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Los materiales de los que están hechos los táperes afectan a la salud
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EL CRISTAL MEJOR

Los materiales de los que están hechos los táperes afectan a la salud

Socorrido, versátil y funcional, el táper es un invento universal y el recipiente más utilizado para guardar, conservar y transportar alimentos o preparaciones culinarias. Pero ¿son seguros para la salud?

Foto: Los táperes han sido una auténtica revolución para miles de personas. (iStock)
Los táperes han sido una auténtica revolución para miles de personas. (iStock)

Desde que Earl Silas Tupper inventó el táper en 1947, este se ha convertido en el recipiente más socorrido y recurrente para guardar y conservar los alimentos o para llevar preparaciones hechas de casa al trabajo, a un evento al aire libre, a la playa o al campo. De hecho, estas tarteras son las compañeras indispensables de los trabajadores que no pueden (o no quieren) abrir la cartera todos los días para comer fuera y las aliadas inseparables de quienes quieren mantener una alimentación saludable y nutricionalmente más interesante que la que proporcionan los restaurantes o los socorridos menús del día de los comedores o de los bares cercanos. Aunque comer de táper no constituye para muchos el almuerzo ideal, lo cierto es que posibilita ahorrar unos cuantos euros en gastronomía, permite disponer de más tiempo de descanso en esta franja horaria o aligerar las ingestas. Además, este tipo de fiambreras son cómodas y funcionales, pues solo hay que retirar la tapa, calentar en el microondas y, finalmente, degustar la elaboración que hemos preparado. Pero ¿estos envases son seguros? ¿Hay otras alternativas?

Mejor cristal que plástico

Aunque comer de táper puede ser tan saludable como hacerlo en casa, los expertos aconsejan considerar varios aspectos. En primer lugar, es importante valorar el material del que está hecha la fiambrera, pues no proporciona el mismo grado de seguridad alimentaria o de conservación de los alimentos el vidrio que el plástico. Este último material contiene compuestos químicos, como bisfenoles, los cuales, según la OCU, pueden migrar a los alimentos y, por tanto, contaminar la comida, aunque el peligro de intoxicación aguda es mínimo. El riesgo de transferencia aumenta, según esta organización, cuando se calienta la comida dentro del recipiente en el microondas, por el contacto directo entre los alimentos y el envase, o cuando se guardan en dicho envase alimentos rebosantes de grasas, esterilizados o pasteurizados. Además, las tarteras de este material son más propensas a deteriorarse, sobre todo cuando se introducen en el congelador o se limpian en el lavavajillas. A lo que se añade que en ocasiones absorben los olores y los sabores, lo que puede modificar algunas propiedades organolépticas de los alimentos.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

Por su parte, el vidrio se perfila como un material mucho más inocuo que el plástico para almacenar las elaboraciones culinarias. Aunque las fiambreras de vidrio son más pesadas, pudiendo resultar más molestas de manipular, y cuestan un poco más que las de plástico, son más fáciles de limpiar y ofrecen más garantías sanitarias. De hecho, según la OCU, son impermeables al oxígeno y a la humedad, los cuales producen el deterioro de los alimentos. Además, no absorben los olores ni los sabores, evitan la migración de partículas cuando entran en contacto con el calor y no se deforman ni se estropean con la utilización.

Las reglas de uso

Asimismo, el táper es un envase muy polivalente, pues lo mismo sirve como medio de conservación y de transporte de los alimentos que vale de recipiente para comer las preparaciones culinarias. Puesto que es una de las 'vajillas' más utilizadas, se aconseja mantener algunas medidas de higiene necesarias. Para que no acumulen olores, ni restos, mucho más difíciles de limpiar a posteriori, es recomendable fregarlos –nunca con la parte áspera del estropajo para no rayarlo– tras consumir lo que hay en su interior. Además, cada cierto tiempo es conveniente meterlos en una solución de agua con vinagre, con limóno con bicarbonato, pues de esta manera se evita la acumulación de bacterias tanto en las ranuras como en las tapas.

Los de vidrio son impermeables al oxígeno y a la humedad y no absorben olores ni sabores

Por otra parte, es importante tener en cuenta que, aunque las tarteras son los clásicos para guardar las comidas, hay algunas recetas que no son aptas para introducir en este tipo de envases, ya sea porque no soportan bien la espera y pierden sus cualidades nutricionales, porque se estropean o porque no aguantan el recalentado. Es el caso de los alimentos rebozados y empanados (croquetas, filetes rusos, empanadillas...) o de las ensaladas aliñadas, pues con el paso de las horas pierden su textura crujiente. El arroz redondo, las patatas y algunos tipos de carne, como las pechugas, quedan resecos cuando se calientan por segunda vez. Igualmente, hay que tener precaución con las tortillas poco hechas, con las salsas delicadas, como la mayonesa, y con algunas carnes procesadas, como la picada, puesto que son más propensas a deteriorarse.

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Foto: iStock.

Tarros de cristal, una alternativa de tendencia

El incremento de la popularidad de los envases de vidrio está desplazando a las clásicas fiambreras de plástico. De hecho, han surgido nuevos formatos hechos en este material que se han convertido en tendencia y que constituyen la quintaesencia de una alimentación saludable. Es el caso de los tarros de cristal, en los que se preparan recetas que después se saborean en otro lugar. Se perfilan, tal y como se apunta en el libro 'Cómete el tarro', de Marta Vergués, como los sustitutos de los clásicos táperes, pues conservan mucho mejor los alimentos y, a diferencia de los envases de plástico, son sostenibles, higiénicos, reutilizables, ecológicos y, además, no modifican el sabor de los alimentos. A esto se añade que permiten mantener una alimentación saludable y, por tanto, cuidar la línea, pues admiten numerosas combinaciones de viandas saludables: desde alimentos crudos, como patés, salsas, frutas o vegetales, hasta otros cocinados, como sopas, pastas o estofados.

Desde que Earl Silas Tupper inventó el táper en 1947, este se ha convertido en el recipiente más socorrido y recurrente para guardar y conservar los alimentos o para llevar preparaciones hechas de casa al trabajo, a un evento al aire libre, a la playa o al campo. De hecho, estas tarteras son las compañeras indispensables de los trabajadores que no pueden (o no quieren) abrir la cartera todos los días para comer fuera y las aliadas inseparables de quienes quieren mantener una alimentación saludable y nutricionalmente más interesante que la que proporcionan los restaurantes o los socorridos menús del día de los comedores o de los bares cercanos. Aunque comer de táper no constituye para muchos el almuerzo ideal, lo cierto es que posibilita ahorrar unos cuantos euros en gastronomía, permite disponer de más tiempo de descanso en esta franja horaria o aligerar las ingestas. Además, este tipo de fiambreras son cómodas y funcionales, pues solo hay que retirar la tapa, calentar en el microondas y, finalmente, degustar la elaboración que hemos preparado. Pero ¿estos envases son seguros? ¿Hay otras alternativas?

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