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Confirman el 'milagro' de la clemastina contra la esclerosis: un futuro prometedor para miles de españoles
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una cura más cerca

Confirman el 'milagro' de la clemastina contra la esclerosis: un futuro prometedor para miles de españoles

Es la primera vez en la historia que se documenta, gracias a pruebas de imagen, la reparación neuronal en una enfermedad neurodegenerativa. Los sucesivos logros están por llegar

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En 2017 pasó algo maravilloso. Un estudio de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), en EEUU, descubrió (y lo que es más importante, probó) que un antihistamínico común, la clemastina en forma de fumarato, era efectivo en la lucha contra la esclerosis múltiple. Las implicaciones de este descubrimiento eran masivas. Por un lado, no llegábamos a entender el porqué de este efecto, y por otro, eso significaba que una solución (o una ayuda, mejor dicho) contra una enfermedad que afecta, según datos de la Fundación Esclerosis Múltiple Madrid (FEMM), a 55.000 personas en nuestro país, o lo que es lo mismo, a 120 personas de cada 100.000 (o 1 de cada 800), estuvo durante décadas delante de nuestros ojos, sin saberlo.

La esclerosis es una enfermedad degenerativa del sistema nervioso central que se caracteriza por la pérdida de las vainas de mielina que protegen las fibras nerviosas y que, además, son esenciales a la hora de aumentar la potencia y velocidad de los impulsos nerviosos. Su desaparición, que está mediada por un mal funcionamiento de nuestro sistema inmunitario, que ataca estas células, provoca una pérdida de comunicación entre nuestro cerebro y el resto del cuerpo, lo que conduce a una pérdida de sensibilidad que comienza por los puntos más alejados del cerebro (los pies, donde llegan los nervios más largos) y se extiende hacia arriba, haciendo que perdamos el control de nuestras extremidades o, incluso, de todo nuestro cuerpo.

"Este es el primer ejemplo documentado de una reparación cerebral para una condición neurodegenerativa crónica"

También se caracteriza por desarrollarse (dependiendo del tipo de esclerosis múltiple) a través de crisis, periodos de tiempo limitados en los que la enfermedad empeora sustancialmente, para luego remitir. Mientras se encuentra en esos periodos de remisión, la enfermedad no mejora, pero tampoco se presenta ningún síntoma nuevo, del mismo modo que el nivel de parálisis no aumenta.

A día de hoy, a pesar de los avances que trataremos a continuación, la esclerosis múltiple no tiene cura conocida. Lo mejor que podemos hacer, al menos de momento, es intentar reducir la intensidad y la duración de esas crisis, gracias a determinados tratamientos.

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Eso, en efecto, es lo que descubrió en 2017 el equipo de Ari J. Green, director médico del Centro para la Esclerosis Múltiple de la UCSF. Él y su equipo, en un grupo de estudio comprendido por 50 pacientes de esclerosis múltiple, probaron que la administración de clemastina, un antihistamínico que funciona bloqueando los receptores de la histamina H1, mejoraba la reacción nerviosa ocular (cuyo deterioro es uno de los síntomas de la esclerosis múltiple), comparado con el grupo de estudio de control, que no recibía ningún tratamiento.

Además, como explicaban los investigadores en el propio estudio, la clemastina no tenía efectos secundarios severos, más allá de provocar una sensación de cansancio en los pacientes a los que se les administraba (cosa común en gran parte de los antihistamínicos).

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El problema es que hasta ahora, a pesar de saber los efectos sobre la enfermedad que tiene este medicamento, no habíamos podido medir su impacto con una escala más amplia, que nos dé datos concretos. Eso, por suerte, acaba de cambiar gracias al trabajo de un grupo de investigadores, liderado por el propio Ari Green y por el doctor Johan Chan, que han descubierto cómo medir los cambios de mielina.

En el cerebro, el agua que se queda atrapada entre las diferentes capas de mielina que envuelven los nervios. Esto hace que no le sea fácil moverse. Dicho de otro modo, podemos decir que el agua entre la mielina está estancada (no es algo malo), en comparación a la que se encuentra entre las neuronas. Esto es una propiedad exclusiva de la mielina y, gracias a nuestra capacidad actual de medir los niveles de agua en la mielina (denominada factor de agua-mielina) podemos inferir cuál es la degeneración de esta y, por tanto, el avance de la enfermedad.

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Como muestran sus resultados, los investigadores, gracias a este método, han podido demostrar que los pacientes de esclerosis múltiple que han sido tratados con clemastina han tenido modestos aumentos en el agua de la mielina, lo que indica, directamente, una reparación de estas células.

Como explica el propio Green, "este es el primer ejemplo documentado gracias a una resonancia magnética de una reparación cerebral para una condición neurodegenerativa crónica". Y continúa, recalcando el potencial que tiene este descubrimiento: "Este estudio nos da la primera prueba directa, validada biológicamente, y basada en imágenes, de la reparación de la mielina gracias a la clemastina. Esto será lo que establezca los estándares para las investigaciones de remielinización del futuro".

En 2017 pasó algo maravilloso. Un estudio de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), en EEUU, descubrió (y lo que es más importante, probó) que un antihistamínico común, la clemastina en forma de fumarato, era efectivo en la lucha contra la esclerosis múltiple. Las implicaciones de este descubrimiento eran masivas. Por un lado, no llegábamos a entender el porqué de este efecto, y por otro, eso significaba que una solución (o una ayuda, mejor dicho) contra una enfermedad que afecta, según datos de la Fundación Esclerosis Múltiple Madrid (FEMM), a 55.000 personas en nuestro país, o lo que es lo mismo, a 120 personas de cada 100.000 (o 1 de cada 800), estuvo durante décadas delante de nuestros ojos, sin saberlo.

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