Así se infravaloró la diabetes en la gravedad del covid-19
Ser diabético es uno de los mayores agravantes durante la infección por SARS-CoV-2, y desconocer ese riesgo tuvo graves consecuencias al principio de la pandemia. ¿El lado positivo? Lo aprendido va a cambiar el control de las enfermedades crónicas
Hoy sabemos que hay determinados grupos en los que el covid-19 se puede complicar a formas graves. Las personas diabéticas, obesas, hipertensas o con enfermedades cardiovasculares se consideran de riesgo alto. Pero eso es ahora, porque en los primeros meses de la pandemia, los sanitarios actuaban prácticamente a ciegas.
Esto no es excusa para admitir que entonces muchas cosas no se hicieron bien, ni con los infectados sanos y mucho menos con los que tenían enfermedades previas. Por eso es particularmente valioso el ‘mea culpa’ entonado por el Dr. Antonio Ceriello, jefe del departamento de diabetes del Instituto Científico de Investigación, Hospitalización y Atención Sanitaria (IRCCS) Multimédica en Milán (en el epicentro de la pandemia en Europa en febrero de 2020): “Se han cometido varios errores en el tratamiento de covid-19 y que pueden haber condicionado el resultado de la enfermedad en muchas personas con diabetes”, ha admitido en la conferencia inaugural del Congreso Nacional de la Sociedad Española de Diabetes, que tiene lugar esta semana.
Errores encadenados
Ceriello ha enumerado la cadena de errores que en las primeras semanas impidieron ofrecer una atención médica correcta a los diabéticos. En primer lugar, ha dicho, “falló la comunicación entre diferentes especialistas” y, como consecuencia, al menos la hiperglucemia (en diabetes y no diabetes) no se identificó al principio como un problema en el tratamiento de covid-19.
En segundo término, “las hipótesis científicas puras se consideraron equivalentes a la evidencia verdadera, sin ninguna prueba sustancial”, como sucedió con los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA), los antagonistas de los receptores de la angiotensina II (ARA II) y algunos fármacos antidiabéticos, de los que se dijo que empeoraban la infección.
Y el papel clave que desempeña la trombosis se descubrió, según ha desvelado este científico, gracias al ‘acto de rebeldía’ de algunos médicos que “decidieron no respetar la prohibición de las autoridades sanitarias de realizar la autopsia a los fallecidos por covid o limitar su ejecución”.
Por último, el italiano ha denunciado que algunos datos terapéuticos preliminares se interpretaron sin precaución. ¿Quién no recuerda la célebre hidroxicloroquina -potencialmente curativa- o el estigma que cayó sobre los corticoides? “Estas situaciones fueron impulsadas por un debate global en los medios de comunicación, con exceso de información y ‘fake news’, lo que generó un miedo y una confusión generalizados”, ha afirmado.
La tormenta perfecta
Ahora ya no cabe ninguna duda sobre el impacto del covid en la diabetes tipo 2. Los primeros estudios consideraron que esta enfermedad metabólica contribuía en la respuesta inflamatoria de la infección, pero luego se ha confirmado que basta con que la glucosa esté elevada (hiperglucemia), sin que haya diabetes, para que sea perjudicial.
El impacto de la pandemia ha sido menor en los diabéticos tipo 1 porque disponen de más medios para el control de su enfermedad
Según el presidente de la SED, el doctor Antonio Pérez Pérez, el impacto de la pandemia ha sido mayor en las personas con diabetes tipo 2 que en las que tienen diabetes 1, pero no por la enfermedad en sí, sino por las diferencias en aspectos tan relevantes como la disponibilidad de recursos para monitorizar el control metabólico (glucosa), la capacidad de las personas con diabetes tipo 1 para hacer autoajustes del tratamiento y la utilización habitual de herramientas que facilitan la consulta remota.
Lo positivo
Se han difundido recomendaciones sobre cómo deben actuar los diabéticos durante la pandemia y si contraen el SARS-CoV-2, pero, como ha recalcado el diabetólogo milanés, “cualquier indicación que se deba seguir necesita una interacción entre el diabético y los profesionales de la salud, y este ha sido el mayor desafío que hemos tenido que superar durante el periodo de encierro y distanciamiento social”.
En este contexto, el empleo de la telemedicina para el manejo de la diabetes se ha acelerado desde el inicio de la pandemia. “La telemedicina proporciona un mayor acceso a la atención médica y ayuda a mitigar los riesgos de contagio, aportando protección personal y proporcionando distanciamiento social/físico para seguir tratando a los pacientes”, ha enumerado Ceriello, que considera que el covid ha reorganizado la atención diabética a los pacientes ambulatorios, un cambio que se ha dado en todo el mundo.
Como está sucediendo en otros ámbitos, estos cambios han venido para quedarse, y en la era pospandemia “es probable que la telemedicina se convierta en una parte integral de la prestación de atención médica, especialmente para enfermedades crónicas como la diabetes”, aventura el experto italiano.
Lecciones aprendidas
A modo de recopilación de la evidencia acumulada hasta el momento, el presidente de la SED enumera tres lecciones:
- Gran impacto de la diabetes en covid: está bien establecido que, una vez desarrollada la enfermedad causada por el SARS-CoV-2, las personas con diabetes o hiperglucemia no controlada tienen un peor pronóstico. Presentan mayor riesgo de insuficiencia respiratoria y complicaciones cardiacas, más del doble de probabilidades de ser ingresados en unidades de cuidados intensivos, y la mortalidad es hasta tres veces mayor en comparación con personas sin diabetes mellitus o hiperglucemia no controlada.
- Repercusión en el control metabólico: de forma directa (por los efectos de la propia infección) e indirecta (por las medidas de prevención) se ha producido una interrupción o ralentización de la atención habitual que se hacía a los diabéticos, y esto ha contribuido al deterioro del control metabólico y al retraso en el diagnóstico y de las complicaciones asociadas a la diabetes.
- Necesidad de garantizar una atención eficiente: para minimizar las repercusiones de este tipo de situaciones de emergencia, hay que garantizar que los pacientes reciban una atención clínica eficiente que contemple las diferentes prestaciones (incluido el cribado de la enfermedad en las personas de riesgo, la educación y la monitorización del control metabólico y de las complicaciones) en visitas presenciales o remotas.
Lo pasado no se puede cambiar, pero sí que allana el camino para lo que vendrá. De ahí que el doctor Pérez tenga clara cuál es la prioridad: invertir en salud para que el sistema sea fuerte y tenga profesionales bien formados. Con esto, quizá, no se evitarán nuevas pandemias, pero sí que sea tan devastadora como la de covid-19.
Hoy sabemos que hay determinados grupos en los que el covid-19 se puede complicar a formas graves. Las personas diabéticas, obesas, hipertensas o con enfermedades cardiovasculares se consideran de riesgo alto. Pero eso es ahora, porque en los primeros meses de la pandemia, los sanitarios actuaban prácticamente a ciegas.