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¿12/8? ¿90/70? Qué significan los números que miden la tensión y cómo interpretarlos
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controlarla es importante

¿12/8? ¿90/70? Qué significan los números que miden la tensión y cómo interpretarlos

En algunas ocasiones nos habrán echado estos números a la cara sin que sepamos exactamente qué quieren decir o a qué hacen referencia. Aquí te explicamos todos los detalles

Foto: Foto: iStock.
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Pongamos que vamos al médico y que este nos diga: "Uy, tienes la presión arterial en 13/9, tenemos que controlar eso". Vale, en ese caso, sabemos que tendremos hipertensión (que es una de las principales causas de enfermedades cardiovasculares, que ponen en serio riesgo la vida), y que es muy posible que dependamos de medicación para controlar los niveles de presión sanguínea.

Pero muchos de nosotros, en realidad, no sabemos a partir de qué número que nos dicen es alto (o bajo), o por qué hay dos en vez de uno solo, qué es la presión sistólica o diastólica, cómo se mide o lo más básico de todo: qué es la tensión sanguínea.

"La presión arterial alta no tratada aumenta el riesgo de ataque cardiaco, accidente cerebrovascular y otros problemas de salud"

Empecemos por el principio: todas las células de nuestro cuerpo necesitan oxígeno, energía y otros nutrientes; sustancias esenciales para llevar a cabo su función. Da igual que sea el cerebro o las células de la piel de nuestra rodilla. Lo obtienen, como bien sabemos, gracias a la sangre. Debido a la necesidad continua, cada segundo, de cada día, es necesario un suministro constante de sangre a las células. Por eso existe un circuito cerrado (nuestras venas y arterias) que llegue a los más remotos confines de nuestro organismo.

Este pasa por los pulmones (donde deposita dióxido de carbono y recibe oxígeno), por el intestino y el hígado (donde recibe nutrientes), por otros órganos esenciales (como el bazo) y, por último, a las células, donde el ciclo vuelve a comenzar.

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Foto: iStock.

Pero hace falta algo que transmita energía a toda esa sangre (casi 5 litros en un ser humano adulto) para que no pare de moverse. Ese es el trabajo del corazón. Este órgano es una bomba (no de las que hacen explosión, al menos no si todo va correctamente) que, con un ritmo constante, empuja la sangre por nuestros vasos sanguíneos. El ciclo cardiaco es considerablemente complejo, pero, en general, lo diferenciamos en dos grandes fases: sístole y diástole.

La sístole es el momento en el que los ventrículos (las dos grandes cavidades -y las más musculadas- de nuestro corazón) se contraen. En un primer momento, las válvulas permanecen cerradas (la mitral y la tricúspide, que conectan los ventrículos con sus respectivas aurículas, están cerradas, pues su diseño impide la regresión de la sangre a las aurículas, y la aórtica y la pulmonar no han recibido todavía la orden de abrirse), lo que aumenta la presión dentro de los ventrículos sin alterar el volumen.

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Foto: iStock.

Acto seguido, la aórtica y la pulmonar se abren (que es, en realidad, lo que produce el característico sonido fuerte que podemos percibir), lo que hace que la sangre salga de los ventrículos en dirección a los pulmones (proveniente del ventrículo derecho) y hacia la aorta (y el resto del cuerpo, impulsado por el ventrículo izquierdo), al ser la presión mucho mayor que la que existe en esos vasos sanguíneos. Es justo ahí cuando hablamos de "tensión sistólica", o la más alta de las dos.

Acto seguido, los ventrículos se relajan, lo que disminuye la presión en su interior y comienzan a llenarse con sangre que viene de las aurículas (las cavidades más pequeñas, situadas encima de los ventrículos, que se han ido llenando pasivamente de sangre), finalmente estas se contraen, inyectando sangre a los ventrículos, y el ciclo comienza de nuevo. Es este momento el que consideramos diástole, cuando menos presión se ejerce en los vasos sanguíneos y lo que medimos como presión diastólica (o la baja de los dos números que nos dan).

placeholder Un poco alta. (iStock)
Un poco alta. (iStock)

La presión arterial (o tensión) es la fuerza que ejerce la sangre de nuestro sistema vascular contra las paredes del mismo. Si los latidos del corazón son muy fuertes, tenemos mucha sangre y las arterias están contraídas, el espacio para esa sangre disminuye y medimos una tensión más alta. Por el contrario, si los latidos son débiles, si tenemos poca sangre en nuestro organismo o si las arterias están muy relajadas, hay más espacio del estrictamente necesario, por lo que la presión que ejerce la sangre en las paredes de las venas y arterias es mucho menor. Dicho de otro modo, tendremos la tensión baja.

Esto se mide en milímetros de mercurio (mmHg) gracias a la ayuda de un tensiómetro. Este sistema, aunque absolutamente desfasado, sigue siendo la base de esta rama de la medicina, y se define como la presión que ejerce la sangre (a través del manguito inflable que nos ponen en el brazo) sobre una columna de mercurio. Se trata de un invento del físico italiano Evangelista Torricelli del año 1643, diseñado para medir la presión atmosférica, pero que todavía utilizamos en nuestros tiempos.

placeholder Sección del corazón.
Sección del corazón.

Los valores correctos de la tensión arterial dependen de múltiples factores, como el sexo o la edad. A pesar de ello, los protocolos médicos estipulan una tensión sistólica (el número grande) comprendida, como explican desde los National Institutes of Health de EEUU, entre los 90 mmHg y los 120 mmHg. La baja (diastólica) debe estar situada entre los 60 y los 80 mmHg. Pongamos un ejemplo: alguien con una tensión arterial de 123/88 mmHg la tendrá alta, y alguien con una de 92/58 mmHg la tendrá bien, aunque baja dentro de la normalidad.

De los dos valores (aunque ambos son importantes), el más preocupante es el primero, el alto, pues es el que puede desencadenar episodios vasculares peligrosos con más facilidad. Del mismo modo, un desequilibrio anormal entre ambos números puede indicar una patología cardiovascular. Cuando la presión arterial supera los 140/90 mmHg, se considerará que existe hipertensión arterial y se deberán tomar medidas médicas inmediatas para contrarrestarla.

Foto: Cada vez son más las personas hipertensas de menos de 30 años. (iStock)

Por último, es necesario puntualizar que, en diversas ocasiones, habremos oído afirmaciones de este tipo: "El paciente tenía la tensión en 8/5 en el momento del ingreso". Esto puede resultar absurdo dados los rangos de normalidad que hemos establecido un poco más arriba (si fuera así, el paciente estaría sin sangre en las venas). Esto se debe, solamente, a la omisión, en muchas ocasiones, del último dígito por cuestiones de practicidad. Una tensión de 123/81 mmHg se denominará 12/8. Sin más.

El control de nuestra tensión arterial es muy importante. Como explican desde la reputada Clínica Mayo de EEUU, "la presión arterial alta no tratada aumenta el riesgo de ataque cardiaco, accidente cerebrovascular y otros problemas de salud graves", con lo que controlarla es más que necesario. Además, cuanto más alta es, más le cuesta a nuestro corazón hacer que la sangre se mueva por nuestro sistema sanguíneo, por lo que estaremos poniendo sobre este órgano una carga mayor, pudiendo llegar a exceder sus capacidades.

Pongamos que vamos al médico y que este nos diga: "Uy, tienes la presión arterial en 13/9, tenemos que controlar eso". Vale, en ese caso, sabemos que tendremos hipertensión (que es una de las principales causas de enfermedades cardiovasculares, que ponen en serio riesgo la vida), y que es muy posible que dependamos de medicación para controlar los niveles de presión sanguínea.

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