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La esperanza, columna vertebral de la vida
  1. Bienestar
'TENER PERSPECTIVA'

La esperanza, columna vertebral de la vida

Es una suma de ilusión por completar nuevos proyectos, de expectativas de un futuro siempre enriquecedor y de fe en trascender las propias limitaciones

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La esperanza es el auténtico eje de la existencia. Es una suma de ilusión por completar nuevos proyectos, de expectativas de un futuro siempre enriquecedor y de fe en trascender las propias limitaciones. La esperanza es el resumen de la confianza que tenemos en nosotros mismos y en los demás, el lazo que une, en una sucesión productiva y satisfactoria, el presente, el pasado, y el futuro. Es una auténtica columna vertebral de la vida y la felicidad, que es el fin abstracto que perseguimos, no es un estado ideal, sino saber comprender la realidad: la existencia es una suma de proyectos. No siempre tendremos éxito, pero la esperanza nos dará ánimos para superar las adversidades y los fracasos. En el enfermo depresivo, la esperanza se pierde en un mar de ideas confusas y con ella se rompe el puente que une las diferentes etapas de la vida.

El psiquiatra debe ser algo más que un médico: es una persona que ha de comprender los sentimientos de sus pacientes. El depresivo siente que la vida no merece la pena, que el esfuerzo de vivir es agotador y no tiene sentimientos. El tiempo, para el depresivo, es una carga, no una continuidad de proyectos vitales. El pasado está lleno de culpa y negatividad, el presente parece congelarse y el futuro es sólo una negra sucesión de catástrofes en potencia. El ritmo del tiempo parece que se detiene no acaba de pasar.

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El tratamiento de la depresión debe tener en cuenta estas cuestiones. Cada escuela psiquiátrica y psicológica tiene su propia teoría y modo de actuar, pero ninguna debe pasar por alto el mundo interior del enfermo, su sintomatología general y cómo la percibe el propio afectado. En muchos casos la depresión puede ser el resultado de un desajuste de la química orgánica, pero esto no ahorrará sufrimientos.

Psiquiatra, el médico del alma

La labor del psiquiatra, en este sentido, va más allá de hacer un diagnóstico y recetar un tratamiento: debe ser un verdadero médico del alma y ofrecer a su paciente un camino para recuperar esa fuerza interior que ha perdido y que necesita para seguir adelante. Podemos llamarlo esperanza, conocerse a sí mismo, o aplicar cualquier otro nombre, pero la esencia será siempre la misma.

Hay una pregunta que nos ayuda en este sentido y es ¿cómo te ves a ti mismo? Nos introducimos en el autoconcepto, la descripción personal, y esto nos ayuda a abordar los problemas que podamos tener. Las características que uno emplea para definirse retratan sus preferencias, su propio esquema mental. Quien se ve a sí mismo como abierto, comunicativo, cordial, expresivo, con curiosidad para conocer gente está exponiendo una supremacía de lo psicológico; quien afirma que es alto, delgado, enjuto de carnes, con tendencia a la astenia y frecuentes problemas de estómago, se está retratando desde una orientación esencialmente corporal.

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Existen cuatro áreas de análisis que deben ser exploradas con minuciosidad si queremos disponer de unos datos precisos con los cuales trabajar: la visión de uno mismo, la relación con los demás, la visión de la historia personal y, por último, la interpretación de la realidad.

Todo va a depender de la capacidad psicológica para afinar en el conocimiento de uno mismo. Hay gente, por ejemplo, que minusvalora sus ingredientes positivos y es incapaz de reparar en ellos. Pero para hacer un balance correcto se deben considerar tanto los puntos positivos como los negativos de los distintos aspectos: físicos, psicológicos, de conducta, cognitivos, asertivos (o sociales) y culturales.

El terapeuta debe revisar la primera lista que realice el paciente, ya que ello forma parte del tratamiento, y su misión es hacerla más objetiva y realista, con el fin de trabajar con ella y sentar las bases para unas pautas de comportamiento. Qué es lo que más me gusta de mi forma de ser y lo que menos. A partir de ahí se prepara una segunda lista, relacionada con diseñar un programa de vida personal.

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En algunos casos resulta conveniente plantearse con el paciente no solo los objetivos a conseguir, sino también el plazo para ello, con el fin de evitar una psicoterapia interminable y con poco sentido clínico. Como se parte de los fallos de la persona, es el propio paciente el que se da cuenta de sus debilidades y limitaciones y, a la vez, el terapeuta, con mucha mano izquierda, le ofrece la otra cara de la moneda. No olvidemos que la autoestima consiste en valorar y reconocer lo que uno es y lo que puede llegar a ser.

Tener esperanza es saber ver la realidad fijándonos más en lo bueno que en lo malo. Saber mirar es la alegría de los ojos.

La esperanza es el auténtico eje de la existencia. Es una suma de ilusión por completar nuevos proyectos, de expectativas de un futuro siempre enriquecedor y de fe en trascender las propias limitaciones. La esperanza es el resumen de la confianza que tenemos en nosotros mismos y en los demás, el lazo que une, en una sucesión productiva y satisfactoria, el presente, el pasado, y el futuro. Es una auténtica columna vertebral de la vida y la felicidad, que es el fin abstracto que perseguimos, no es un estado ideal, sino saber comprender la realidad: la existencia es una suma de proyectos. No siempre tendremos éxito, pero la esperanza nos dará ánimos para superar las adversidades y los fracasos. En el enfermo depresivo, la esperanza se pierde en un mar de ideas confusas y con ella se rompe el puente que une las diferentes etapas de la vida.

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