuerpo. Por ejemplo, su capacidad para dirigir nuestros gustos, concretamente, la apetencia hacia los diferentes sabores (dulce, salado, amargo, ácido y umami).

"Después de correr medio maratón, la intensidad, la sensibilidad y las preferencias por lo dulce se disparan"

Científicos de las universidades canadienses de Laval y Montreal han explorado este efecto y han encontrado cosas llamativas: después de correr medio maratón, la intensidad, la sensibilidad y las preferencias por lo dulce se disparan; y al revés, cuando se hace actividad física de forma cotidiana (por ejemplo, andar a paso rápido) se reduce el gusto por el dulce. La causa está en la intensidad y duración del ejercicio de correr esos 21 kilómetros.

Menos salado

Los investigadores argumentan en un artículo publicado en la revista Nutrients que "el balance energético y el agotamiento general del glucógeno pueden influir en la preferencia, la sensibilidad y la intensidad del sabor dulce después del ejercicio", lo que lleva a elegir alimentos con ese sabor. Por el contrario, "el ejercicio crónico está asociado con la reducción de peso, y la pérdida de este repercute en la percepción del sabor dulce", ya que en las personas obesas tienen alterada la percepción de la intensidad de este sabor, lo que les lleva a ingerir más cantidad de producto.

placeholder Foto: Unsplash/@fatladattheback.
Foto: Unsplash/@fatladattheback.

El sabor salado también cambia al hacer deporte. Sin embargo, mientras que la intensidad del dulce se dispara, la intensidad y la sensibilidad percibidas para lo salado se reducen antes y después de hacer ejercicio, como encuentra un trabajo de la Universidad de Massey, en Nueva Zelanda, después de evaluar los cambios por las preferencias de sabor de diferentes bebidas deportivas.

La explicación que ofrecen los autores canadienses para el comportamiento del sabor salado es que la intensidad de la salinidad también depende de la duración del ejercicio (disminuye), pero una diferencia clave en comparación con el dulce es un aumento durante el ejercicio y en las personas que son más activas. "La pérdida de sudor afecta a la cantidad total de sodio dentro del sistema de ejercicio, y esta fluctuación tiene efectos inmediatos y secundarios sobre la preferencia y el consumo de sodio durante y después del ejercicio", detallan.

Más allá del gusto

A partir de aquí, los hallazgos que afectan a los otros sabores son más débiles porque la investigación es todavía más escasa que la ya de por sí limitada incluso para lo dulce y lo salado, como pone de manifiesto el hecho de que para llevar a cabo este análisis, los autores solo han podido contar 18 artículos de los más de 5.500 títulos encontrados en las bases bibliográficas científicas. Aun así, los principales hallazgos son que la intensidad del sabor agrio disminuye después del ejercicio aunque la preferencia aumenta; justo a la inversa de lo que ocurre con el sabor umami: aumenta después del deporte, pero la preferencia decae. Para el sabor amargo no se han detectado cambios relacionados con la mayor o menor actividad física.

placeholder Encurtidos. (iStock)
Encurtidos. (iStock)

La importancia del estudio que publica Nutrients va más allá de la simple anécdota de qué alimento puede ser más apetecible después de una caminata, un partido de pádel o una buena carrera. Y es que está comprobado que la actividad física reduce la sensación de hambre e influye en los niveles de grelina en sangre, que está directamente relacionada con la cantidad de comida que se ingiere. Además, las personas que son físicamente activas tienden a tener una menor representación cerebral relacionada con la recompensa de alimentos cuando se les muestran imágenes de alimentos de alta densidad calórica.

Otro aspecto importante es que el gusto se asocia con la saciedad, de forma que un aumento de la intensidad y la sensibilidad de este sentido puede llevar a parar de comer y regular de esta forma la ingesta. "Al hacer ejercicio con frecuencia, las personas podrían alcanzar más rápidamente la saciedad del sabor, lo que podría reducir el consumo de alimentos muy sabrosos y energéticos y reducir la cantidad total de alimentos. El impacto de la actividad física en esta materia podría potenciar la restricción energética por su efecto sobre las percepciones gustativas", proponen los científicos.

Los canadienses no dejan pasar la ocasión de encontrar un nexo entre sus hallazgos con las alteraciones del gusto y el olfato relacionadas con el covid-19: "Han surgido preocupaciones sobre la pérdida del olfato y el gusto dentro de la comunidad médica". Por lo tanto, exponen, "los estudios que evalúen si el ejercicio físico puede ser una herramienta útil para mejorar el gusto y el olfato podrían ser fundamentales para comprender este tema".

La actividad física, junto con la dieta, son las mejores píldoras de salud que tenemos a nuestra disposición. Es lógico, porque el sedentarismo y la mala alimentación (en calidad y cantidad) están detrás de las principales enfermedades no transmisibles que afectan a la Humanidad: patologías cardiovasculares, cáncer, problemas respiratorios y diabetes.

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