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Las reglas que debes seguir en el buffet libre para no llenarte
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Las reglas que debes seguir en el buffet libre para no llenarte

Los buffets libres son para muchas personas un paraíso y un infierno a partes iguales. La libertad de poder comer todo lo que quieras en un mismo restaurante choca de frente con los problemas de salud que esta conducta conlleva

Foto: Vitrinas de un buffet restaurante.
Vitrinas de un buffet restaurante.

Los buffets libres son el paraíso para cualquier amante de la gastronomía. Tener decenas de platos distintos a su entera disposición, en un mismo establecimiento y a un precio reducido es una oferta muy difícil de rechazar. Sin embargo, si lo pensamos detenidamente, en un mismo almuerzo el comensal puede llegar a ingerir hasta diez comidas distintas, una gula desmedida que solo tiene lugar en este tipo de restaurantes y que hace un flaco favor a la salud. Pasta, arroz, ensaladas, hamburguesas, perritos calientes, carne, pescado y los postres más suculentos; todo es posible en los buffets libres, al menos hasta que el estómago diga basta. ¿Cómo podemos aprovechar al máximo esta propuesta sin caer en el empacho?

¿Es un riesgo sanitario?

Frente a las ventajas antes expuestas, el buffet libre también debe ir acompañado de una serie de requisitos para garantizar la seguridad alimentaria de la clientela que, en comparación con otro tipo de restaurantes, está expuesta a un mayor número de riesgos. En primer lugar, hay que tener en cuenta el tiempo que la comida permanece en el expositor hasta su consumo, lo que multiplica las probabilidades de una toxiinfección. Se trata de un espacio mucho menos controlado que la cocina, abierto continuamente a numerosos comensales que remueven, prueban y se sirven sus platos del mismo recipiente.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

A esta situación se unen las condiciones de higiene que deben cumplirse durante todo el proceso. Desde la adquisición y el transporte de los ingredientes, pasando por la llegada a las instalaciones y su manipulación hasta el cocinado y el emplatado final de la receta. Sin mencionar la temperatura adecuada de conservación para cada alimento, el estado del mobiliario expositor o el uso de utensilios y recipientes específicos.

En un buffet restaurante, el comensal puede ingerir hasta diez platos distintos sin el menor apetito

Sin embargo, a los agentes externos se suman también los efectos físicos nocivos de ese empacho que suele aparecer tras este suculento festín. Uno de los problemas más frecuentes es la pérdida de la noción de la cantidad de comida ingerida, lo que favorece la obesidad y la diabetes. Este consumo excesivo “hace reventar al páncreas, que tiene que segregar una cantidad de insulina impresionante para ser capaz de restablecer los valores normales de azúcar en sangre”, explica Noelia Caballero, diplomada en nutrición humana y dietética, en su blog 'Los números de mi báscula'. Además, provoca que nuestro estómago se estire hasta límites insospechados y “que perdamos la sensación de saciedad”, añade. Unos síntomas que acompañan a los habituales problemas digestivos como los vómitos, el dolor de estómago, la acidez, el cansancio, la diarrea o la sudoración. ¿Merece la pena llegar a este estado por un plato más de comida?

Consejos para comer bien

  • Piensa antes lo que te apetece comer. Normalmente, nuestro apetito se decanta por una comida en concreto. Si eres fiel a ese sentimiento previo, será mucho más fácil limitar la ingesta del resto de alimentos. Otra herramienta de suma eficacia es revisar todas las opciones disponibles antes de coger el primer plato, así podrás decidir aquellos que más te apetecen y no te dejarás seducir por el ansia. Estos “pequeños cambios pueden disminuir la tendencia a comer en exceso", asegura Brian Wanskin, experto en el control de los mecanismos de hambre y saciedad. Y es que se trata de un escenario donde estos dos elementos se desorientan con demasiada rapidez y a los que hay que vigilar con sumo cuidado. Un truco para mantenerlos a raya es sentarse lo más lejos posible y de espaldas a las vitrinas. Ojos que no ven, corazón que no siente.
  • Calmar el ansia. Este puede ser tu principal enemigo si acudes a un buffet restaurante. Para luchar contra él y salir victorioso, empieza por los aperitivos y entrantes que más te gusten. Eso sí, recurre siempre a una porción mínima, lo justo y necesario para calmar la gula sin perder el apetito. De esta forma, podrás seguir con el almuerzo sin ningún tipo de estímulo extra. Además, se recomienda dejar de comer antes de tener el estómago lleno, ya que aumenta el riesgo de ganancia de peso.
  • Vigila el tamaño de la ración. Otro elemento importante es no cargar los platos hasta arriba. Escoge el más pequeño que veas, si es necesario que sea el del postre, así te obligarás a reducir el tamaño de la porción ya que un tamaño mayor de las raciones puede dificultar la autorregulación de la ingesta.
  • Rompe los hábitos establecidos. Normalmente, cuando comemos en casa, el plato principal suele ser el más abundante e incluye alimentos copiosos como la carne, el pescado, la pasta o el arroz. Sin embargo, para sobrevivir en un buffet libre, esta disposición debe ser erradicada. Si quieres aprovechar para probar varias recetas, no te hinches con una en concreto. Prueba un poco de cada sin caer en la ansiedad.
  • No tengas prisa. Este tipo de restaurantes provocan en el comensal una urgencia incontrolable por probar todo lo que hay ante sus ojos. Estas prisas hacen que no mastiquemos correctamente, estimulan la entrada de aire al estómago, con sus consecuentes gases y dolores estomacales; y la llegada de una digestión mucho más lenta y pesada de lo habitual, que normalmente desemboca en un estado de adormecimiento nada beneficioso para el usuario.

Los buffets libres son el paraíso para cualquier amante de la gastronomía. Tener decenas de platos distintos a su entera disposición, en un mismo establecimiento y a un precio reducido es una oferta muy difícil de rechazar. Sin embargo, si lo pensamos detenidamente, en un mismo almuerzo el comensal puede llegar a ingerir hasta diez comidas distintas, una gula desmedida que solo tiene lugar en este tipo de restaurantes y que hace un flaco favor a la salud. Pasta, arroz, ensaladas, hamburguesas, perritos calientes, carne, pescado y los postres más suculentos; todo es posible en los buffets libres, al menos hasta que el estómago diga basta. ¿Cómo podemos aprovechar al máximo esta propuesta sin caer en el empacho?

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