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Una neuróloga explica qué es un ictus y las señales que avisan de que puedes estar sufriéndolo
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Una neuróloga explica qué es un ictus y las señales que avisan de que puedes estar sufriéndolo

Miles de personas cada año lo sufren y deja huella en muchas de las que sobreviven al ataque. Actuar con rapidez es fundamental para minimizar su impacto. Una experta detalla qué predispone a este accidente y cuáles son los síntomas de alerta

Foto: Un ictus hemorrágico se produce por la rotura de una vena del cerebro. (iStock)
Un ictus hemorrágico se produce por la rotura de una vena del cerebro. (iStock)

¿Quién no conoce a alguien que haya tenido un ictus? O tal vez lo haya sufrido en carne propia. Lamentablemente, es muy habitual; según los datos que maneja la Sociedad Española de Neurología (SEN), cada año se producen en nuestro país 120.000 nuevos casos de ictus, con un saldo claramente negativo: 24.000 muertes y 34.000 supervivientes con discapacidad. La cifra de afectados que han quedado con secuelas graves asciende a 360.000 a más largo plazo, lo que hace del ictus el primer motivo de discapacidad sobrevenida en adultos y la tercera causa de muerte.

Foto: Fuente: iStock

Y las malas noticias no terminan aquí, ya que las previsiones no son halagüeñas. La doctora María del Mar Freijo, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la SEN, es tajante en su advertencia: “Si no tomamos medidas, en los próximos 10 años, en Europa, aumentarán un 45% las muertes por ictus y un 25% el número de supervivientes de ictus con discapacidad”. Un alto precio humano, pero también económico porque “en el 40% de los casos, el ictus deja importantes secuelas que impiden a los pacientes la realización de actividades cotidianas, lo que genera un coste no sanitario superior a los 6.000 millones de euros anuales en Europa”.

La experta reconoce los avances de los últimos años en los tratamientos y en la implantación de las llamadas Unidades de Ictus, pero todavía queda mucho por hacer en la medida más eficaz: la prevención, y para eso hay que conocer a qué nos enfrentamos, qué lo produce y cómo reconocerlo.

¿Qué es un ictus?

Un ictus ocurre cuando se interrumpe el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro, ya sea debido a un coágulo sanguíneo (ictus isquémico), que es lo que ocurre en más del 80% de los casos, o por una hemorragia (ictus hemorrágico). “En ambos casos estamos hablando de una urgencia sanitaria –enfatiza la neuróloga– que debe ser abordada sin dilación en los primeros síntomas, ya que cuanto menos tiempo transcurra desde estos hasta que pueda ser tratada, mayor será la probabilidad de sobrevivir a la enfermedad o reducir sus secuelas”.

¿Cuáles son sus síntomas?

Aunque las manifestaciones más comunes pueden aparecer en otros problemas (sobre todo neurológicos), lo cierto es que son muy característicos de un ictus, y saber reconocerlos (tanto el paciente como las personas que estén junto a él en ese momento) es lo más importante para actuar con rapidez.

Foto: Foto: iStock.

Las señales de alerta son:

  • Pérdida brusca de fuerza o sensibilidad en una parte del cuerpo. Generalmente, afecta a una mitad del cuerpo y se manifiesta sobre todo en la cara y/o en las extremidades.
  • Alteración brusca en el lenguaje, con dificultades para hablar o entender (muchos lectores recordarán los problemas del habla del actor Alfredo Landa cuando recogió el Goya de Honor a su carrera. Aunque era evidente que algo iba mal, pocos se dieron cuenta de que estaba teniendo un ictus).
  • Alteración brusca de la visión, como pérdida de visión por un ojo, visión doble o pérdida de la visión en algún lado de nuestro campo visual.
  • Pérdida brusca de la coordinación o el equilibrio.
  • Dolor de cabeza muy intenso y diferente a otros dolores de cabeza habituales.

¿Cómo debemos actuar?

Lo primero, llamar al 112, aunque haya uno solo de los síntomas más representativos del ictus, insisten desde la SEN. A partir de ese momento, se activa el Código Ictus (está implantado en todas las comunidades autónomas) para que "los pacientes lleguen cuanto antes al hospital donde ya estará todo preparado para atenderle inmediatamente", destaca Freijo.

Foto: Gorro que detecta las ondas cerebrales del ictus. (Amsterdam UMC)

Este sistema "ha demostrado su gran utilidad para salvar vidas y evitar discapacidad", y a pesar de lo bien que funciona, "el Código Ictus solo se utiliza en el 40% de los casos que se atienden en los hospitales", lamenta. Nuevamente, reconocer los síntomas del ictus y llamar al 112 son decisivos para el paciente.

¿Cuáles son las secuelas?

Los días y semanas posteriores al ataque cerebral son críticos. Las dificultades para caminar, pérdida de fuerza de las extremidades, problemas para hablar o falta de equilibrio son algunas de las consecuencias más conocidas. Pero hay otra también muy habitual, aunque el desconocimiento sobre ella es casi generalizado: la espasticidad, que consiste en contracciones musculares permanentes que se manifiestan como rigidez e imposibilidad de estirar los músculos.

placeholder Angiografía cerebral. (iStock)
Angiografía cerebral. (iStock)

En el desarrollo de la espasticidad tras un ictus intervienen múltiples factores y la evolución es en diferentes fases. "Inicialmente, hay una reducción del tono muscular o flacidez del miembro afectado (brazo o pierna), que irá siendo progresivamente sustituida por una fase más característica de incremento del tono muscular. Aunque hay diferencias marcadas entre unos pacientes a otros, el pico de espasticidad se suele producir hacia el primer a tercer mes tras el ictus”, explica el doctor Alejandro J. Ponz, coordinador de la Unidad de Ictus del Hospital Clínico Universitario de Valencia.

De nuevo, el pronóstico dependerá de la celeridad en aplicar los tratamientos oportunos. Ponz insiste en que “si no se interviene sobre las primeras fases de la espasticidad, habrá cambios locales en la propia extremidad con la consecuente pérdida de elasticidad muscular, acortamiento músculo-tendinoso y rigidez articular, altamente limitantes en la recuperación funcional del paciente". El manejo pasa por "fisioterapia especializada y el uso de tratamientos eficaces, como las infiltraciones de medicamentos, que son de gran ayuda para el control sintomático y para limitar su progresión”.

Foto: El equipo que ha estudiado el efecto del metropolol. (CNIC)

Con el propósito de visibilizar esta consecuencia del ictus, la compañía biofarmacéutica Ipsen ha puesto en marcha la campaña Espasticidad: la secuela que nadie espera, que cuenta con el aval de diferentes organizaciones médicas y sociedades científicas (entre ellas, la SEN y la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física). La iniciativa recoge testimonios de pacientes afectados por espasticidad, pacientes jóvenes, como Sonia (que acaba de ser madre) o Marc Rebollar, que tuvo un ictus con tan solo 25 años.

Abordar la espasticidad es una de las acciones que se deben hacer para evitar la discapacidad que, según un estudio llevado a cabo por Ipsen en 500 pacientes de diferentes países europeos, tiene un fuerte impacto en el ámbito laboral. Así, el 25% de los supervivientes de un ictus ha tenido que dejar su trabajo, el 34% ha debido reducir su jornada laboral, y entre los afectados jóvenes (de 30 a 44 años de edad), más de la mitad tuvo que dejar de trabajar. Y no son solo los pacientes, también sus familiares han tenido que modificar su trabajo para cuidarles.

¿Cuáles son los factores de riesgo?

Como insisten los especialistas, y recuerda la Federación Española de Ictus, cualquier persona puede sufrirlo, incluso los niños (es una de las 10 primeras causas de mortalidad infantil). Entre los factores de riesgo que predisponen a este accidente cerebrovascular están: hipertensión (el más importante), tabaquismo, sedentarismo, obesidad, genética, estrés, fibrilación auricular, colesterol y diabetes. "Muchos de ellos son modificables o controlables", recuerda la SEN.

Foto: Identifican el grupo sanguíneo de mayor riesgo de ictus antes de los 60. (iStock)

El peligro también está en el ambiente. Un reciente estudio publicado en la revista Neurology ha encontrado que la exposición reciente (hasta cinco días antes de sufrir un ictus) a contaminantes ambientales (dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y las partículas de gran tamaño generadas por la combustión de materiales fósiles) aumenta la probabilidad de tener un accidente cerebrovascular.

La evidencia científica es mucha: evitar los factores de riesgo que dependan de nosotros mismos es lo primero; pero sobrevivir y hacerlo con pocas secuelas depende de reconocer los síntomas y actuar inmediatamente. Para concienciarnos sobre este asunto, hoy se celebra el Día Mundial del Ictus.

¿Quién no conoce a alguien que haya tenido un ictus? O tal vez lo haya sufrido en carne propia. Lamentablemente, es muy habitual; según los datos que maneja la Sociedad Española de Neurología (SEN), cada año se producen en nuestro país 120.000 nuevos casos de ictus, con un saldo claramente negativo: 24.000 muertes y 34.000 supervivientes con discapacidad. La cifra de afectados que han quedado con secuelas graves asciende a 360.000 a más largo plazo, lo que hace del ictus el primer motivo de discapacidad sobrevenida en adultos y la tercera causa de muerte.

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