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¿Mezclar alimentos engorda? Todo sobre la dieta disociada
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¿Mezclar alimentos engorda? Todo sobre la dieta disociada

Es un error garrafal que podemos pagar con un malestar estomacal, además de la acumulación de grasas. Estas son las claves que hay que seguir para no equivocarse

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A pesar de que ahora se encuentra de plena vigencia y se habla de ella como si fuera una debutante en el mundo de los regímenes, lo cierto es que la dieta disociada es una veterana que goza de un largo recorrido. De hecho, data de 1911, como fruto de las investigaciones de William Hay. Este licenciado en Medicina por la Universidad de Nueva York tuvo la mala fortuna de desarrollar la enfermedad de Bright, una dolencia de carácter renal.

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Ante tal contingencia, optó por modificar su alimentación y estudiar si esta variación podía comportar una mejora de su estado de salud. A su juicio, ciertos alimentos no pueden mezclarse, como las proteínas y los hidratos de carbono, porque el cuerpo humano es incapaz de digerir ambos correctamente. Además, según aseguraba, la combinación puede incluso resultar perjudicial, pues las proteínas se pudren y las féculas fermentan provocando malestar como gases o ardores.

El argumento que esgrime para ello es que cada grupo de alimentos precisa de unos tiempos de absorción diferentes, con un pH específico -ya sea más ácido o alcalino-, además de involucrar para su digestión diferentes enzimas. No obstante, la combinación de alimentos se queda en tierra de nadie y no favorece a ningún grupo. Esto, según explica, se refleja finalmente en la báscula.

No debemos mezclar los alimentos porque cada cada grupo precisa de unos tiempos de absorción diferentes

Por lo tanto, esta dieta sostenía ya en sus orígenes que son las mezclas erróneas las responsables de que engordemos y acumulemos grasas. De modo que los alimentos se dividen en las siguientes categorías:

  • Los glúcidos. Los alimentos ricos en hidratos de carbono, como los cereales y las legumbres.
  • Los proteicos. Las carnes, los pescados y el marisco, además de los huevos y los lácteos.
  • Los neutros. Existe un equilibrio entre hidratos y proteínas. Un ejemplo de esta clase de productos son los aceites vegetales.

Resulta indudable que este médico puso la primera piedra de una dieta a la que con posterioridad otros fueron haciendo sus añadidos, incluido el francés Michel Montignac, hasta completar el 'edificio' que hoy contemplamos: la dieta disociada.

El origen de la dieta

Así, en 1951, el estadounidense Herbert McGolfin Shelton, que fue acusado de ejercer la medicina sin tener título, añadió nuevos elementos a la dieta de William Hay. Una de sus más famosas incorporaciones es que el consumo de fruta debe hacerse únicamente con el estómago vacío, y nunca al acabar una comida, pues fermenta. Estamos ante una falsa creencia que ha quedado desmentida. Sin ir más lejos, podemos citar al nutricionista Giuseppe Russolillo: “Una de las mejores cosas que se pueden hacer después de comer carne es tomar fruta, ya que mejora la biodisponibilidad de los minerales de la carne, entre ellos el hierro, algo especialmente interesante si se padece anemia”. También instaba a sus seguidores a que se abstuvieran de ingerir productos lácteos y azúcar.

En 1968, Albert Antoine propuso comer solo un tipo de alimento a lo largo del día


En 1968, el francés Albert Antoine hizo su particular aportación. En concreto, propuso comer solo un tipo de alimento a lo largo del día. El martes, carne, el miércoles fruta… Si lo hacemos bien, la báscula nos recompensará el esfuerzo con la pérdida de 3 o 4 kilos por semana. Una afirmación algo desafortunada, pues los propios nutricionistas afirman que puede propiciar grandes carencias nutricionales.

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La última puesta a punto corre a cargo del bioquímico francés Michel Montignac, ya fallecido a causa de un cáncer, que publicó varios libros con el objetivo de ayudarnos a lidiar con los kilos. Entre sus famosas publicaciones hallamos 'Comer, adelgazar y no volver a engordar', publicado en 2007 por la editorial Salsa Books. Este experto nos sugiere olvidarnos de la patata -que posee un índice glucémico muy alto al cocinarla-, nunca saltarnos una comida, tomar pan solo en el desayuno y evitar la cafeína. También para las frutas nos da unas pautas. Así, este alimento, según su método, está permitido entre horas o en el desayuno. Entre sus predilectas se encuentran las manzanas, los albaricoques, los melocotones, las cerezas, las peras, las ciruelas y las fresas. ¿Las desterradas? El melón, la sandía y los plátanos.

¿En qué consiste?

Tras décadas de muchos cambios con incorporaciones diversas, la dieta disociada se fundamenta en las siguientes reglas, aunque hay muchas más:

  • No se puede ingerir azúcar, aunque se admite cierta flexibilidad con los edulcorantes naturales.
  • El día se empieza con un vaso de agua caliente con zumo de limón y canela. Para desayunar deberemos esperar media hora.
  • La fruta, tal y como habíamos adelantado, debe tomarse de forma aislada a mediante mañana o por la tarde, pero nunca al finalizar una comida.
  • Los alimentos fritos tienen que prepararse con el aceite muy caliente para evitar que absorba en exceso la grasa. Además, hemos de emplear papel absorbente. Tras su uso, se desecha.
  • Tras las 19:00 horas no se pueden consumir hidratos de carbono ni proteínas de origen animal.

Los estudios hasta la fecha aseguran que nuestro estómago solventa con éxito una digestión en la que haya varios grupos de alimentos implicados sin que ello desemboque en un malestar estomacal o en la acumulación de grasas. Pero sí que es cierto que el aburrimiento de sabores al que nos somete una dieta como la disociada nos aboca a comer menos y, por lo tanto, a adelgazar. Está más que documentado que la variedad en la comida nos incita a comer y la monotonía provoca el efecto contrario.

A pesar de que ahora se encuentra de plena vigencia y se habla de ella como si fuera una debutante en el mundo de los regímenes, lo cierto es que la dieta disociada es una veterana que goza de un largo recorrido. De hecho, data de 1911, como fruto de las investigaciones de William Hay. Este licenciado en Medicina por la Universidad de Nueva York tuvo la mala fortuna de desarrollar la enfermedad de Bright, una dolencia de carácter renal.

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