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El médico que atendió a JFK (y que pudo descubrir la verdad sobre su asesinato)
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'¿Qué me pasa, doctor?'

El médico que atendió a JFK (y que pudo descubrir la verdad sobre su asesinato)

Se cumple el sesenta aniversario del asesinato de John F. Kennedy. Se ha especulado hasta la saciedad sobre si hubo un único asesino, pero pocos saben que el médico que lo atendió en urgencias pudo tener la clave del misterio

Foto: JFK en Dallas en 1963, momentos antes de su asesinato. (Flickr)
JFK en Dallas en 1963, momentos antes de su asesinato. (Flickr)

En el año 1963 se produjeron algunos sucesos notables para mi gusto: por primera vez en la historia se realiza la reimplantación quirúrgica de una mano, y Martin Luther King celebra su conocido discurso I have a dream en Washington. Pero si hay un acontecimiento que pone el mundo patas arriba ese año, es el asesinato de John F. Kennedy en Dallas el 22 de noviembre, efeméride que cumple su sexagésimo aniversario.

Se han escrito ríos de tinta sobre quién o quiénes fueron los culpables del crimen. ¿Fue Lee Harvey Oswald en solitario? ¿Hubo otros implicados? Las conjeturas se han sucedido a lo largo de estos sesenta años a través de libros y películas como JFK, caso abierto (Oliver Stone, 1991), que demuestran que la llama de la teoría de la conspiración sigue viva (y que generan una duda razonable). A este respecto, hay una figura de la que no se suele hablar y que pudo ser crucial a la hora de resolver el asesinato del trigésimo quinto presidente de los EEUU. Se trata del médico que atendió a JFK después del tiroteo en el servicio de urgencias del hospital de Parkland. Pero, antes de hablar de él, recordemos los hechos.

"¿Qué hacía un tipo abriendo un paraguas justo cuando pasa a su lado la comitiva de Kennedy?"

Según la versión oficial (la de que solo hubo un único asesino), Lee Harvey Oswald efectúa tres disparos en Dallas. El primero no alcanza el objetivo y se pierde. El segundo entra por la espalda de JFK justo en la base del cuello y sale por la garganta debajo de la nuez de Adán. Luego la bala alcanza al gobernador John Connally (que se encuentra sentado delante de Kennedy, en el asiento del copiloto), y después de realizar una trayectoria caprichosa por su cuerpo (pasa a ser conocida como la bala mágica), acaba alojada en la pierna de Connally. Y, finalmente, el tercer disparo vuela parte de la cabeza del presidente, tal y como muestran las terribles imágenes.

En cambio, la teoría de la conspiración postula la existencia de varios tiradores: uno que dispara por detrás de JFK (presumiblemente el propio Oswald), y otros que lo hacen de frente, desde un montículo situado al lado de la carretera por donde discurre la comitiva presidencial.

¿En qué se basan los amantes de la conspiración para afirmar esta hipótesis? En primer lugar, dan escasa credibilidad a la bala mágica, a la que consideran incapaz de atravesar a Kennedy y a Connally y producir tantas lesiones en ambos (y al mismo tiempo). En segundo lugar, afirman que la herida de la parte anterior del cuello de JFK (considerado como el orificio de salida si la bala vino por detrás) pudiera ser, en realidad, un orificio de entrada y no de salida, y confirma, por tanto, la existencia de dos (o más tiradores) que disparan de frente. Por último, el movimiento de la cabeza hacia atrás cuando el tercer proyectil impacta en la cabeza del presidente solo podría producirse si el disparo es frontal y no desde atrás.

placeholder Jacqueline Kennedy, momentos después de que su marido fuera alcanzado por el tercer disparo. (Flickr)
Jacqueline Kennedy, momentos después de que su marido fuera alcanzado por el tercer disparo. (Flickr)

Aquel día, en el hospital Parkland está de jefe de Urgencias nuestro protagonista, el Dr. Malcolm Perry. Kennedy entra en estado agónico pasadas las doce de la mañana. Tiene una lesión muy importante en la cabeza con pérdida de masa encefálica a causa del tercer disparo, y al Dr. Perry las posibilidades de recuperar al presidente se le antojan nulas. Aun así, decide iniciar las maniobras de resucitación, que incluyen la realización de una traqueostomía de emergencia [consiste en colocar una cánula en la tráquea a través del cuello en aquellos pacientes que se están ahogando]. Perry observa la herida de bala de Kennedy en el cuello y decide aprovecharla para meter la cánula de la traqueostomía a través del orificio. Toma el bisturí y realiza dos cortes transversales a cada lado para ensancharla y que la cánula entre bien en la tráquea presidencial. Una vez realizado el procedimiento, las maniobras de reanimación se mantienen porque se trata del presidente (en otras circunstancias, todos los médicos presentes y Perry, que lidera al grupo, ya las hubieran suspendido ante la ausencia de respuesta). Los minutos pasan y las expectativas decaen, hasta que alguien indica que el electrocardiograma no refleja actividad cardiaca. Deciden parar. Son las 13:00 horas y se decreta el fallecimiento de JFK.

Después de intentar salvar la vida del presidente de los EEUU, Malcolm Perry pasa a ser el médico más requerido del mundo por parte de los medios de comunicación. Tiene por aquel entonces 34 años y ya atesora una buena experiencia en medicina de emergencias, en concreto en pacientes con heridas de bala, de los que ha tratado casi doscientos. En una de las muchas ruedas de prensa que concede, declara que la herida en la parte de delante del cuello de Kennedy “me ha parecido una herida de entrada", y que no puede "garantizar que fuese seguro un orificio de salida de la bala”. Esas declaraciones levantan polvareda: ¿el agujero de la parte anterior del cuello es de entrada? ¿Kennedy ha sido disparado también por delante? ¿Hay más asesinos además de Oswald?

El Dr. Perry es llamado para dar su testimonio ante la comisión encargada de esclarecer los hechos (la famosa Comisión Warren). Su declaración, que se puede consultar en internet, resulta profesional y rica en detalles técnicos. Perry describe la herida del cuello como “un orificio pequeño, de unos 5 mm de diámetro”, que, en su opinión, “difícilmente puede coincidir con un orificio de salida porque normalmente dejan una herida irregular, en forma de estrella”. Pero, alertado por la polvareda que han desatado sus declaraciones a los periodistas y ante las muchas preguntas de los miembros de la comisión, decide concluir que “puede ser tanto de entrada como de salida”, sin meterse en grandes líos. Al final, la Comisión Warren dictamina que solo hubo un tirador y que este fue Lee Harvey Oswald, quien efectúa tres disparos: el primero falla, el segundo entra por la espalda de JFK y sale por delante de su cuello (y hiere a Connally), y el tercero le alcanza en la cabeza. La comisión tampoco se mete en líos y cierra el caso.

Aquel fatídico día, Malcolm Perry realizó una traqueostomía justo en la herida de bala del cuello, sin confirmar si era de entrada o de salida. Dadas las circunstancias, intentaba salvar la vida del presidente. No estaba para análisis balísticos, sino para actuar con urgencia. Alargó quirúrgicamente los bordes de la herida y, sin querer, destruyó una de las pruebas que hubiera podido confirmar (o no) la existencia de un disparo frontal, en el posterior análisis forense. Aun así, hizo lo que debía.

¿Hubiera confirmado el complot dicha autopsia? Pues tampoco podríamos asegurarlo: la autopsia oficial fue realizada en circunstancias sospechosas, y lo mismo sucedió con todo lo que rodeó al cadáver de JFK desde que se decretó su fallecimiento en Parkland hasta que llegó a Washington. Hay quien asevera, incluso, que la incisión de la traqueostomía de Perry se alargó deliberadamente en el Air Force One cuando se trasladó el cuerpo del presidente hacia Washington. ¿Conjeturas? ¿Hechos?

Perry recibió tanto acoso de la prensa que no tuvo más remedio que abandonar el área de Dallas y mudarse a casa de su suegra a casi mil kilómetros. Raramente volvió hablar sobre estos acontecimientos y se limitó a decir que “fue un día terrible y que no es un tema para hablar otra vez”. Su vida nunca fue la misma.

Foto: Robert y John Fitzgerald Kennedy fueron asesinados con apenas 5 años de diferencia.

¿Hubo conspiración en Dallas? Mañana domingo se emite en la televisión británica un documental titulado JFK Assassination: What Happened in the Trauma Room?, en el que se recogen opiniones inéditas de los médicos que atendieron a JFK en la urgencia de Parkland, grabadas en 2013 (no aparecerá Malcolm Perry, fallecido cuatro años antes). Todos los médicos que prestan este jugoso testimonio coinciden en que las lesiones que vieron en el cuerpo del presidente no pudieron producirse solo con la existencia de un único tirador. Espero que se emita pronto en nuestro país.

Si tuviera la oportunidad de viajar en el tiempo, no vacilaría en volver a aquella mañana del 22 de noviembre, en Dallas, para ver lo que ocurrió con mis propios ojos. He de confesar que no me quedan muchas dudas de que algo malo se estaba cociendo. Por ejemplo, ¿qué hacía un tipo abriendo un paraguas justo cuando pasa a su lado la comitiva de Kennedy? Si eso no es una maniobra extraña e intrigante, que venga Dios y lo vea (y luego que nos lo explique).

Que se mejoren.

En el año 1963 se produjeron algunos sucesos notables para mi gusto: por primera vez en la historia se realiza la reimplantación quirúrgica de una mano, y Martin Luther King celebra su conocido discurso I have a dream en Washington. Pero si hay un acontecimiento que pone el mundo patas arriba ese año, es el asesinato de John F. Kennedy en Dallas el 22 de noviembre, efeméride que cumple su sexagésimo aniversario.

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