Lo último contra la obesidad: un implante gástrico que se activa con luz láser
Adelgazar no solo pasa por comer menos y moverse más. El problema es complejo y la solución difícil. Pero, quizá, científicos de Corea del Sur tengan un remedio: un stent recubierto de una sustancia capaz de reducir la hormona del hambre
La idea de implantar ‘chips’ terapéuticos es muy atractiva. ¿Quién no querría deshacerse de su enfermedad gracias a la actuación de uno de estos dispositivos introducidos en su cuerpo? Ese sueño viene de lejos; basta asomarse al ventanal de internet para encontrar artículos sobre posibles usos de los biochips escritos hace bastantes años (como este del año 2002, que ya situaba los comienzos de estos dispositivos en los años 60 del siglo pasado) y otros tan recientes como el publicado hace unos días en ‘Nature Biotechnology’ que explica el desarrollo de un dispositivo implantable que libera células CAR-T para el tratamiento del cáncer.
Algunos ya son una realidad en la práctica clínica (sobre todo dispositivos cardiacos), pero otros todavía permanecen en el campo experimental, aunque su potencial es enorme. Ese es el caso, por ejemplo, de un dispositivo implantable para tratar la obesidad, uno de los grandes retos sociosanitarios de este siglo por su alta incidencia entre la población mundial (más de 1.900 millones de adultos y 340 millones de menores tienen sobrepeso u obesidad) y las consecuencias que acarrea (enfermedades cardiovasculares, diabetes, problemas musculoesqueléticos, cáncer, etc) para la calidad de vida y la salud.
Matar el hambre
Muchas de las personas con obesidad saben que la dieta y el ejercicio, a menudo, no resuelven su problema; algunas recurren a la cirugía bariátrica o a la colocación de un balón gástrico que reduzca el volumen de su estómago, pero, una vez más, la deseada solución no llega. La ciencia confirma que la obesidad es una enfermedad que implica a factores hormonales, psicológicos, de estilo de vida y, por si fuera poco, la microbiota, y a este cóctel se añade la enorme complejidad de los mecanismos que regulan el apetito y la saciedad.
¿Qué obeso no sueña con perder parte de su hambre? Un equipo de ingenieros biomédicos y gastroenterólogos de Corea del Sur está trabajando en un implante gástrico que inhibe la producción de grelina, la conocida como ‘hormona del hambre’.
En un artículo publicado en 'ACS Applied Materials & Interfaces' (la revista de la Sociedad Americana de Química), los científicos coreanos describen el desarrollo de un implante recubierto de un tinte que se activa mediante luz láser; un mecanismo que mata a las células que producen grelina.
Mejorando el prototipo
En realidad, la investigación parte del año 2019, cuando el equipo de Hwoon-Yong Jung, del Departamento de Gastroenterología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Ulsan, diseñó un nuevo tipo de implante, que llamaron ‘dispositivo inductor de saciedad intragástrica’ (ISD, por sus siglas en inglés). Consiste en un stent, que se aloja en la parte inferior del esófago, unido a un disco que descansa en la abertura del estómago (llamada cardias). El disco tiene un agujero en el centro para dejar pasar la comida.
La luz láser activa el azul de metileno y se libera oxígeno, que destruye células productoras de grelina. Luego se retira el implante
Las pruebas en cerdos mostraron que el ISD redujo la ingesta de alimentos y el aumento de peso al mejorar la sensación de saciedad y reducir los niveles de grelina (la hormona está producida por células que se encuentran en la parte superior del estómago). Pero el dispositivo provocó diferentes complicaciones, entre ellas, reflujo gástrico.
Por esto, en el proyecto actual -que está subvencionado por el Fondo de Desarrollo de Dispositivos Médicos de Corea, financiado por el Gobierno coreano-, liderado por Jung, Jung-Hoon Park, del Departamento de Ingeniería Biomédica del Instituto Asan, y Kun Na, de la Universidad Católica de Corea, el objetivo ha sido averiguar si es posible suprimir aún más la grelina recubriendo el disco del ISD con un compuesto que, con un disparo de luz láser, destruya algunas de las células productoras de grelina. Después, el implante se retira para evitar los efectos secundarios asociados con el diseño inicial de 2019.
Para esta estrategia, el equipo recubrió los ISD con azul de metileno -una sustancia aprobada por la FDA- y luego los colocó en el estómago de cerdos jóvenes. Cuando se expuso a la luz láser, el recubrimiento liberó oxígeno singlete (una forma de oxígeno excitado), que destruyó las células productoras de grelina del estómago y desapareció. Al cabo de una semana, el tratamiento redujo los niveles de grelina y el aumento de peso corporal en los animales tratados a la mitad en comparación con un cerdo no tratado, aunque estas diferencias disminuyeron en las siguientes semanas a menos que se repitiera el tratamiento ligero.
Los autores defienden que, con un mayor desarrollo, este simple procedimiento puede convertirse en un nuevo tipo de tratamiento mínimamente invasivo para ayudar a los pacientes obesos a perder peso.
La idea de implantar ‘chips’ terapéuticos es muy atractiva. ¿Quién no querría deshacerse de su enfermedad gracias a la actuación de uno de estos dispositivos introducidos en su cuerpo? Ese sueño viene de lejos; basta asomarse al ventanal de internet para encontrar artículos sobre posibles usos de los biochips escritos hace bastantes años (como este del año 2002, que ya situaba los comienzos de estos dispositivos en los años 60 del siglo pasado) y otros tan recientes como el publicado hace unos días en ‘Nature Biotechnology’ que explica el desarrollo de un dispositivo implantable que libera células CAR-T para el tratamiento del cáncer.