Mucha ciencia y buenos trucos para evitar picos de glucosa y ganar salud
Jessie Inchauspé es una bioquímica que ha aprendido en carne propia cómo repercute la cantidad de azúcar en sangre en nuestro bienestar. Comparte su experiencia en un texto que desentraña el poder adictivo del dulce y cómo es posible no sucumbir
El azúcar es, quizá, el enemigo número uno de la salud porque está directamente relacionado con diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares. Para ser más exactos, el problema lo plantea la glucosa, que es un tipo de azúcar y el compuesto orgánico más abundante en la naturaleza. Nuestro organismo necesita glucosa para desempeñar todas sus funciones (ver, oír, pensar, transportar oxígeno, etc) y la obtiene de la comida. El páncreas libera insulina para contrarrestar el pico de glucosa que se dispara en la sangre cada vez que comemos, pero la subida es muy rápida y acentuada al ingerir alimentos que contienen algún tipo de azúcar (frutas, miel y otros vegetales). ¿El resultado? Estresamos el metabolismo de la glucosa y el cuerpo se rebela, no solo con obesidad y diabetes, también con insomnio, cambios de estado de ánimo, problemas digestivos, enfermedad de hígado graso y una larga lista de problemas que se resumen en inflamación crónica.
La clave para ganar bienestar y prevenir que la situación degenere en enfermedades graves es “aplanar la curva de glucosa”, defiende la bioquímica y divulgadora científica Jessie Inchauspé en su libro 'La revolución de la glucosa' (Editorial Diana).
El texto nace de su propia experiencia. Después de entender cómo afectan los niveles de glucosa al organismo, consiguió superar las secuelas físicas y mentales de un grave accidente. Decidió que “todo el mundo tiene que conocer esta ciencia, porque se pueden beneficiar de ella”. ¿Cómo hacerlo? En el libro, y a través de su cuenta de Instagram @GlucoseGoddess, cuenta trucos para mantener la curva a raya.
PREGUNTA. ¿En qué momento le surge la necesidad de dar el salto de científica a comunicadora de la ciencia?
RESPUESTA. Fue un proceso largo. Cuando era estudiante, tuve un accidente que me afectó física y mentalmente; me di cuenta de que tenía que hacer algo para sentirme mejor y mejorar mi salud. Estudié bioquímica y trabajé en Silicon Valley en el ámbito de la genética, pero seguía sin saber qué tenía que hacer para levantarme todas las mañanas sintiéndome mejor. Utilicé un dispositivo de monitorización continua de glucosa y vi que los picos de glucosa estaban muy relacionados con una serie de problemas mentales que estaba sufriendo (episodios de despersonalización). Dije: "Tengo que averiguar cómo prevenir y desestabilizar esos picos", y empecé a empaparme de estudios científicos. Aprendí que el 90% de la población tiene picos de glucosa a lo largo del día, pero no lo sabe, y que existen una serie de trucos para prevenirlos.
Empecé a compartir la información con mis familiares y amigos, y ellos a su vez también. Mi filosofía es que, realmente, todo el mundo tiene que conocer esta ciencia porque todos se pueden beneficiar de ella.
P. ¿Hace falta un monitor de la glucosa para poner en práctica lo que explica en el libro?
R. No. Lo más importante es que las ideas se pueden aplicar a toda la población y están científicamente demostradas, y para eso no hace falta un glucómetro. Este es un dispositivo médico y puede resultar confuso para los ciudadanos de a pie a la hora de interpretar los datos, las cifras y los picos de glucosa. Creo que aún es pronto para 'popularizarlos' y todavía se tienen que desarrollar dispositivos más intuitivos para quienes no son pacientes de diabetes.
P. Describe pormenorizadamente los diferentes tipos de azúcares que hay en los alimentos, aunque tal vez resulte demasiada información para el público general...
R. Lo que quiero es asegurarme de poner toda la información a disposición del lector. Al final de esa parte más científica -sacarosa, glucosa, fructosa, etc -, lo que intento decir de una manera sencilla es que la glucosa es el punto de partida y, a partir de ahí, todas las piezas del puzle empezarán a encajar. Pero al final es una cuestión personal: habrá quien quiera tener todos los datos científicos y otros irán directamente a los trucos. Me considero una especie de traductora científica para atraer al público a la ciencia, e intento que la información se pueda visualizar y que sea entretenida y accesible.
P. La nutrición es una ciencia muy cambiante; unas veces, las grasas son las malas y ahora le toca serlo a la glucosa. ¿Será una moda pasajera?
R. Creo que no, porque son dos cosas muy diferentes: una cosa es cumplir una dieta como un principio extremo que hay que seguir, y otra lo que hago yo, que es analizar principios biológicos de nuestro cuerpo. Estos principios se pueden aplicar a cualquier persona, sea cual sea el tipo de alimentación que siga. Este es el nivel en el que yo me intento mover, y no solo el de una dieta como algo estricto.
P. O sea, que huye de encuadrar su propuesta en el concepto de dieta…
R. No es ningún tipo de dieta ni tiene nada que ver con ellas. Mi definición de la dieta es que es algo extremo, que a menudo no está basado en principios científicos y, además, busca un efecto muy rápido, que igual que viene se va.
P. En el libro cuenta que de pequeña desayunaba una crepe con crema de cacao. Lo aprendido en la infancia es muy difícil de cambiar, y desde niños aprendemos que lo dulce está rico. ¿Hay que fomentar la educación nutricional en los colegios?
R. Mi sueño final y último sería cambiar directamente el currículo final de los colegios; no solo de la educación primaria, también de las facultades de Medicina porque no compartir toda esta información con el público, con los estudiantes, es un gran detrimento para la población general. Es casi una cuestión de salud pública.
Desde pequeños nos han enseñado que el azúcar está buena. Ahora sabemos que nuestro cerebro está hecho para sentirse bien al tomar azúcar, nos proporciona dopamina, pero también sabemos que realmente no aporta energía. De hecho, el consumo de azúcar disminuye la capacidad a la largo plazo para transformarla en energía. Pero es una industria multimillonaria que está creando niños adictos al azúcar; con todo, hay algo de esperanza y me alegra saber que hay compañías que en Europa tienen prohibido poner a niños como objetivos en sus campañas de productos que tienen una gran cantidad de azúcar.
Creo que sí, que puede haber un cambio y que se puede enseñar…
P. Mientras llega el cambio ya tenemos una generación con un consumo abusivo de azúcares, con implicaciones en la obesidad, en las enfermedades cardiovasculares. Hay estudios que apuntan que la esperanza de vida de los niños de ahora será más baja que la de los niños de hace unos años... ¿Hay que urgir a los gobiernos para que presionen a la industria?
R. Creo que los políticos y las instituciones de salud desempeñan un papel crucial, pero también creo en la educación individual; aprender sobre la salud y sobre cómo funciona nuestro cuerpo. El toque del azúcar está en todas partes, pero hay trucos, como el consumir el azúcar después de una comida y no entre comidas, o el del vaso de agua con una cucharadita de vinagre para prevenir el pico de glucosa, o caminar después de comer. Por eso, es verdad que hay una responsabilidad a nivel político desde arriba, pero al tiempo, y desde abajo, creo que las personas que intentamos formar a la población también tenemos una responsabilidad en este sentido.
P. ¿Qué opina de muchos 'influencers' que transmiten conceptos erróneos sobre nutrición y el público se los cree? ¿Cómo saber a quién hay que seguir?
R. Es una buena pregunta. Es una cuestión muy compleja. Creo que cada uno tenemos que hacer un trabajo individual como usuarios de redes sociales y buscar qué cualidades y preparación tiene esa persona. Identificar si hay marketing de por medio o si lo que pretende es ayudarnos y formarnos.
En cualquier caso es un gran problema. Yo, personalmente, cuando posteo algo y comparto una gráfica, lo que hago al final es incluir una referencia bibliográfica al estudio científico en cuestión. Creo que la población tiene que educarse y acostumbrarse a buscar las fuentes que está utilizando esa persona. Y también, a nivel editorial, es importante ver quién respalda la información que contiene ese libro. Estoy orgullosa de las personalidades del ambito científico que respaldan mi trabajo y eso debería ser el estándar.
Podríamos estar hablando mucho tiempo, pero como consumidores deberíamos saber identificar si hay algo que nos parece raro, y si es demasiado bueno para ser cierto se nos debería encender una alarma. Si un 'influencer' nos recomienda algo tan extremo como comer brócoli y zumo de naranja durante semanas para perder kilos, hay algo que nos tiene que oler a chamusquina. Eso no tiene base científica y tenemos que mejorar cómo descodificar esas señales.
P. Usted es científica y los científicos tradicionalmente han estado encerrados en sus laboratorios, pero cada vez hay más jóvenes científicos que, de una manera divertida y amena, quieren difundir el conocimiento. ¿Por qué ha abandonado el laboratorio para contar la ciencia para que todos la entiendan?
R. Me encanta explicar la ciencia; es como una especie de sándwich de tres capas: abajo está la comunidad científica en sus laboratorios, que son fundamentales para generar la información; arriba está el público general y en medio estamos las personas como yo, que entendemos esa ciencia y queremos transmitirla al público general. Creo que todos formamos un gran equipo y mi talento encaja mejor en esa capa intermedia.
P. La glucosa y la microbiota acaparan el interés de la ciencia. ¿Cuál es el siguiente hallazgo que va a diseccionar?
R. Creo que a largo plazo será la salud mental. Acercar a la gente una serie de consejos para aprender a regular el estrés.
P. ¿Desde la nutrición, desde la glucosa? De alguna manera lo introduce en este libro...
R. Está todo conectado. Al final, lo fundamental es estabilizar los niveles de glucosa y, una vez conseguido, nos podemos interesar por otras cuestiones de salud mental.
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El azúcar es, quizá, el enemigo número uno de la salud porque está directamente relacionado con diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares. Para ser más exactos, el problema lo plantea la glucosa, que es un tipo de azúcar y el compuesto orgánico más abundante en la naturaleza. Nuestro organismo necesita glucosa para desempeñar todas sus funciones (ver, oír, pensar, transportar oxígeno, etc) y la obtiene de la comida. El páncreas libera insulina para contrarrestar el pico de glucosa que se dispara en la sangre cada vez que comemos, pero la subida es muy rápida y acentuada al ingerir alimentos que contienen algún tipo de azúcar (frutas, miel y otros vegetales). ¿El resultado? Estresamos el metabolismo de la glucosa y el cuerpo se rebela, no solo con obesidad y diabetes, también con insomnio, cambios de estado de ánimo, problemas digestivos, enfermedad de hígado graso y una larga lista de problemas que se resumen en inflamación crónica.
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