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Medicina de altos vuelos (o cómo atender a un paciente en un avión)
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¿Qué me pasa, doctor?

Medicina de altos vuelos (o cómo atender a un paciente en un avión)

Atender una emergencia médica en un vuelo es una situación extremadamente improbable. Pero, llegado el momento, no es sencillo prestar la ayuda. Estos son los eventos más comunes y las carencias para la asistencia sanitaria

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En el inicio de la magnífica Uno de los nuestros, Ray Liotta confiesa: “Desde que tengo memoria, siempre quise ser un gánster”. Todos hemos tenido anhelos de juventud, aunque, supongo, de carácter menos facineroso. Uno de los míos era viajar en un avión y que, de repente, el personal de cabina solicitase mis servicios a la voz de ¿hay algún médico a bordo?

La necesidad de atender a 36.000 pies de altura al pasajero de un avión (por problemas que pueden ser desde banales a muy serios) es una situación que no sucede con frecuencia, pero que acontece cuando uno menos se lo espera. En un estudio publicado en el New England Journal of Medicine, los autores estiman que se produce una emergencia médica en un avión por cada 604 vuelos o, dicho de otra manera, 16 por cada millón de pasajeros. Otras fuentes calculan que durante un año se producen unos cien fallecimientos en pleno vuelo, y que, en su mayoría, se deben a infartos de miocardio (un 86%, aproximadamente). ¿Son muchos, son pocos?

Las 5 emergencias más frecuentes son el síncope/presíncope en un 37,5% de las ocasiones o problemas respiratorios (12,1%)

La incidencia real de las emergencias médicas de altos vuelos resulta difícil de determinar, puesto que no existe una definición de lo que es realmente una emergencia en vuelo (una parada cardiaca no es lo mismo que un simple mareo). Tampoco hay un sistema fiable de recolección de los datos y, lo más importante, no existe obligatoriedad por parte de las compañías para informar de los sucesos acontecidos.

Con todo lo anterior, resulta difícil conocer cuáles son las emergencias más frecuentes en los aviones. En el estudio del New England Journal of Medicine consideran que las cinco emergencias más frecuentes son el síncope/presíncope, en un 37,5% de las ocasiones (en palabras llanas, desmayo/predesmayo), problemas respiratorios (12,1%), náuseas o vómitos (9,5%), síntomas cardiacos (7,7%) y convulsiones (5,8%).

¿Hay un médico en el pasaje?

Todo esto está muy bien, pero ¿quién atiende a los pasajeros de un avión? Todo el personal de cabina es sometido a entrenamiento en primeros auxilios y reanimación cardiopulmonar básica, pero ante situaciones graves su aportación puede ser insuficiente, por lo que surge la necesidad de solicitar ayuda especializada entre el pasaje.

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Según las estadísticas, quien responde a la emergencia en el aire es un médico entre el 40 y el 50% de las veces. El resto de oportunidades se la reparten entre los propios asistentes de vuelo u otro tipo de sanitario que se encuentre en el avión.

Curioso los datos de los galenos: hay un estudio que incluso asevera que en el 90% de los aviones hay uno, justificado por el hecho de que somos pasajeros frecuentes por los desplazamientos a los congresos. Este argumento me parece un mito urbano, aunque también es verdad que, hoy en día, ser médico o viajar en avión son circunstancias poco excepcionales.

Foto: LA TAP ANUNCIA UNA HUELGA

Las compañías Lufthansa, Austrian Airlines y Swiss poseen un programa específico al que puede apuntarse cualquier médico. En el caso de que los inscritos presten asistencia en uno de sus aviones se les gratifica con 5.000 millas y se les otorga una chapa para colocar en la maleta que reza Doctor on Board. Toma ya. El compromiso cubre al facultativo frente a cualquier indemnización que pudiera reclamar el pasajero atendido, lo cual, en consonancia con los tiempos que corren, es igualmente apetecible. Creo que me voy a inscribir en cuanto tenga un rato.

Equipamiento para primeros auxilios

¿Qué equipamiento llevan los aviones? Si es pequeño (menos de 100 asientos), el avión dispone de un kit básico de primeros auxilios. En aviones más grandes y para largas distancias en los que en algún punto del recorrido el aeroplano va a estar a más de una hora de un aeropuerto, se recomienda un botiquín más especializado que contiene jeringas, sistema de sueros, sondas, fármacos de aplicación endovenosa y un largo etcétera que incluye, pásmense, pinzas para después de cortar el cordón umbilical. Pero es imposible que el avión porte todo lo necesario para cualquier emergencia.

En 1995, los cirujanos Angus Wallace y Tom Wong embarcaron en Hong-Kong con destino Londres. A las dos horas, una pasajera comenzó a quejarse de un dolor de pecho. Confesó que había tenido un accidente de tráfico yendo al aeropuerto, y que había ocultado el alcance de sus heridas para evitar que le impidiesen embarcar. Ambos cirujanos descubrieron que había desarrollado un neumotórax a tensión, debido a que una esquirla de costilla fracturada había agujereado el pulmón.

Un neumotórax a tensión se produce cuando aire del pulmón se escapa a la cavidad que hay entre este y las costillas

Un neumotórax a tensión se produce cuando aire del pulmón se escapa a la cavidad que hay entre este y las costillas y que en condiciones normales es un espacio virtual con presión negativa. Si el aire entra en dicha cavidad puede colapsar el pulmón y la única solución posible es evacuarlo.

Sin entrar en grandes detalles técnicos, la intervención de ambos cirujanos fue magistral y digna de McGyver: a través de una incisión en la piel hecha con un cuchillo y un tenedor, introdujeron entre las costillas una percha revestida de una sonda de orina, todo ello esterilizado con un buen coñac de primera clase. Luego improvisaron un sistema de vacío con unas botellas de plástico. Y lo curaron. Lo que leen. Cuando se difundió la hazaña, me encontraba yo en el último curso de Medicina y recuerdo que la noticia me fascinó. No solo porque habían resuelto una emergencia en el aire, sino porque me di cuenta de que, en realidad, cuando te licencias sabes mucha teoría, pero nada sobre curar a un semejante.

Llegó mi día

Unos veinte años después de la proeza del neumotórax, llegó mi día Ray Liotta. Regresaba de un congreso en San Francisco y estábamos a punto de sobrevolar el océano Atlántico cuando la voz de la azafata nos despertó a algunos: "Is there a doctor on board?". Me levanté de un salto con ese resorte que tenemos todos aquellos que estamos curtidos en mil emergencias médicas, y acudí al encuentro de la primera azafata que viese en el angosto pasillo.

A diferencia de cómo había idealizado la escena tantas veces, me sorprendió la indiferencia de los restantes pasajeros, puesto que unos dormían y otros presenciaban aquella escena con actitud ajena. No era como esperaba, pero, claro, el avión estaba lleno de cirujanos que regresaban del mismo congreso. Cuando llegué a las filas donde se encontraba el pasajero enfermo, una mujer me cortó el paso, y me explicó en su idioma y de forma taxativa (eso que los anglófilos llaman flema inglesa) que el paciente había tenido un presíncope pero que ahora estaba estable, que le había puesto una vía con suero y que había dado instrucciones para desviar el vuelo hacia la primera ciudad con un hospital grande. Vamos, que ni me dejó acercarme.

La realidad a bordo en la atención de emergencias que comprometen la vida de un pasajero puede ser dramática

Aterrizamos en Montreal siguiendo las (incontestables) orientaciones de mi colega, y el pasajero fue desembarcado sin más complicaciones, más fresco que una lettuce. Curiosamente, años después, yendo a otro congreso, nos solicitaron un médico sobrevolando las Azores. Con la lección aprendida me levanté de manera más pausada, y cuando llegué al pasajero que respiraba con dificultad, ya estaba con un médico norteamericano que se ajustaba el fonendo en posición. ¿Quién diablos viaja con el estetoscopio en la cabina?, pensé. Recordé aquella escena de Aterriza como puedas donde la azafata le pregunta a Leslie Nielsen si es médico, cuando este lleva todo el viaje con el fonendo puesto en las orejas, y me volví a mi asiento con una sonrisa en la cara, puesto que al viajero no le pasaba nada. Dos a cero.

Foto: La reanimación cardiopulmonar (RCP) se puede usar para tratar de reiniciar el corazón de alguien si este se ha detenido.

La realidad a bordo en la atención de emergencias que comprometen la vida de un pasajero puede ser dramática. Supongamos que un viajero entra en parada cardiorrespiratoria. Para empezar necesitamos tumbarlo en el suelo (necesitará compresiones torácicas y estas solo son efectivas en superficies duras), y la única opción es el pasillo, lo cual supone un problema muy serio: por un lado, el reanimador no tiene sitio, y por otro, se bloquea la circulación del personal de cabina trayendo el botiquín y/o el desfibrilador semiautomático (que también está disponible en los aviones).

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Habría que añadir el revuelo formado por el resto de pasajeros: unos lamentándose, otros grabando con el móvil y otros tantos (los peores) que lanzarían opiniones sin saber. No. Sería fundamental llevarlo al galley (la parte de los aviones destinada a la preparación del catering) para permitir tanto maniobrabilidad como privacidad. Pero no se engañen: no todos los que responden a la llamada son reanimadores experimentados, y el movimiento de la aeronave así como el ruido de los motores van a dificultar mucho la tarea, por lo que la empresa puede tener mal resultado.

La mejor medicina de altos vuelos

De todas maneras, está claro que las posibilidades de supervivencia del sujeto aumentan con actitudes proactivas de aquellos que lo auxilian, y que hay que hacer lo posible para evitar un fatal desenlace a miles de pies de altitud.

Los problemas de salud graves no avisan. Pueden suceder en pleno vuelo o al llegar a su destino. Chequéense antes de cruzar el charco

Señoras y señores pasajeros, la mejor medicina para las emergencias de altos vuelos es la prevención. No embarquen en viajes largos sin un chequeo previo de salud. Piensen que viajan a otros continentes, con sistemas sanitarios diferentes, algunos no universales, y que los problemas de salud graves no avisan. Pueden suceder en pleno vuelo, o al llegar a su destino, idílico pero inhóspito en cuestiones sanitarias. Chequéense antes de cruzar el charco, ¿no recuerdan aquellos anuncios de la DGT en los que se preconizaba la revisión de los neumáticos antes de desplazamientos estivales? Pues esto es lo mismo: hay que revisarse las llantas corporales para evitarse disgustos y daños a terceros.

El paciente que desembarcó en Montreal no debería haber subido a aquel avión sin una consulta previa con el médico. Si bien nos produjo un retraso de 12 horas, nadie en el pasaje rechistó, porque, ante esas circunstancias, lo primero es garantizar la salud. A mi colega inglesa el sobrecargo la reubicó en primera el resto del viaje, y tuvo la gentileza de obsequiarle con un montón de cheques de la compañía canjeables por millas. Por cierto, que la compañía era Lufthansa. ¿Le daría también la chapa?

Que se mejoren.

En el inicio de la magnífica Uno de los nuestros, Ray Liotta confiesa: “Desde que tengo memoria, siempre quise ser un gánster”. Todos hemos tenido anhelos de juventud, aunque, supongo, de carácter menos facineroso. Uno de los míos era viajar en un avión y que, de repente, el personal de cabina solicitase mis servicios a la voz de ¿hay algún médico a bordo?

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