¿Qué ha sido de los trasplantes de órganos de cerdo a humanos?
Hace un año, llegaba la noticia del trasplante de riñón porcino a un paciente. A los pocos días, el receptor falleció por una infección vírica. Conocer los detalles que llevaron al fracaso es crucial para avanzar en el campo del xenotrasplante
A finales de 2021 y principios de 2022, nos vimos bombardeados por una serie de noticias procedentes de distintos puntos de Estados Unidos sobre el trasplante de riñones obtenidos de cerdos genéticamente modificados mediante el método CRISPR, a dos personas en muerte cerebral en Nueva York y Alabama, y lo más espectacular, un trasplante de corazón porcino realizado en la Universidad de Maryland, a un enfermo que no podía acceder a un corazón humano, y que sobrevivió durante dos meses. Este trasplante se siguió igualmente de otros dos cardiacos, también en Nueva York, a personas en muerte cerebral y con asistencia ventricular.
En resumen, una serie de experimentos muy interesantes, pero aun sin vidas humanas en juego, y uno en el que efectivamente se traspasó esta delicada línea y aunque la evolución fue inicialmente positiva, el paciente acabó falleciendo. Hay que decir, no obstante, que esta evolución negativa no fue muy distinta a lo que históricamente ocurrió con las primeras experiencias de todos los trasplantes de órganos que sistemáticamente se cobraron la vida de los pacientes pioneros.
El hecho de que fueran varios los grupos implicados, aunque el origen de los órganos fuera el mismo, la empresa Revivicor, asentada en Virginia, y también que se concentraran en pocos meses, hizo pensar que nos encontrábamos por fin en el comienzo de la gran era de los xenotrasplantes en la clínica, y que la afirmación de que la respuesta a la desproporción oferta – demanda de órganos para trasplante estaba en los animales podía, por fin, empezar a ser cierta después de décadas de esperanzas frustradas.
Sin noticias de xenotrasplantes
Pero he aquí que desde hace año y medio, y sin que se sepa muy bien por qué, estos intentos de xenotrasplante se han detenido, o si se realizan, se han dejado de publicitar, ya sea en revistas científicas o como ocurrió en los casos antes citados, en prensa internacional. Ambas hipótesis son posibles porque lo cierto es que la forma en que se dieron a conocer casi todos estos trasplantes, y también las causas del desenlace de la única experiencia humana conocida hasta ahora, no siguieron los cauces habituales de comunicación científica, precediendo el impacto mediático bastante tiempo a la publicación en revistas médicas verificadas por pares.
En el caso del trasplante cardiaco con órgano de cerdo, desde los primeros momentos, a través de una conferencia on line de Bartley Griffith, el cirujano que llevó a cabo la intervención, se comunicó que, tras un periodo de aparente buena evolución, el paciente desarrolló un cuadro clínico de fiebre y mal estado general, detectándose la presencia de un virus propio del cerdo, el Citomegalovirus Porcino (CMVp), con un deterioro progresivo que llevó al fallo del corazón y el fallecimiento del enfermo.
Se detectó en la persona que lo recibió un virus del cerdo, con un deterioro progresivo que llevó al fallo del órgano y la muerte del enfermo
A finales de junio de este año se han conocido en The Lancet los resultados de la autopsia del paciente trasplantado, en los que se aprecia que no hay una respuesta clara, única ni sencilla, que explique el deterioro y muerte del paciente ni el fallo del corazón trasplantado.
No hay un motivo único
Está claro que las 10 manipulaciones genéticas introducidas en estos animales mediante la técnica CRISPR fueron capaces de evitar el llamado “rechazo hiperagudo” que ocurre cuando hay una incompatibilidad entre especies y que constituye la primera y más importante barrera, pero también es cierto que en la autopsia había signos evidentes de reacción inflamatoria de alguna medida desencadenados por la infección viral, y con un rechazo que sin duda contribuyó al desenlace fatal. Se descartó aparentemente que el CMVp tuviera un papel decisivo en el desenlace mediante la difusión del virus por el organismo, aunque su aportación al deterioro final si debió ser importante.
Es decir, no hubo una causa única responsable, ni centrada en el paciente, ni tampoco en el órgano trasplantado, de manera que los autores acaban apelando al mal estado general del enfermo, que, por otra parte, tampoco era mucho peor que el de la mayoría de los que alcanzan esta situación clínica. No es una buena noticia para que prosigan las experiencias clínicas con estos órganos animales modificados, porque si la causa hubiera sido claramente identificable, se podría haber intentado actuar sobre ella, bien cambiando la medicación inmunosupresora o el proceso de generación de los órganos, pero en este caso parece necesario atender a varios frentes para encontrar la solución adecuada.
Virus inquietantes
La aparición del CMVp en el órgano trasplantado no deja de ser sorprendente y desde luego inquietante. No se trata de un órgano extraído a un cadáver para ser trasplantado con la mayor celeridad posible al receptor y en el que la urgencia puede dificultar el despistaje de determinadas enfermedades, sino que procede de animales diseñados en condiciones teóricamente muy estrictas y aprobados para su uso en humanos por la Food & Drug Agency (FDA) norteamericana al igual que cualquier otro dispositivo médico. Como tal tienen que cumplir las máximas condiciones de seguridad y probablemente la más importante es la ausencia de virus que puedan transmitirse al receptor, como sucedió en este caso.
Su detección en la sangre y órganos del animal es compleja, pero posible con la tecnología actual y su eliminación en la camada de cerdos “donantes de órganos” debería haberse llevado a cabo antes de dar el paso definitivo a la especie humana. Algo similar a lo ocurrido en este enfermo, había sido ya observado en Alemania en corazones de cerdo infectados con CMV y trasplantados a babuinos, con muerte precoz del animal y un cuadro clínico no muy distinto al de este enfermo. No era, pues, algo imposible de prever ni de evitar.
En todo caso, la presencia del virus es claramente un aspecto a solucionar antes de seguir esta línea y podría llevar su tiempo. Sin duda se podrán cambiar también algunos aspectos de la medicación sobre la base de los resultados de la autopsia y de los modelos de trasplantes realizados en pacientes fallecidos, pero probablemente el punto fundamental va a ser a partir de ahora la selección de los candidatos.
Ante una intervención con posibilidades de acabar en muerte, es necesario establecer que no tendría acceso a un trasplante estándar
En el caso de los órganos vitales como el corazón y ante una intervención con serias posibilidades de acabar en la muerte del paciente, es absolutamente necesario establecer que el enfermo no tendría acceso a un trasplante estándar, lo cual no es nada sencillo en el contexto de un país desarrollado porque si bien es cierto que no todos los que están a la espera lo acaban alcanzando, es complicado establecer de antemano quien se va a quedar fuera salvo situaciones claras de imposibilidad de cualquier tipo de trasplante. De hecho, y con los datos clínicos que se publicaron, es más que probable que el receptor del trasplante cardiaco porcino, en España hubiera recibido un corazón humano estándar sin mayores problemas, simplemente porque la desproporción oferta – demanda es sensiblemente menor en nuestro país que en Estados Unidos.
No repetir errores
En esta situación, el dilema ético de emprender esta aventura es evidente y mucho más en el caso de un órgano no vital como el riñón, el más demandado, pero que puede sustituirse por uno de origen humano sin ninguna urgencia, o por la diálisis con un riesgo evidentemente menor, al menos en el estado actual de la ciencia. A todo ello hay que añadir el contexto de una medicina fuertemente judicializada como la norteamericana, con posibilidad de demandas millonarias en un procedimiento como este en que el órgano trasplantado es a todos los efectos un medicamento con su proceso de fabricación y sus controles de calidad propios, susceptibles de ser analizados con lupa.
Probablemente, el nuevo frenazo experimentado por los xenotrasplantes obedezca a una mezcla de todas estas razones. De hecho, los nuevos anuncios recientes de líneas de investigación para trasplante cardiaco por parte de la empresa Egenesis, también norteamericana, van dirigidos a una solución “puente” para bebés con cardiopatías congénitas hasta que le llegue un corazón humano, y todavía se encuentran en una fase muy inicial de ensayo en babuinos.
Tan solo cabe esperar que con el tiempo se vayan encontrando soluciones que eviten una repetición de lo que ya ocurrió en los años noventa y que ha supuesto un cuarto de siglo de espera en el desarrollo de estas terapéuticas que han sido, son y seguirán siendo la gran esperanza de acabar con el déficit de órganos para trasplante en el mundo.
A finales de 2021 y principios de 2022, nos vimos bombardeados por una serie de noticias procedentes de distintos puntos de Estados Unidos sobre el trasplante de riñones obtenidos de cerdos genéticamente modificados mediante el método CRISPR, a dos personas en muerte cerebral en Nueva York y Alabama, y lo más espectacular, un trasplante de corazón porcino realizado en la Universidad de Maryland, a un enfermo que no podía acceder a un corazón humano, y que sobrevivió durante dos meses. Este trasplante se siguió igualmente de otros dos cardiacos, también en Nueva York, a personas en muerte cerebral y con asistencia ventricular.
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