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Las bacterias de la boca pueden acelerar el alzhéimer
  1. Bienestar
Microbiota oral y salud

Las bacterias de la boca pueden acelerar el alzhéimer

Una visita al dentista no solo puede ayudarte a conservar la salud de tu boca, sino también a prevenir otras enfermedades y a frenar el avance de patologías neurodegenerativas

Foto: Las bacterias bucales se relacionan con varias patologías. (iStock)
Las bacterias bucales se relacionan con varias patologías. (iStock)

Lo decíamos hace poco en estas mismas páginas: el ser humano constituye un ecosistema. Cada uno de nosotros es un organismo multicelular complejo que está en íntima relación con los microorganismos que lo habitan. Hablábamos así en el contexto del funcionamiento de nuestras defensas y de cómo nuestra microbiota influye tanto para la salud como para la enfermedad.

Esta situación, que tantas veces hemos trillado cuando hablamos de nuestro intestino, también se reproduce en la boca. Como nos explica el doctor José Luis de la Hoz, médico estomatólogo, máster en Dolor Orofacial y diplomado en Psiconeuroinmunología Clínica, “sus peculiaridades anatómicas, histológicas, microbiológicas y funcionales hacen de ella un microambiente muy singular, cuya afectación patológica puede condicionar de forma muy significativa a la salud del ser humano”.

La boca es puerta de entrada, y barrera, tanto del aparato digestivo como del respiratorio

Para entenderlo, pensemos que nuestro organismo tiene tres barreras que le comunican con el medio externo. Una es la piel, otra es el aparato digestivo y otra el aparato respiratorio. Pues bien, la boca es la vía de entrada a estas dos últimas barreras, y el hecho de que cumpla funciones tanto digestivas como respiratorias contribuye a que tenga un entorno microbiológico muy especial. En este entorno no solo encontramos entre 500 y 700 tipos diferentes de bacterias, sino también, explica el experto, “virus, hongos y otros organismos aún no clasificados ni cultivados (solo se conoce su existencia por indicios genéticos) que están adheridos a las piezas dentarias, la lengua, las mucosas o en la saliva”. Puede que pensar en ello nos dé una cierta aprensión, pero debemos recordar que la inmensa mayoría de estos microorganismos no solo no son patógenos, sino que cumplen funciones que nos benefician.

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Foto: iStock.

Por tanto, el hecho de que estemos colonizados es positivo. Ahora bien, es crucial que, al igual que sucede en el intestino, también la microbiota oral sea rica y variada, y que tanto las bacterias ‘buenas’ como las ‘malas’ estén en equilibrio; cuando este equilibrio se rompe, surge la disbiosis oral y, con ella, la patología. Uno de los ejemplos más conocidos es la caries, que no es, como se pensaba antes, “una enfermedad exclusivamente infecciosa, sino una enfermedad disbiótica microbiana”.

El otro gran ejemplo de patología bucal son las enfermedades periodontales (gingivitis y periodontitis). Se trata también de una disbiosis oral, de un desequilibrio provocado por múltiples factores de riesgo, tanto genéticos como ambientales y de estilo de vida. Seguro que el concepto ‘placa bacteriana’ te es familiar; de hecho, siempre se nos ha dicho que debemos combatirla mediante una buena limpieza de nuestros dientes. Así es, pero ahora explicaremos por qué es realmente tan importante. Esta placa es una estructura, altamente organizada, compuesta por bacterias patógenas presentes en el biolfilm subgingival; es decir, debajo de la encía. Como indica el doctor De la Hoz, “estas bacterias inducen una respuesta inmunoinflamatoria en los tejidos, que en personas susceptibles puede acabar destruyendo los tejidos de soporte del diente, haciendo que la enfermedad progrese y, eventualmente, cause la pérdida del propio diente”.

De la boca al intestino

Podríamos pensar que lo peor que nos puede pasar ante una enfermedad periodontal es la pérdida de algún diente. Nos equivocamos: su peligro no es solo local, sino también a nivel sistémico, ya que los gérmenes patógenos van a salir de la boca y se van a desplazar a otras partes de nuestro organismo. Y lo van a hacer de varias formas, una de las cuales es a través de los tejidos alterados por la inflamación local de la boca.

Pero recordemos que, como decíamos al principio, la boca es la puerta de entrada al aparato digestivo y al aparato respiratorio. Así pues, estos gérmenes nocivos, señala el doctor De la Hoz, “son ingeridos y pasan al tracto digestivo, donde alteran el entorno microbiológico y contribuyen al establecimiento de una disbiosis gástrica e intestinal. Dicha disbiosis altera la barrera intestinal afectando a su misión de defensa y permite que tanto los gérmenes como las sustancias tóxicas accedan al torrente sanguíneo distribuyéndose por todo nuestro organismo”. En cuanto al aparato respiratorio, continúa, “lo mismo sucede con las bacterias patógenas de nuestra boca, que son 'aspiradas' a las vías respiratorias causando alteración de la barrera y siendo absorbidas también al torrente sanguíneo”.

¿Qué significa todo esto? Que esas bacterias patógenas han salido de su hábitat y han llegado a distintas zonas de nuestro cuerpo. Lógicamente, nuestras defensas se activan y desencadenan una respuesta de inflamación. Se ponen alerta, y si este estado de alerta se mantiene en el tiempo de forma persistente, “da lugar a un funcionamiento incorrecto del sistema inmunitario, que está diseñado para responder de forma eficaz, pero breve en el tiempo, ante agresiones agudas. Si su activación se prolonga, comienza a cometer errores, se establece una inflamación de bajo grado y puede terminar atacando a estructuras propias del individuo, como las articulaciones, los vasos sanguíneos, el corazón, el tejido nervioso…”. Es decir, se podría desencadenar una enfermedad autoinmune.

"La presencia de la enfermedad periodontal acelera hasta seis veces el curso normal del alzhéimer"

Más aún: tal vez te cueste imaginar que esa enfermedad periodontal pueda llegar a tener algún tipo de relación con el alzhéimer. Pues así es. Aunque el encéfalo cuenta con una eficaz barrera propia que impide la entrada de gérmenes y tóxicos, “en situaciones de inflamación de bajo grado persistente, esta barrera se ve afectada y permite el paso de dichos elementos patológicos, que pueden afectar gravemente al sistema nervioso”. Así, en pacientes afectados por enfermedad de alzhéimer, “se han detectado niveles elevados de Porhyromonas gingivalis y Treponema denticola, dos de los principales gérmenes periodontopatógenos. Y hay estudios que demuestran que la presencia de la enfermedad periodontal acelera la evolución del alzhéimer hasta seis veces su curso normal”.

Bien, está claro que debemos tomarnos en serio la salud de nuestra boca. ¿Qué podemos hacer?

  • Diagnóstico: para ello es imprescindible el sondaje periodontal, que deberíamos realizarnos todos -y no solo quienes presentan síntomas- para medir la cantidad de inserción perdida alrededor del diente. También radiografías para valorar la pérdida del hueso. En determinadas circunstancias, estudios microbiológicos.
  • Fase higiénica: eliminar las bacterias y el cálculo o sarro que hay entre la encía y el diente. Es el raspado o curetaje. En algunos pacientes se requerirá también intervenir quirúrgicamente.
  • Mantenimiento: el paciente debe eliminar regularmente la placa, mediante el cepillado y el empleo de dispositivos de higiene interdental, como la seda o hilo dental y los cepillos interproximales. Y es imprescindible realizar controles periódicos para evitar una nueva infección.
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Estas son las estrategias básicas. Pero, yendo más allá y volviendo a la idea del organismo como un ecosistema, nos interesa un abordaje integral de la patología bucal. En este sentido, el doctor De la Hoz sugiere dos opciones

  • Suplementación con algunos elementos naturales que contribuyan a optimizar el resultado del tratamiento, como pueden ser la lactoferrina, omega 3 (EPA y DHA), un multivitamínico que contenga vitamina A, C, D y E, colina y oligoelementos (zinc, magnesio…).
  • Utilización de probióticos específicamente formulados para regenerar la microbiota oral con cepas como Lactobacillus reuteri (que produce reuterina, un antimicrobiano natural), L. fermentum, L. salivarius, L. paracasei, L. plantarum, L. rhamnosus y L. casei. Está en fase de investigación la posible utilización del Streptococcus dentisani para la prevención de la caries.

Lo decíamos hace poco en estas mismas páginas: el ser humano constituye un ecosistema. Cada uno de nosotros es un organismo multicelular complejo que está en íntima relación con los microorganismos que lo habitan. Hablábamos así en el contexto del funcionamiento de nuestras defensas y de cómo nuestra microbiota influye tanto para la salud como para la enfermedad.

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