Científicos españoles descubren cómo frenar la peor consecuencia del hígado graso
Un estudio liderado por científicos gallegos ha detectado una proteína implicada en la fibrosis hepática, para la que no existe tratamiento y que es el principal motivo para remplazar el órgano. Bloquearla puede evitar la mala evolución
La cuarta parte de la población adulta tiene hígado graso, la principal causa de enfermedad hepática crónica (y también de cirrosis y cáncer de hígado en los países desarrollados). Su desarrollo es asintomático y cuando se detecta ya está en fases 1 o 2. Lo normal es que la enfermedad no revista complicaciones, pero hay personas en las que evoluciona a fibrosis y de aquí al trasplante. De momento, dieta y ejercicio son el único tratamiento posible.
El panorama puede cambiar radicalmente en no mucho tiempo y los promotores del cambio son científicos del Cimus (Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas), que han liderado una investigación internacional que ha permitido identificar una proteína, la CPT1A, que está elevada en las células que provocan la fibrosis. Si se inhibe la proteína, la actividad de las células estelares (las que producen fibrosis) disminuye y también el daño en el hígado. Es decir, la CPT1A se perfila como una diana terapéutica.
Banco de pruebas
Desde el hallazgo en el laboratorio hasta disponer de un tratamiento de uso humano –si es que llega– han de pasar años, pero ya se puede considerar un paso muy importante para frenar la fibrosis metabólica derivada del hígado graso, un trastorno cada vez más frecuente y ligado al creciente número de personas con obesidad y diabetes tipo 2. “A corto plazo, este trabajo permite asentar los pilares para entender el metabolismo de las células estelares, responsables de la fibrosis en el hígado. Y a medio plazo, esperamos aplicar este conocimiento para desarrollar terapéuticas que supriman la acción de CPT1A”, confirma Marcos Fernández Fondevilla, primer autor del estudio, que se ha publicado en 'Journal of Hepatology'.
Para la investigación se han utilizado cultivos de células estelares, modelos animales y muestras de biopsias hepáticas de 27 pacientes con diferentes grados de fibrosis. Los científicos han detectado niveles altos de CPT1A en las muestras humanas y en el hígado de ratones alimentados con una dieta alta en grasa. Los autores subrayan que han demostrado que “las células estelares usan grasa, en particular una grasa saturada llamada ácido palmítico, para obtener la energía necesaria para activarse, produciendo así una fibrosis”, y tanto in vitro como en los animales “bloqueando la proteína se ha ralentizado el desarrollo de la enfermedad”.
El siguiente paso debería ser “determinar si una dieta con bajo contenido en ácido palmítico ejerce un papel beneficioso en pacientes con hígado graso”, avanza Fernández.
Riesgo individual
Pero más que rebajar el consumo de ácido palmítico (presente sobre todo en el aceite de palma, empleado en la industria alimentaria), cabe preguntarse si suprimir completamente esta grasa de la dieta evitaría la activación de la proteína CPT1A y, en consecuencia, la enfermedad. En su respuesta a Alimente, el científico califica de “muy interesante” esta hipótesis y la alimentación personalizada podría ser útil en algunos pacientes para evitar la fibrosis.
“A día de hoy no se puede predecir qué pacientes con hígado graso tendrán fibrosis, pero una vez que la han desarrollado, el pronóstico es mucho peor. Es decir, existe un riesgo más alto de progresión a cirrosis y hepatocarcinoma y más mortalidad”, agrega.
Medir los niveles de CPT1A en una biopsia hepática puede ser útil para saber en qué grado de activación se encuentran las células que causan fibrosis
Disponer de un marcador biológico que indique cómo va evolucionando la enfermedad de hígado graso sería positivo. Y esta es una posible aplicación de la proteína a la práctica clínica. Según Fernández, “actualmente, la única técnica aprobada para el diagnóstico clínico de hígado graso con fibrosis es la biopsia hepática”, pero en el estudio se ha comprobado que “medir en esa muestra los niveles de CPT1A puede ser útil para saber en qué grado de activación se encuentran las células estelares”, y esto ofrecería una información más exacta de en qué punto está la enfermedad.
La aplicación más evidente de este hallazgo es desarrollar terapias farmacológicas que tengan como diana la proteína CPT1A. Los científicos tienen claro que “el potencial en el bienestar de los pacientes y en el mercado es enorme, ya que a día de hoy no existe ninguna terapia farmacológica aprobada frente a esa enfermedad”.
Ahora bien, hay que tener claro que la utilidad no sería la misma para todos los afectados y depende de la susceptibilidad individual a la activación de la proteína en presencia de las grasas saturadas, una reflexión que confirma el primer autor: “Hemos encontrado una correlación entre niveles de CPT1A y fibrosis, pero al mismo tiempo hemos observado una gran variabilidad interindividual. Esto sugiere que hay factores genéticos y ambientales, como por ejemplo el estilo de vida, el sexo y la edad, que también juegan un papel importante en la activación de CPT1A y, en consecuencia, en el desarrollo de fibrosis”.
La cuarta parte de la población adulta tiene hígado graso, la principal causa de enfermedad hepática crónica (y también de cirrosis y cáncer de hígado en los países desarrollados). Su desarrollo es asintomático y cuando se detecta ya está en fases 1 o 2. Lo normal es que la enfermedad no revista complicaciones, pero hay personas en las que evoluciona a fibrosis y de aquí al trasplante. De momento, dieta y ejercicio son el único tratamiento posible.