Identifican el grupo sanguíneo con mayor riesgo de ictus antes de los 60 años
El mayor análisis hasta la fecha apunta a que las variantes genéticas asociadas con el tipo de sangre de una persona pueden estar relacionadas con su riesgo de accidente cerebrovascular temprano
Alrededor de 120.000 españoles sufren cada año un accidente cerebrovascular, de los cuales un 50% quedan con secuelas discapacitantes o fallecen, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). El también conocido como ictus es la segunda causa de muerte en nuestro país (la primera en mujeres), la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia. La alta incidencia a nivel mundial de esta afección del flujo sanguíneo produce la necesidad de adentrarse a conocer cuanto más mejor el origen de la misma, especialmente cuando afecta a una franja de edad que no suele ser la común.
Una nueva investigación publicada este miércoles en la revista médica de la Academia Estadounidense de Neurología, 'Neurology', apunta a que las variantes genéticas asociadas con el tipo de sangre de una persona pueden estar relacionadas con su riesgo de ictus temprano. Se trata de un metanálisis que incluye todos los datos disponibles de estudios genéticos sobre accidente cerebrovascular isquémico en adultos jóvenes, que es causado por un bloqueo del flujo sanguíneo al cerebro.
“Los tipos de sangre que no son 0 se han relacionado anteriormente con un riesgo de derrame temprano, pero los hallazgos de nuestro metanálisis mostraron un vínculo más fuerte entre estos tipos de sangre con el accidente cerebrovascular temprano en comparación con el tardío, y en la vinculación del riesgo principalmente con el tipo de sangre A”, explica el autor del estudio, Braxton D. Mitchell, investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland (Baltimore, EEUU). En concreto, el metanálisis sugiere que las variantes genéticas vinculadas al tipo de sangre A representan casi todas las genéticamente vinculadas con un derrame temprano. "Las personas con estas variantes genéticas pueden ser más propensas a desarrollar coágulos de sangre, lo que puede provocar un accidente cerebrovascular”, resume.
Este metanálisis es una revisión de 48 estudios sobre genética y accidente cerebrovascular isquémico de América del Norte, Europa y Asia. Los estudios incluyeron a 16.927 personas que habían sufrido un infarto cerebral y 576.353 personas que no. De aquellos con ictus, 5.825 lo tuvieron de inicio anterior y 9.269 de manera tardía. El de inicio temprano se definió como un accidente cerebrovascular isquémico que ocurre antes de los 60 años y el tardío es en mayores de esta edad.
Los investigadores observaron todos los cromosomas para identificar variantes genéticas asociadas con el accidente cerebrovascular. Encontraron un vínculo entre el derrame temprano y el área del cromosoma que incluye el gen que determina el tipo de sangre A, AB, B o 0.
Después dividieron a los participantes en los tipos de sangre A, AB, B y 0. Compararon la prevalencia de esos tipos de sangre en personas con accidente cerebrovascular temprano, ictus tardío y quienes no sufrieron un infarto cerebral.
Más riesgo en el grupo A
Los investigadores encontraron que los sujetos con accidente cerebrovascular temprano tenían más probabilidades de tener sangre tipo A y menos de sangre tipo 0 en comparación con las personas con una aparición tardía y los que nunca habían sufrido uno. Tanto el accidente cerebrovascular temprano como el tardío también tenían más probabilidades de tener sangre tipo B en comparación con los controles.
Al observar a las personas de ascendencia europea y comparar a 5.825 personas con un ictus temprano con 29.320 personas que no lo tuvieron, el metanálisis encontró que el 48% de las personas con un derrame temprano tenían el tipo de sangre A en comparación con el 45% de las personas con uno tardío y el 44% de las personas sin infarto cerebral. También hallaron que el 35% de las personas con accidente cerebrovascular temprano tenían el tipo de sangre 0 en comparación con el 39% de las personas con un ictus tardío y el 41% de las personas que no lo habían sufrido.
El tipo de sangre 0 tenía un 12% menos de riesgo de sufrir un derrame cerebral
Después de ajustar por sexo y otros factores, los investigadores encontraron que aquellos que tenían el tipo de sangre A tenían un 16% más de riesgo de sufrir un ictus temprano que las personas con otros tipos de sangre. Aquellos del tipo de sangre 0 presentaban un 12% menos de riesgo de sufrir un derrame cerebral que las personas con otros tipos de sangre.
Aún queda mucho por estudiar
“Este trabajo profundiza nuestra comprensión del desarrollo y los cambios de los accidentes cerebrovasculares de inicio temprano”, explica Jennifer Juhl Majersik, profesora de la Universidad de Utah y miembro de la Academia Estadounidense de Neurología, quien escribió un editorial que acompaña al estudio. “Se necesita investigación futura para ayudar a desarrollar una comprensión más precisa de cómo se desarrolla el infarto cerebral. Esto podría conducir a tratamientos preventivos específicos para el derrame de aparición temprana, lo que podría dar como resultado una menor discapacidad durante los años más productivos de las personas”, agrega.
En la misma línea sobre la necesidad de seguir investigando se muestra Fernando Ostos Moliz, especialista de la Unidad de Ictus del Hospital 12 de Octubre. Por ello, el médico explica a El Confidencial que este estudio no va a suponer ningún cambio inmediato en cuanto a prevención o tratamiento: "Ahora mismo no creo que vayamos a tratar distinto a pacientes que tengan el grupo A, B o 0".
El especialista en ictus destaca de este metanálisis la importancia de "intentar saber más sobre el ictus en general y especialmente en las personas jóvenes que, a priori, no tienen tanto riesgo de sufrir un ictus".
Alrededor de 120.000 españoles sufren cada año un accidente cerebrovascular, de los cuales un 50% quedan con secuelas discapacitantes o fallecen, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). El también conocido como ictus es la segunda causa de muerte en nuestro país (la primera en mujeres), la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia. La alta incidencia a nivel mundial de esta afección del flujo sanguíneo produce la necesidad de adentrarse a conocer cuanto más mejor el origen de la misma, especialmente cuando afecta a una franja de edad que no suele ser la común.