Los estragos en la salud mental de los ucranianos: "Los efectos traspasarán generaciones"
Los civiles que han sufrido conflictos bélicos experimentan grandes problemas de ansiedad, insomnio, depresión, trastorno por estrés postraumático, trastorno bipolar y trastornos psicóticos, entre otros
Las guerras son devastadoras. Desde el confort de nuestros hogares, es difícil llegar a comprender lo que está pasando por la cabeza de los millones de ucranianos desde que el 24 de febrero Rusia atacase su país. Muchos de ellos ahora están desplazados, miles se han alistado para combatir contra el invasor, algunos permanecen en las zonas atacadas en refugios, otros desde sus ciudades –aún en calma– contemplan con miedo la evolución del conflicto y no debemos olvidar a los que han fallecido.
Tras las diferentes guerras que han ocurrido en el último siglo se han realizado varios estudios en los que se ha tratado de comprender el impacto que estos conflictos tienen para quien los vive. “Los resultados fueron atroces. El aumento de problemas relacionados con la salud mental es impactante”, explica a El Confidencial la psicóloga Olga Fernández-Velilla Lapuerta.
La especialista del Instituto Psicológico Cláritas desgrana que estar sometidos durante un tiempo tan largo a niveles de estrés y alerta semejantes, evidentemente, pasa factura. Los civiles que han sufrido conflictos bélicos experimentan grandes consecuencias en su salud mental, “con un aumento en problemas de ansiedad, insomnio, depresión, trastorno por estrés postraumático, trastorno bipolar y trastornos psicóticos, entre otros”. En el caso de la guerra contra Ucrania, “esto va a volver a ocurrir”, señala.
Miedo
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha calculado que el conflicto podría causar un éxodo de hasta cuatro millones de ucranianos, cerca del 10% de la población del país. Todas estas personas “se encuentran buscando un refugio ante una situación en la que sienten que su vida no tiene valor y se vulneran todos sus derechos. Se ven obligados a huir dejando todo atrás, incluso a seres queridos, a los que no saben si van a volver a ver, y llevándose únicamente aquello que sean capaces de cargar”, explica Fernández-Velilla.
"Sienten que su vida no tiene valor y se vulneran todos sus derechos"
Imaginemos por un momento cómo nos sentiríamos en una situación así. “Creo que ante esa situación el miedo es la emoción protagonista. Un miedo y una sensación de inseguridad permanentes que hacen estar en constante estado de alerta, el término acuñado como estrés bélico”, apunta.
“La tristeza, la incomprensión, la frustración o incluso el enfado también estarán presentes. Todos los que se hayan visto envueltos en el conflicto bélico Rusia-Ucrania han tenido una inmensa sensación de vulnerabilidad”, añade la especialista.
El trauma y el duelo
En esta guerra habrá diferentes escenarios y vivencias con respecto al conflicto. Aunque se puedan dividir a la población por grupos según su experiencia, las emociones en el presente y las consecuencias a nivel de salud mental en el futuro “son todas similares”.
Si pensamos en los ucranianos que están en lugares que están siendo atacados sufrirán en la actualidad y en el futuro “mucho miedo, niveles altos de ansiedad, insomnio, eventos traumáticos…”, asegura la especialista de Cláritas. Algo parecido sucederá con la salud mental de los que ven cómo la guerra se acerca a sus ciudades.
A todas las emociones descritas hay que añadir el duelo de los millones de personas que han huido, dejando su vida atrás e, incluso, familiares.
La psicóloga indica que “el hecho de dejar tu país atrás en esas circunstancias marca y el ser refugiado no es una tarea sencilla. Muchos se sienten discriminados, sufren sensación de pérdida de identidad o tienen grandes problemas para adaptarse por el idioma o dificultades para encontrar empleo, entre otros”.
Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) describen que llegan con lo puesto y en estado de 'shock', y no solo dejan atrás sus casas y propiedades materiales, también sus sueños, ilusiones, proyectos, familiares y amigos.
“Los más pequeños preocupan especialmente por cómo esta situación les pueda afectar a su salud mental como adultos”, remarca la psicóloga de Cláritas.
Para la especialista, dos temas centrales de la salud mental de todos los ucranianos por esta guerra son el trauma y el duelo.
Civiles en la batalla: neurosis de guerra
Respecto a los civiles que se están instruyendo para ir a la guerra, Fernández-Velilla afirma que “el sentimiento de pertenencia, de unidad y de luchar por una causa común hace que muchos civiles se hayan unido al ejército para defender a su país. Pero el someterse a los niveles de estrés tan elevados, que implica formar parte activa de un conflicto armado, hace que pueda desembocar en problemas como el trastorno por estrés postraumático”.
De hecho, tras la Primera Guerra Mundial se acuñó un término para describir el estrés postraumático tras la batalla: neurosis de guerra. Se trata de una reacción ante la intensidad de los bombardeos y la lucha que produce una impotencia que se traduce en pánico, estar asustado, sentir deseos de huir o en una falta de capacidad para razonar, dormir, caminar o hablar.
Fernández-Velilla recuerda que una guerra está llena de eventos traumáticos “que dejan mucho poso en los que lo viven”. Muchos habrán perdido a seres queridos, sus casas, trabajos, en definitiva, su modo de vida.
“Todos esos duelos por hacer tendrán graves secuelas en su salud mental. Ahora mismo están centrados en uno de los instintos más básicos del ser humano, el de supervivencia. No obstante, las consecuencias van mucho más allá y los efectos traspasarán generaciones”, concluye la psicóloga.
Las guerras son devastadoras. Desde el confort de nuestros hogares, es difícil llegar a comprender lo que está pasando por la cabeza de los millones de ucranianos desde que el 24 de febrero Rusia atacase su país. Muchos de ellos ahora están desplazados, miles se han alistado para combatir contra el invasor, algunos permanecen en las zonas atacadas en refugios, otros desde sus ciudades –aún en calma– contemplan con miedo la evolución del conflicto y no debemos olvidar a los que han fallecido.
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