Esto es lo que dice la ciencia sobre si es recomendable o no tomar paté en lata
En España, la ausencia de una regulación clara sobre la denominación del paté y el foie gras ha provocado confusión
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El paté en lata ha sido durante décadas un clásico en la alimentación de muchas familias españolas, especialmente en las meriendas escolares. Su alto contenido en hierro lo convirtieron en un básico del recreo. Sin embargo, desde hace años se cuestiona su impacto en la salud debido a su composición nutricional y al perfil de grasas que presenta.
Uno de los errores más frecuentes entre los consumidores es confundir el paté con el foie gras. Aunque ambos productos presentan un aspecto similar, su origen y preparación son diferentes. Como explican desde el Ministerio de Agricultura, el foie gras es el hígado graso de oca o pato, obtenido tras una alimentación forzada que provoca una hipertrofia del órgano. En cambio, el paté es una preparación elaborada con hígado, carne triturada y grasa —habitualmente de cerdo— mezclada con condimentos y cocinada al horno hasta formar una pasta.
Paté y foie gras, productos distintos
En España, la ausencia de una regulación clara sobre la denominación de estos productos ha provocado confusión. No es extraño encontrar latas etiquetadas como foie cuando, en realidad, contienen una pequeña proporción de hígado mezclada con otros ingredientes de inferior calidad. En muchos patés industriales ni siquiera hay hígado entre los componentes principales, lo que modifica de forma sustancial su perfil nutricional. De ahí que los expertos recomienden prestar especial atención a la lista de ingredientes antes de considerar el producto como una fuente relevante de hierro o vitaminas.
Desde el punto de vista nutricional, el paté en lata es un alimento muy calórico, con un elevado contenido en grasas, especialmente saturadas. Según el Ministerio de Agricultura, hasta un 33% de la grasa presente en estos productos puede ser saturada, lo que lo sitúa dentro del grupo de derivados cárnicos cuyo consumo debe ser moderado. Aunque puede aportar cantidades significativas de hierro, selenio y vitaminas como la A y la B12, sus beneficios se ven limitados por su perfil lipídico.
Grasas saturadas y recomendaciones sanitarias
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar la ingesta de grasas saturadas en una dieta saludable. Estas grasas, presentes también en la carne grasa, los quesos curados, la manteca de cerdo o el aceite de coco, están asociadas a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. La OMS considera aconsejable reducir su consumo y priorizar las grasas insaturadas, como las del aceite de oliva, los frutos secos o el pescado azul. Además, insta a evitar las grasas trans de origen industrial, habituales en productos ultraprocesados, bollería y patés de baja calidad.
El paté, por tanto, se considera un producto de consumo ocasional. Su textura agradable y su sabor concentrado pueden hacerlo atractivo para el paladar, pero no debe tener presencia habitual en una dieta equilibrada. Para quienes buscan fuentes alternativas de hierro, existen opciones menos calóricas y con un mejor perfil de grasas, como las legumbres, los frutos secos o los pescados azules.
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En definitiva, el paté en lata no es un alimento prohibido, pero tampoco recomendable como parte habitual del menú. La evidencia científica respalda que, por su alto contenido en grasas saturadas y colesterol, debe reservarse para momentos puntuales y no formar parte de la alimentación diaria, especialmente en personas con factores de riesgo como colesterol alto o hipertensión.
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El paté en lata ha sido durante décadas un clásico en la alimentación de muchas familias españolas, especialmente en las meriendas escolares. Su alto contenido en hierro lo convirtieron en un básico del recreo. Sin embargo, desde hace años se cuestiona su impacto en la salud debido a su composición nutricional y al perfil de grasas que presenta.