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Mengele era un animal, pero... ¿hizo alguna cosa mínimamente útil para la ciencia o la medicina?
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Mengele era un animal, pero... ¿hizo alguna cosa mínimamente útil para la ciencia o la medicina?

El 'médico' (por no llamarle ruin carnicero) alemán es el 'científico' con peor reputación de la historia. A pesar de ello, ¿los experimentos inhumanos de los nazis (y de los aliados) pueden haber contribuido a salvar vidas?

Foto: Víctimas del Holocausto.
Víctimas del Holocausto.

Si nos vamos a cualquier publicación científica que tenga la más mínima reputación y miramos qué tipos de estudios se están llevando a cabo ahora en el mundo, descubriremos varias cosas. La primera es que la cantidad ha aumentado en comparación a las décadas anteriores una auténtica barbaridad (cada día se publican cientos y cientos de estudios). La segunda es que, si nos proponemos compararlo con el pasado, descubriremos que los estándares, tanto deontológicos como de calidad, también han aumentado sobremanera.

Por último, tal vez nos sorprenda que algunos de esos trabajos científicos puedan resultarnos tontos. Por ejemplo, el estudio titulado La relación entre una resonancia magnética funcional durante una prueba de memoria no verbal y el uso de marihuana en estudiantes universitarios, realizado por investigadores de la Universidad de Yale (una de las más reputadas del mundo), que en 2018 pagó alrededor de 40 dólares por cabeza a cada uno de los 60 participantes (con una edad comprendida entre los 18 y los 20 años) por consumir marihuana, tumbarse en una resonancia y contestar a unas preguntas. En los años 40, la ciencia no era tan suave.

Mengele cosió la piel de dos gemelos gitanos para crear siameses. Ambos murieron de gangrena a los pocos días

Todos tenemos extraordinariamente claro que los nazis no eran buena gente, del mismo modo que sabemos que uno de los más célebres, el doctor oficial de las SS y criminal de guerra Josef Mengele, era una persona cuyas investigaciones merecen que arda en el infierno por toda la eternidad. Era uno de los médicos de Auschwitz, centrado especialmente en la genética, por lo que llevó a cabo cientos de experimentos con gemelos idénticos, gente con ojos de distinto color (heterocromía), personas con enanismo, etc. Gran parte de su motivación era demostrar, científicamente, la superioridad genética de la raza aria.

Entre sus más infames experimentos se encuentra la amputación de miembros a uno de los gemelos para estudiar la reacción del otro, la inoculación forzosa de enfermedades como el tifus, transfusiones... Como explican Gerald L. Posner y John Ware en su libro La historia completa de Mengele, gran parte de sus sujetos de estudio morían durante el transcurso de los procedimientos. Del mismo modo, como explica el autor Robert Jay Lifton en Los doctores del nazismo: asesinatos médicos y la psicología del genocidio, una vez los gemelos (o uno de ellos) perdía valor médico, ya fuera por su muerte o por un gran desgaste, ambos eran ejecutados y diseccionados.

Foto: 1932, Imagen del cruel experimento Tuskegee. (Archivos Nacionales de Estados Unidos, en Atlanta)

A todo esto hay que sumar los brutales intentos de alterar el color del iris de los ojos; de crear gemelos siameses cosiéndolos entre ellos por la espalda (como relató la prisionera superviviente Vera Alexander en el juicio de Adolf Eichmann, uno de los principales artífices del Holocausto, que fue capturado por el Mossad en 1962 en Argentina, trasladado a Israel, juzgado y ejecutado); o los experimentos con mujeres embarazadas justo antes de meterlas en las cámaras de gas para su exterminio.

Como decíamos más arriba, Mengele y una inmensa mayor parte de los artífices de esas barbaries (pero especialmente Mengele) merecen arder en el infierno. A pesar de esto, después de esa barra libre de brutalidad científica, es difícil no hacerse algunas preguntas: ¿sirvió para algo? ¿La ciencia ha mejorado, aunque sea un poco, por los estudios de estos sádicos criminales? Como en muchos otros aspectos de la vida, la respuesta es: "No, pero...".

placeholder Josef Mengele.
Josef Mengele.

Mengele no llegó a ninguna conclusión. Antes de la guerra, publicó un trabajo científico sobre la herencia del paladar hendido, nada más. Ninguno de sus estudios durante el holocausto generó ningún tipo de conclusión significativa que sirviese a alguien para algo. En todo caso, lo mejor que hicieron fue dejar claro que ese tipo de experimentos sádicos eran la anticiencia y cómo no se debía investigar. En la lista de contribuciones de Mengele a la ciencia, solo se encuentra un punto positivo y es por accidente: los tejidos (sobre todo cerebrales) de los prisioneros de Auschwitz -así como del resto de campos de exterminio, pero principalmente este al ser el más grande de todos- se enviaban a Berlín para que investigadores de verdad (nazis, sí, pero no tan psicopáticos e inútiles como Mengele) hiciesen ciencia con ellos (del mismo modo que se hace ahora, solo que en nuestro tiempo es con consentimiento, y no con minorías asesinadas cruelmente a sangre fría).

Todas esas muestras, ya en Berlín, eran examinadas por instituciones muy relevantes, como el Kaiser-Wilhelm-Institut für Hirnforschung (Instituto Kaiser Wilhelm para la Investigación del Cerebro, hoy conocido como el Instituto Max Plank para la Investigación Cerebral), donde científicos como Julius Hallervorden, que descubrió la enfermedad conocida como síndrome de Hallervorden-Spatz (aunque ese es su nombre antiguo, en desuso debido a las afiliaciones nazis de sus descubridores, y hoy conocida como neurodegeneración asociada a pantotenato quinasa o PKAN, por sus siglas en inglés).

El descubrimiento de tratamientos para la hipotermia o enfermedades neurodegenerativas se lo debemos a médicos nazis

Hubo otros científicos nazis, como el doctor de las SS Sigmund Rascher, que quería estudiar cómo salvar a los pilotos de la Luftwaffe (la fuerza aérea alemana) derribados en las gélidas aguas del mar del Norte, que hicieron, gracias a su falta de ética y moral, grandes descubrimientos. En este caso, el de Rascher, que sumergió a prisioneros del régimen nazi en aguas gélidas, mientras obtenía muestras de tejido, orina y sangre, según morían. Gracias a estos datos, creó la técnica llamada Rapid Active Rewarming (recalentamiento activo rápido), que ha salvado miles de vidas en todo el mundo desde principios de los años 40. Eso sí, para ello, Rascher asesinó a más de 90 personas atadas en aguas heladas.

Hay que tener en cuenta que, hasta 1939, Alemania era el país que tenía un mayor número de premios Nobel en física, medicina y química. Era la primera potencia científica. Por eso resulta especialmente hiriente que consintieran a una bazofia como Mengele realizar ese insulto a la ciencia, la medicina y la dignidad.

La otra cara de la moneda

Podríamos acabar aquí el relato y pasar a otra cosa, dándonos palmaditas en la espalda, diciéndonos a nosotros mismos: "Jo, menos mal que los aliados, los enfrentados al nazismo, jamás haríamos algo similar, somos moralmente superiores". Pero lo cierto es que, trazando una clara línea en la ejecución de 11 millones de judíos, gitanos, ciudadanos eslovenos, serbios, soviéticos y polacos, personas con discapacidades, homosexuales, testigos de Jehová, masones y republicanos españoles, los países aliados también realizaron algunos experimentos (no hace tanto tiempo) que son una total y absoluta afrenta a la ética, y que rebajan a sus ejecutores al mismo rango que el mismísimo Mengele.

placeholder Niños gitanos en Auschwitz, víctimas de Mengele. (Flickr)
Niños gitanos en Auschwitz, víctimas de Mengele. (Flickr)

Canadá, por ejemplo, en concreto, el Departamento de Asuntos Indios, junto a miembros de la Sociedad Pediátrica Canadiense, realizaron experimentos desde 1933 en reservas indígenas, inoculando vacunas experimentales contra la tuberculosis a niños sin el consentimiento de sus padres, o estudiando los efectos de la malnutrición en niños de escuelas públicas, impidiendo que pudieran salir de esas condiciones. Dicho de otro modo, no solo no proporcionándoles comida, sino evitando que la pudiesen conseguir.

En Suecia, por otro lado, entre 1945 y 1955 tuvieron lugar los experimentos de Vipeholm, en el Hospital para Discapacitados Intelectuales de Vipeholm, donde a sus pacientes, sin su consentimiento, siendo completamente ajenos al hecho de que se investigaba con ellos, se les administraron durante años grandes cantidades de caramelos y otros dulces, en un estudio financiado por la industria del azúcar de Suecia y los profesionales dentales, para analizar la correlación entre caries dentales y azúcar. En efecto, el estudio resultó muy relevante, con el coste de ignorar toda brújula moral posible.

En la Unión Soviética se fundó en 1921 el laboratorio secreto de venenos de los servicios secretos rusos, normalmente conocido como Kamera (que significa célula en ruso), donde se crearon y probaron (con múltiples víctimas) venenos durante décadas.

placeholder Experimentos de Tuskegee.
Experimentos de Tuskegee.

En el Reino Unido se investigaron, entre 1916 y 1989, las armas químicas, sometiendo a sus propias tropas a sus efectos (con múltiples enfermos y fallecidos). Por otro lado, como explica este artículo de The Guardian, el Ministerio de Defensa del Reino Unido liberó, entre 1940 y 1979, desde aviones partículas fluorescentes de E.coli, Bacillus globigii y Serratia marcescens para estudiar los efectos de una posible guerra química contra la Unión Soviética.

Pero quien se lleva la absoluta palma, después del régimen nazi, en cuanto a experimentos médicos y científicos inhumanos y carentes de la más mínima ética es Estados Unidos. Estos experimentos se remontan hasta el siglo XIX, pero los más notables pueden ser la operación Whitecoat, que inyectó, sin consentimiento informado, agentes infecciosos a personal militar para observar sus efectos en la población humana; el experimento del oncólogo Chester M. Southam en una institución penitenciaria de Ohio, que inoculó células cancerosas a personas sanas, pacientes de cáncer y población reclusa sin consentimiento, o los infames experimentos sobre la sífilis de Tuskegee, que entre 1932 y 1972 estudió a más de 600 afroamericanos que padecían, sin saberlo, sífilis. El objetivo era analizar sus efectos a largo plazo, por lo que se evitó tanto que recibiesen un diagnóstico como que fueran tratados con penicilina para luchar contra la enfermedad. Dos terceras partes de los sujetos de estudio murieron durante los 40 años que duró la investigación.

Foto: Durante 40 años, esta investigación se llevó a cabo a la vista de toda la población americana.

Por último, merece una mención especial el proyecto MKUltra, una iniciativa de la CIA que tuvo lugar desde principios de la década de los 50 hasta 1973. Tenía el objetivo de mejorar los procesos de obtención de información a través de interrogatorios con el uso de sustancias químicas, especialmente LSD, así como privación sensorial, hipnosis, aislamiento, abusos físicos y sexuales y tortura, intentando así conseguir el "control mental" de los sujetos. Estos experimentos, de los que muchos archivos has sido destruidos o continúan siendo confidenciales, usaron sujetos estadounidenses y canadienses, seleccionados sin su consentimiento y sometidos a auténticas torturas.

Por supuesto, estos son solo algunos ejemplos. Se han hecho muchos más experimentos que son violaciones directas del juramento hipocrático, de la ley, de la ética y de la decencia. El problema es que a día de hoy seguimos beneficiándonos de algunas de las cosas que descubrieron. Esto puede suponer un dilema moral para algunos, al ser de algún modo ¿cómplices? Si nos caemos a un lago helado y nos salvan, a punto de morir, con un método descubierto por un nazi ejecutando decenas de judíos, ¿está bien? Cada cual puede tener su opinión al respecto, pero, al final del día, podemos asumir que el conocimiento tiene un valor intrínseco y el pasado, pasado está. Eso no quita que Mengele esté en el pódium de las peores personas que jamás han hollado la Tierra.

Si nos vamos a cualquier publicación científica que tenga la más mínima reputación y miramos qué tipos de estudios se están llevando a cabo ahora en el mundo, descubriremos varias cosas. La primera es que la cantidad ha aumentado en comparación a las décadas anteriores una auténtica barbaridad (cada día se publican cientos y cientos de estudios). La segunda es que, si nos proponemos compararlo con el pasado, descubriremos que los estándares, tanto deontológicos como de calidad, también han aumentado sobremanera.

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