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La realidad que los negacionistas de las vacunas no quieren ver
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La realidad que los negacionistas de las vacunas no quieren ver

Son uno de los mayores logros en salud pública y, pese a su éxito, a menudo son cuestionadas y rechazadas, con graves consecuencias, como es el regreso de enfermedades ya controladas. Pero la evidencia científica en torno a su eficacia es aplastante

Foto: Los casos de bronquiolitis han caído a partir de la inmunización frente al VRS. (iStock)
Los casos de bronquiolitis han caído a partir de la inmunización frente al VRS. (iStock)

Las vacunas son uno de los mayores avances en salud pública. Han evitado millones de muertes en todo mundo y erradicado una enfermedad tan mortífera como fue la viruela. Más reciente aún: la vacuna frente al covid-19, desarrollada en tiempo récord, comenzó a inyectarse en diciembre de 2020, frenando en seco la cifra de fallecidos asociada a la infección (en menos de dos años, evitó cerca de 20 millones de muertes, según un artículo publicado en The Lancet). Sin embargo, pasada la crisis aguda, muchas personas han cuestionado su seguridad y los antivacunas han vaticinado grandes males derivados de la inmunización.

Al mismo tiempo, muchas personas esperan que llegue el día en que exista una vacuna universal frente al cáncer, otra para el tabaquismo, o para la obesidad... Es decir, recelamos de las que hay disponibles y anhelamos las que, a priori, son imposibles.

Foto: Un niño siendo vacunado contra el sarampión. (EFE/Paolo Aguilar)
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Disponer de vacunas para las infecciones más graves y que estén al alcance de todos es uno de los mayores logros (y también desafíos) de salud, sobre todo en un mundo globalizado, donde la libre circulación de personas y mercancías favorece la rápida transmisión de infecciones (el ejemplo más claro y reciente es el SARS-CoV-2) o la vuelta de otras que habían desaparecido de la mayoría de los países. Es lo que está ocurriendo con el sarampión, que después de décadas ausente en los países occidentales (gracias a la inmunización infantil), ha reaparecido (en Reino Unido, Rumanía, Estados Unidos o España), asociado a portadores procedentes de países donde la vacuna no es obligatoria o no está disponible para todos, y los afectados suelen ser niños o adultos no vacunados.

Un siglo de evidencia

En este escenario de antivacunas e infecciones reemergentes en los países desarrollados, un nuevo informe del comité asesor de vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP) ofrece evidencia científica sobre la utilidad de las vacunas. Para ello, se basa en el resultado de un estudio que ha analizado la evolución del sarampión, polio, tosferina y paperas en Suecia entre los años 1910 y 2019. A lo largo de ese siglo, solo en el país escandinavo, se han evitado más de 1,5 millones casos de estas enfermedades (de graves consecuencias), aunque la cifra puede ser mayor (lo encontrado en Suecia es extrapolable a España, puesto que cuentan con calendarios vacunales muy parecidos). “Este dato ilustra el valor de las vacunaciones y de lo que podría ocurrir de no contar con ellas”, dice el documento.

placeholder Las vacunas evitan la mayoría de infecciones de polio y sarampión. (iStock)
Las vacunas evitan la mayoría de infecciones de polio y sarampión. (iStock)

Pero cuando entran a escena reticentes y antivacunas, ponen en peligro lo conseguido. El doctor Ángel Hernández Merino, del comité asesor de vacunas de la AEP, más que cargar las tintas en estos últimos -“son pocos aunque muy ruidosos y con gran visibilidad”-, lo hace en “el manejo de la gestión de la duda vacunal”.

"Tener dudas es natural (miedo a posibles efectos secundarios, percepción de que algunas no son necesarias), pero son ideas que hay que aclarar"

“Tener dudas es natural (miedo a los posibles efectos secundarios, percepción de que ya no son necesarias algunas vacunas, desidia y falta de interés, acceso complicado a las vacunaciones por temas laborales u otros, etc)”, enumera a El Confidencial, y esas ideas son las que hay que aclarar. Para esto, señala a las “redes sociales y los medios de comunicación, que tienen una gran influencia en la difusión de información falsa o acorde con el conocimiento científico”.

Dada la imposibilidad de controlar las redes sociales, defiende contrarrestar mensajes erróneos “disponiendo de fuentes de información veraz y honesta, para lo cual deberían colaborar los medios de comunicación serios y las autoridades sanitarias”. También señala a los sanitarios, ya que “son la principal fuente de información confiable para la mayoría de la población, pero no siempre responden a esta necesidad de la forma oportuna”.

El caso de la vacuna del covid

De cualquier forma, el experto indica que la aceptación de las vacunas no es la misma ni en todos los lugares ni en todos los momentos. Un claro ejemplo es la vacuna frente al covid, esperada y deseada en los meses más duros de la pandemia, y rechazada en los años siguientes (sobre todo, este otoño-invierno). En opinión de Hernández Merino, en nuestro país ha faltado, “además de una revisión independiente y transparente de la gestión (política y sanitaria) de la pandemia, debate y reflexión ante los resultados obtenidos y sobre la evolución de la respuesta a la vacunación".

"Para vencer reticencias sobre las vacunas se necesita menos complacencia de los gestores y políticos y más implicación de los profesionales"

Considera que "la voz y la labor pedagógica de las autoridades de salud pública han estado ausentes, siguen ausentes, y ello, pese a que en España la gran mayoría de la población es favorable a las vacunaciones, es un aspecto negativo de consecuencias no evaluadas ni previstas”.

Por eso, para vencer reticencias, hace una batería de propuestas: información confiable, monitorización de la incidencia de enfermedades vacunables y de la aceptación de la vacunación y análisis de los datos en tiempo real y con base geográfica, local, provincial, autonómica y nacional. También propone “menos complacencia de los gestores y políticos, más implicación de los profesionales y colaboración activa y comprometida de los medios de comunicación, entre otras medidas”.

Bronquiolitis: un ejemplo de éxito

Un caso de éxito ha sido la inmunización frente al virus respiratorio sincitial (VRS), que el invierno pasado tuvo un fuerte impacto en las urgencias de pediatría de los hospitales, con un récord de ingresos. El pasado septiembre, la mayoría de comunidades autónomas comenzó la campaña de inmunización pasiva frente a este virus de recién nacidos, niños menores de 6 meses y de riesgo de menos de 2 años.

Foto: Recién nacido en una unidad de vigilancia pediátrica. (iStock)

Comparando los datos del impacto sanitario antes y después de la inmunización, las diferencias son sobresalientes: esta temporada, las urgencias por bronquiolitis se han reducido a la mitad y los ingresos en UCI pediátricas han disminuido un 80%, según informa la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría (SEUP).

Realmente, no es una vacuna, sino un anticuerpo monoclonal que se administra por vía intramuscular transfiriendo directamente los anticuerpos artificiales”, matiza la doctora Paula Vázquez, presidenta de la SEUP, que destaca que los más beneficiados han sido ”los recién nacidos, los lactantes menores de 6 meses y los niños de riesgo (prematuros, cardiopatías, problemas pulmonares crónicos o de inmunidad) menores de 2 años, que son la población más susceptible de presentar una bronquiolitis más grave y requerir cuidados críticos”.

"Las tasas de inmunización han sido altas porque la población está concienciada de lo peligroso que es para un recién nacido una bronquiolitis"

La pediatra subraya que “las tasas de inmunización pasiva globales en todas las comunidades han sido muy altas”. Un seguimiento que se explica porque “la población estaba muy concienciada de lo peligroso que es para un recién nacido o lactante pequeño o niño con patología de riesgo contraer una bronquiolitis que puede suponer una complicación pulmonar”, pero también porque desde la AEP “se llevó a cabo una campaña de difusión muy importante”.

A diferencia de las vacunas de viruela, polio, paperas y tosferina, entre otras, que confieren protección duradera con una o dos dosis, el anticuerpo frente al VRS “protege, aproximadamente, durante 5 meses, por lo que una dosis puede proteger durante toda la temporada de VRS”.

¿Qué efectos puede tener este anticuerpo a largo plazo? “De momento, es pronto para saberlo”, dice Vázquez. Lo que importa es el ahora: “A corto plazo ha tenido unos efectos claramente beneficiosos para los lactantes menores, los recién nacidos y los niños de alto riesgo que no han sufrido la bronquiolitis o la han sufrido de forma muy leve, evitando ingresos en UCIP”.

De todas formas, el éxito inicial debe confirmarse en el tiempo. “Tendremos que seguir analizando las diferentes epidemias para conocer el alcance máximo protector de esta medida”, concluye.

Las vacunas son uno de los mayores avances en salud pública. Han evitado millones de muertes en todo mundo y erradicado una enfermedad tan mortífera como fue la viruela. Más reciente aún: la vacuna frente al covid-19, desarrollada en tiempo récord, comenzó a inyectarse en diciembre de 2020, frenando en seco la cifra de fallecidos asociada a la infección (en menos de dos años, evitó cerca de 20 millones de muertes, según un artículo publicado en The Lancet). Sin embargo, pasada la crisis aguda, muchas personas han cuestionado su seguridad y los antivacunas han vaticinado grandes males derivados de la inmunización.

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