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La revolución de la Sanidad: el hospital líquido para afrontar un futuro incierto
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'¿Qué me pasa, doctor?'

La revolución de la Sanidad: el hospital líquido para afrontar un futuro incierto

Nuestro sistema sanitario goza de buena salud, pero los recursos son limitados y la demanda aumenta. La telemedicina hace posible la atención a los pacientes en su propia casa y alivia la presión sobre los hospitales. El sistema fluye sin colapsar

Foto: La telemedicina alivia la presión sobre los centros sanitarios. (iStock)
La telemedicina alivia la presión sobre los centros sanitarios. (iStock)

Hay una realidad incuestionable: vivimos en la era digital. Hasta los más reticentes han terminado pasando por el aro. Somos el país de la comunidad europea con más teléfonos inteligentes por habitante. Si la media europea se sitúa en el 46,7%, más del 50% de los españoles cuenta con uno de estos dispositivos que, hoy en día, se usan para todo menos para hablar. El resto del planeta no nos va a la zaga: más de la mitad de la población mundial tiene un smartphone y casi el 60% ya usa internet (una cifra espectacular si tenemos en cuenta que en los países subdesarrollados supone el 12% de la población total).

Ya no necesitamos salir a la calle para relacionarnos porque la mayor parte de la población utiliza las redes sociales (más del 84%). También los más mayores están incluidos (4 de cada 10 usuarios mayores de 65 años utilizan TikTok). Es una nueva era y una nueva manera de comunicarse mediante un lenguaje que también es nuevo. En los últimos años, la RAE ha añadido neologismos surgidos de internet como big data, bitcóin, bot, ciberdelincuencia, criptomoneda o webinario, etc, que ya forman parte de nuestros chats diarios.

Foto: Fuente: iStock.

La revolución digital también ha alcanzado a la sanidad y hoy empleamos con normalidad términos como salud digital o telemedicina. Es la lógica respuesta al cambio sociocultural observado en las dos últimas décadas y que también afecta a la salud. Una nueva medicina que se adecúa a los nuevos tiempos.

Adaptarse a los tiempos

En la Antigüedad, los médicos trataban a los enfermos en los domicilios, y los cirujanos (y antes que ellos, los barberos) operaban en la mesa de la cocina del propio paciente. Mucho más tarde se crearon los hospitales para mejorar la calidad y reducir las complicaciones. No solo se trataba de operar y quitar el problema, sino de controlar la convalecencia. Es lo que conocemos como una "medicina de actos", en la que prima el tratamiento y la curación: "¿Tienes una apendicitis? Ingresas, te opero, te recuperas y te doy el alta a casa. Que pase el siguiente".

placeholder Pacientes en la entrada del Hospital Universitario de Canarias, en La Laguna (Tenerife). (EFE/Alberto Valdés)
Pacientes en la entrada del Hospital Universitario de Canarias, en La Laguna (Tenerife). (EFE/Alberto Valdés)

Pero este sistema no se adecúa a los nuevos tiempos en los que hay más demanda de salud, los recursos son limitados y el sistema tiene tendencia a colapsar. Uno de los ejemplos más recientes y dolorosos lo vivimos hace tres años con la pandemia de la covid-19: independientemente del modelo sanitario, el mundo fue incapaz de afrontar la brutal demanda de cuidados.

Si aprovechamos la revolución digital, podemos agilizar los procesos y evitar que el sistema de salud colapse

También tenemos que tener en cuenta otro de los problemas que afrontaremos en los próximos años, como es el envejecimiento de nuestra población. Si bien en nuestro país la esperanza de vida es la más alta de Europa (83,3 años, un poco por encima de los suecos), las necesidades de los ancianos son cada vez mayores y las enfermedades crónicas aumentan al mismo tiempo que vivimos más. Podemos resumir que es por estos motivos, y no por otros, por los que se produce el colapso en los hospitales y en los centros de atención primaria, con independencia del color político de los responsables de la administración.

Un regreso al pasado actualizado

El sistema sanitario perfecto no existe ni existirá aunque se disponga de todo el oro del mundo. Tampoco un modelo como el que gozamos en nuestro país, en el que se garantiza la universalidad y la equidad del cuidado de la salud a todos sus ciudadanos.

¿Cómo podemos conseguir una sanidad sostenible que nos permita afrontar un futuro tan incierto? La respuesta la tenemos en la tecnología: si aprovechamos la revolución digital, podemos agilizar los procesos y evitar que el sistema colapse. Dicho de otro modo: intentar volver al pasado y evitar que el paciente tenga que acudir al centro sanitario si no es necesario. Que se trate en casa, pero con todas las garantías de calidad.

placeholder La tecnología posibilita la atención médica sin que el paciente tenga que ir a un centro sanitario. (iStock)
La tecnología posibilita la atención médica sin que el paciente tenga que ir a un centro sanitario. (iStock)

Gracias a la era digital, facilitamos que el paciente conozca todo sobre su enfermedad y sus tratamientos sentado en el salón de su casa. Puede conocer su propio mapa de ruta terapéutico y estar en contacto permanente con sus médicos. Ya no necesita acudir a una consulta para recibir información, porque esta llega a su casa, y solo se desplaza para tratamientos o pruebas concretas. El usuario pasa a ganar en calidad de vida y el hospital ya no se colapsa. El sistema sanitario fluye.

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Es lo que hoy en día se denomina "el hospital líquido", donde los cuidados se prestan sin la limitación de las paredes de los edificios sanitarios y donde se promueve la educación en salud (porque el mejor tratamiento de cualquier enfermedad es la prevención de la misma). En resumen, se trata de usar el móvil para controlar nuestra salud, de la misma manera que lo utilizamos para pedir una pizza o reservar un hotel.

Unos ejemplos prácticos

Imaginemos un escenario clásico: un paciente tiene cita con un especialista, este le pide una prueba y le cita en quince días para comentar los resultados. ¿Cómo evita el colapso un hospital líquido? El facultativo consulta los antecedentes y la historia del paciente, y luego le pide la prueba, ve el resultado de forma telemática y solicita otras complementarias, si es el caso. Después le llama por teléfono y le explica lo que resulte pertinente, y si necesita tratamiento, la receta electrónica le medica a distancia. Hemos ahorrado dos desplazamientos y dos consultas al usuario y hemos evitamos la masificación. La consulta presencial queda solo para los casos en los que son necesarias explicaciones exhaustivas y/o complementarias.

placeholder La consulta telefónica evita desplazamientos al paciente y la masificación de los centros. (iStock)
La consulta telefónica evita desplazamientos al paciente y la masificación de los centros. (iStock)

Mediante las herramientas telemáticas se puede fomentar el autocuidado. Los pacientes que toman Sintrom [anticoagulante oral que precisa de análisis periódicos en la sangre] ya no se desplazan para pincharse porque lo hacen ellos en casa y luego envían el resultado para que se les ajuste la dosis. También podemos controlar el ritmo cardiaco a distancia mediante un reloj inteligente, o consultar con un dermatólogo, con un gesto tan sencillo hoy en día como mandar una foto de una mancha que nos ha salido en la piel. Las posibilidades son infinitas.

El hospital líquido permite conocer a otras personas con la misma patología y facilita que el paciente se responsabilice de su salud

En las residencias de ancianos, donde no siempre hay médico, se puede consultar a través de videollamada. Las consultas preoperatorias con el anestesista (tan imprescindibles como rutinarias) hoy en día se celebran por teléfono, con unos resultados magníficos (¿saben la cantidad de consultas que se suprimen de este modo?)

El hospital líquido también proporciona información contrastada y fiable sobre la enfermedad a través de portales temáticos. También permite conocer a otras personas afectadas con su misma patología y facilita que el paciente se responsabilice de su salud. Ya no tiene una actitud tan entregada ni dice: "Doctor, yo no quiero saber nada, decida usted, que es el que sabe".

El paciente activo

¿Cómo afronta el paciente todos estos cambios? Resulta paradójico. Por un lado, está concienciado de la era digital, pero, por otro, siente cierta aprensión, puesto que está acostumbrado a entrevistarse cara a cara con el médico. Se producen sensaciones contradictorias: algunos no tienen reparos en enviar grandes sumas de dinero con el móvil, pero no conciben que se dé respuesta a una consulta médica a través de un chat o de una videoconferencia. "Es que la salud es lo más importante", alegan, no sin razón, y aducen que tales tecnologías son el resultado de "la falta de médicos" o de "la mala gestión" de este o aquel mandatario.

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En realidad, es el propio usuario quien demanda estos cambios. El paciente quiere opinar sobre su enfermedad, conocer quién le va a tratar e, incluso, le gustaría calificarlo de la misma manera que puntúa un restaurante sin saber nada de gastronomía. También quiere saber cuál es su ruta y lo que le queda por recorrer de forma similar a como cuando consulta por dónde va la hamburguesa que ha pedido que le envíen a su domicilio. El enfermo ya no es el de antes.

Hoy en día, la mayor parte de los que acuden a mi consulta saben mi currículo, qué libros he escrito o dónde me he formado. Tienen cierta idea de su enfermedad y preguntan por el tipo de técnica que vas a utilizar. He de confesar que, al principio, resultaba chocante, pero ha pasado a ser normal hoy en día. Estamos viviendo un cambio en la historia de la medicina y los responsables son los propios usuarios de salud.

placeholder El paciente participa activamente en el abordaje de su enfermedad. (iStock)
El paciente participa activamente en el abordaje de su enfermedad. (iStock)

El protagonista ahora es el paciente, que no solo busca ser curado, sino que se produzca cuanto antes. Y para conseguir tal inmediatez y evitar el colapso, nos debemos apoyar en las herramientas digitales. Además, el acceso online a toda la información médica cambia el modelo asistencial por completo. Se acaba también el paternalismo médico por el que se actuaba sin informar al enfermo de los tratamientos y sus riesgos. "No hay enfermedades sino enfermos", decía el Dr. Gregorio Marañón, con toda la razón del mundo.

Adaptarse al cambio para sobrevivir

La falta de resiliencia y la obstinación son dos de los factores que condicionan el futuro de cualquier empresa u organización, aunque esta sea la más rentable de todas. En todas las escuelas de negocio se estudia el ejemplo de la empresa de fotografía Kodak, que de ser número uno llegó a declararse en quiebra en 2010 porque no se adaptó a la tecnología digital cuando esta irrumpió en el mercado de la fotografía.

El sistema sanitario debe adaptarse al aumento de los requerimientos, los recursos limitados, el cambio social y las demandas cambiantes de los usuarios. Debemos utilizar y aceptar la tecnología en sanidad de la misma manera que aceptamos una innovación terapéutica o un dispositivo tecnológico para cirugía. No se trata de gastar más ni de contratar más personal sanitario (o al menos no solo se trata de eso), sino de gestionar mejor los recursos.

Cuando se inventó la locomotora, médicos de la época afirmaron que viajar en tren podría producir trastornos por asfixia o como consecuencia de la aceleración

Los cambios siempre producen temor. Cuando se inventó la locomotora de vapor a principios del siglo XIX se consideraba tan peligrosa que un hombre a caballo solía ir delante para abrir paso. Algunos médicos de la época llegaron a afirmar que viajar en los vagones del tren podría producir trastornos médicos por asfixia o como consecuencia de la aceleración. Incluso Freud llegó a afirmar que podría producir algún tipo de trastorno mental. Resulta increíble, ¿verdad? Pues algunas de estas afirmaciones fueron publicadas en 1864, en un artículo titulado 'La influencia de viajar en tren para la salud pública', en The Lancet, una de las revistas médicas más prestigiosas que existen.

Las nuevas tecnologías han llegado para quedarse y hemos de utilizarlas para nuestra salud.

Que se mejoren.

Hay una realidad incuestionable: vivimos en la era digital. Hasta los más reticentes han terminado pasando por el aro. Somos el país de la comunidad europea con más teléfonos inteligentes por habitante. Si la media europea se sitúa en el 46,7%, más del 50% de los españoles cuenta con uno de estos dispositivos que, hoy en día, se usan para todo menos para hablar. El resto del planeta no nos va a la zaga: más de la mitad de la población mundial tiene un smartphone y casi el 60% ya usa internet (una cifra espectacular si tenemos en cuenta que en los países subdesarrollados supone el 12% de la población total).

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