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Descubierta una molécula que limita el desarrollo de los tumores en el páncreas
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Descubierta una molécula que limita el desarrollo de los tumores en el páncreas

El descubrimiento del papel que desempeña la molécula NFIC es un paso más en la comprensión de cómo las células del páncreas evitan mecanismos alternativos para su funcionamiento normal, lo que puede favorecer el desarrollo del cáncer

Foto: Equipo de Francisco X Real. (Laura M. Lombardía/CNIO)
Equipo de Francisco X Real. (Laura M. Lombardía/CNIO)

El cáncer de páncreas es un problema de salud grave, a pesar de que no presenta una alta incidencia en la población, pero sí una elevada mortalidad. En Europa se estima una incidencia de 78.000 nuevos casos al año, y en Estados Unidos, de 32.000. Con un rápido desarrollo y alta probabilidad de metástasis, su tratamiento habitual es la cirugía. En el momento del diagnóstico, menos de un 20% de los pacientes serán susceptibles de ser resecados (extirpados de forma quirúrgica), dado el estado avanzado de la enfermedad. Tras la resección quirúrgica, la supervivencia suele ser de 10-20 meses, documenta la Sociedad Española de Oncología Médica.

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“En los últimos años, estamos presenciando un aumento de la incidencia de este tumor, así en el año 2020 se calcula que se han diagnosticado 9.252 nuevos casos de cáncer de páncreas en España. Además, en el año 2020 este tumor constituyó la cuarta causa de muerte por cáncer en España, con 7.427 fallecimientos”, recuerda la institución. La mayoría de pacientes a los que se les diagnostica un cáncer de páncreas tienen una edad comprendida entre los 65 y los 70 años. Es poco frecuente que este tumor se presente en pacientes con edades inferiores a los 60 años, en cuyo caso debemos descartar la asociación con una alteración genética.

Avances

En los últimos años se han producido grandes avances para cercar al cáncer de páncreas. Así, recientemente un nuevo estudio ha revelado información importante sobre el comportamiento de una de las formas más notorias de cáncer. El ensayo encontró que el cáncer de páncreas puede recurrir fácilmente a una fuente alternativa de energía para sobrevivir cuando su fuente principal, la molécula de azúcar glucosa, escasea.

En el trabajo, un equipo de investigación internacional demostró que las células de cáncer de páncreas parecen tener una estrategia potente para superar esta privación de glucosa: utilizan una fuente alternativa de combustible, una molécula llamada uridina.

Foto: Foto: iStock.

Tras experimentos con células de cáncer de páncreas humano cultivadas en placas de laboratorio, demostraron que cuando faltaba glucosa, la uridina se convertía en la principal fuente de energía para las células. Y cuando se implantaron en ratones células de cáncer de páncreas que no podían utilizar la uridina, solo se pudieron formar pequeños tumores.

Otro estudio relacionado, publicado el mismo día en Nature Metabolism, proporcionó una sólida confirmación del hallazgo. En ese análisis, los investigadores informaron que otros tipos de células cancerosas también podrían recurrir a la uridina para obtener energía cuando no tenían acceso a la glucosa.

Nueva investigación española

Ahora llega una nueva investigación española que pone el punto de mira en otros factores que causan el cáncer de páncreas. Este órgano, situado detrás del estómago, gestiona el suministro de energía de nuestro cuerpo. Lo hace secretando proteínas (enzimas) responsables de la glucosa (principal combustible del cuerpo) que llega a otros órganos cuando es necesario y en la cantidad adecuada. Estas proteínas se producen en las células acinares, que constituyen el 85% del páncreas y cuyo funcionamiento preciso aún está bajo investigación.

Un equipo liderado por Francisco X. Real, jefe del Grupo de Carcinogénesis Epitelial del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), ha encontrado un nuevo elemento relacionado con el funcionamiento de las células acinares y los procesos implicados en la formación de tumores en el páncreas. Su trabajo ha sido publicado en Nature Communications, con el investigador del CNIO Isidoro Cobo como autor principal.

placeholder Francisco X Real. (Amparo Garrido/CNIO)
Francisco X Real. (Amparo Garrido/CNIO)

Los investigadores han descubierto que una molécula conocida como NFIC es clave para el correcto funcionamiento de las células acinares. Este hallazgo nos ayudará a comprender qué sucede cuando los procesos normales fallan y se desarrolla cáncer u otras lesiones.

En declaraciones a Alimente, Francisco X. Real aclara: “Si las células ejercen sus funciones normales, no activarán mecanismos de formación de tumores. Nuestro estudio ayuda a comprender mejor cómo las células del páncreas ejercen sus funciones normales, y mostramos que cuando estos procesos se alteran, se pierde la capacidad de responder a lesiones externas y se facilita la formación de tumores. En nuestro caso hemos identificado una nueva familia de proteínas que es importante para que las células del páncreas lleven a cabo bien su función”.

Foto: Nuria Malats y Héctor Peinado, en el CNIO. (Laura M. Lombardía/CNIO)

"Las células acinares son grandes fábricas de proteínas", explica Real. "En nuestro laboratorio estamos interesados en cómo funcionan, porque cuando se altera su función, se favorece el desarrollo de tumores. El descubrimiento del papel que desempeña el NFIC es un paso más en la comprensión de cómo las células del páncreas evitan mecanismos alternativos para su funcionamiento normal, lo que puede favorecer el desarrollo del cáncer", comenta.

"Lo más importante es que NFIC pertenece a una familia de proteínas que hasta ahora no habían estado implicadas en la fisiología del páncreas", afirma Real. Hasta ahora se sabía que NFIC participa en la formación de los dientes y en los cambios que se producen durante la lactancia en las glándulas mamarias, y que también restringe la activación de algunos genes que pueden provocar determinados tumores de mama, pero los investigadores desconocían que tenía una función en el páncreas. Este trabajo ha identificado su papel para que las células acinares funcionen correctamente a plena capacidad.

La publicación explica que si se desactiva NFIC, las células acinares no maduran adecuadamente y el páncreas puede responder mal al daño y tener más probabilidades de iniciar la formación de tumores.

"El conjunto de estudios en los que se encuadra este trabajo podría llegar a permitir prevenir el cáncer de páncreas, pero aún estamos lejos"

El investigador reconoce: “Por ahora, nuestros hallazgos no plantean la posibilidad de ser trasladados a nivel clínico. Pero el conjunto de estudios en los que se encuadra este trabajo podría llegar a permitir prevenir el cáncer de páncreas, pero aún estamos lejos de ello. Conceptualmente, sí que representa un pequeño paso adelante”.

Además, admite que el “objetivo ahora es conocer mejor cómo los muchos factores que intervienen en el desarrollo del cáncer de páncreas, unos genéticos y otros relacionados con los estilos de vida (por ejemplo, tabaco, alcohol, obesidad), interaccionan entre sí. Se trata de una enfermedad compleja. Identificar todos los componentes que contribuyen a ella es importante, pero aún lo es más conocer cómo estos componentes se relacionan entre ellos”.

En cuanto los pasos a dar en el futuro aclara que “vamos a continuar en esta vía de conocimiento, pero tenemos un interés especial en desarrollar estrategias terapéuticas para prevenir el desarrollo del tumor. Nuestros trabajos serán primero en animales de experimentación y si los resultados son los esperados, nos plantearemos cómo llevar adelante estudios en humanos”.

El cáncer de páncreas es un problema de salud grave, a pesar de que no presenta una alta incidencia en la población, pero sí una elevada mortalidad. En Europa se estima una incidencia de 78.000 nuevos casos al año, y en Estados Unidos, de 32.000. Con un rápido desarrollo y alta probabilidad de metástasis, su tratamiento habitual es la cirugía. En el momento del diagnóstico, menos de un 20% de los pacientes serán susceptibles de ser resecados (extirpados de forma quirúrgica), dado el estado avanzado de la enfermedad. Tras la resección quirúrgica, la supervivencia suele ser de 10-20 meses, documenta la Sociedad Española de Oncología Médica.

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