"Los pacientes alérgicos tienen una calidad de vida infame y pueden llegar a morir"
La nueva presidenta de la Academia Europea de Alergia arremete contra la banalización con la que se ve esta enfermedad, que conlleva un alto coste personal y económico. Frenar el ascenso de las alergias exige decisiones políticas
Primavera, polen y alergia es una secuencia que tendemos a establecer cuando empieza el buen tiempo, con lo que caemos en una simplificación muy alejada a la magnitud real de las enfermedades alérgicas, que padecen 150 millones de europeos y que afectarán al 50% de la población en 2050. Y no se trata sólo del incremento en número, también en gravedad que, como dato curioso, sucede en oleadas.
"La primera oleada ocurrió con las enfermedades respiratorias, con un aumento brutal del asma bronquial [que sufren 262 millones de personas en todo el mundo]. Posteriormente, el incremento ha sido en alergias alimentarias y ahora está en ascenso la alergia a medicamentos", refiere la catedrática María José Torres, que acaba de ser nombrada presidenta de la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica (European Academy of Allergy and Clinical Immunology, EAACI) para los dos próximos años. “Esto no responde a un solo motivo, porque si fuese así, la causa estaría identificada”, añade.
La también jefe de servicio de la Unidad de Alergia del Hospital Regional Universitario de Málaga indica que, realmente, hay que poner el foco en tres grandes motivos. El primero está relacionado con la llamada teoría de la higiene, porque “las formas de vida han cambiado totalmente, y es particularmente relevante que ya no convivimos con animales”. Este hecho queda probado en un estudio, publicado en el New England Journal of Medicine, que compara dos poblaciones, una de amish y otra de huteritas, ambas con un estilo de vida antiguo y rural, con la diferencia de que los primeros conviven y trabajan con animales de labranza mientras que los huteritas emplean tractores. En estos últimos, la prevalencia de asma bronquial es la misma que una comunidad industrializada (moderna).
Es decir, “el hecho de que ya no convivimos con animales, de que vivimos en ambientes cerrados, con niveles elevados de ácaros del polvo nos han llevado a tener más alergias”.
Daño en las barreras cutánea y epitelial
El segundo factor es el cambio climático que, “nos está afectando a todos”. ¿Cómo? Alterando al polen, concretamente a unas proteínas de defensa contra ‘enemigos’, como son las partículas del diésel. Según detalla Torres, esto se comprobó en Japón, en el polen del ciprés. “El polen de los árboles cercanos a una autovía es más agresivo alergénicamente hablando que el de los cipreses que están en mitad del campo”, y hay estudios que prueban que los pólenes del campo son menos agresivos que los de ciudad (tienen menos alergenicidad).
El cambio climático, además, acarrea “pérdida de biodiversidad” y fenómenos climáticos extremos, que hacen que “después de las grandes tormentas el polen 'estalle' desencadenando grandes ataques de asma en los alérgicos”, a lo que se añade “que nuestra microbiota está perdiendo biodiversidad, y eso también impacta en la integridad de la barrera intestinal”, insiste.
Y aquí enlaza con la tercera teoría, que se refiere a nuestras barreras naturales. Nuestras células están pegadas entre sí y eso hace que la piel o las mucosas formen una barrera que impide la entrada de partículas al torrente sanguíneo. Pero, cuando por diferentes motivos, se rompe la barrera epitelial, “entran sustancias que no deberían hacerlo y nuestro sistema inmune se sensibiliza frente a ellas y se producen alergias”. Los responsables de esa rotura de la barrera epitelial son sustancias del medioambiente (nanopartículas, partículas de diesel, detergentes, el humo del tabaco, microplásticas o el polen).
Acción política
El resultado de la confluencia de todos esos factores confirman que es imposible apuntar a un único responsable, de tal forma que prevenir no es sencillo, porque “hay que empezar por cambiar nuestro estilo de vida, directamente relacionado con el desarrollo de la sociedad, y no es tan fácil decirle a alguien que cambie y viva con un buey debajo de la cama”, destaca la alergóloga.
"La cantidad de productos químicos, enzimas y otras sustancias que contienen lo que comemos y nos ponemos encima cada día, es brutal"
¿Dónde podemos actuar? “Sobre todo, en el aspecto regulatorio”, una sugerencia que implica directamente a políticos y dirigentes. “Comemos muchas cosas nocivas; las cremas y pañales que les ponemos a nuestros niños contienen una gran cantidad de productos químicos y el político debería tomar cartas en el asunto”. Para Torres, “estamos en un momento clave en el que debemos actuar”, porque la cantidad de nanopartículas, productos químicos, enzimas y otras sustancias que contienen lo que comemos y nos ponemos encima cada día, es brutal y como no haya buenos aspectos regulatorios, la cosa irá a peor”.
Insiste en la necesidad de reforzar los aspectos regulatorios, basándose en la información disponible acerca de lo que está sucediendo. Para eso, “necesitamos que se escuche la voz de los científicos y que sus mensajes no se perciban como reclamos para hacer propaganda y salir en los medios, sino que estamos en un buen momento para hacerles caso y tomar medidas".
Afectados directos e indirectos
La presidenta de la Academia Europea de Alergia insiste en la llamada a la acción, debido a que "la alergia no es ninguna tontería: los pacientes tienen una calidad de vida infame y se mueren por anafilaxia", con unas consecuencias que alcanzan a quienes le rodean. "Afecta a niños que pierden días de colegio -entre 15 y 24 días - y esto altera la vida familiar -se pierden entre 4 y 23 de trabajo-, y los jóvenes alérgicos tienen cada año tres semanas en las que no pueden ir a trabajar”.
"Reducir la alergia a tener estornudos es llevar la enfermedad al límite de la banalidad"
Arremete duramente contra quienes banalizan la importancia de la alergia ("incluso confiesan ‘tengo alergia’ como si fuera algo fashion") y los anuncios en radio 'en los que alguien dice, tengo alergia y estornudo'. "Eso es llevar al límite de la banalidad una enfermedad tremendamente importante”, que a menudo, significa sufrir diferentes alergias; por ejemplo, “pacientes que de pequeños tienen dermatitis atópica, y acaban con alergia alimentaria, rinitis y asma. Hablamos de personas que tienen alterada su calidad de vida durante muchos años, que coinciden con los más productivos. Es un problema que no va a parar de crecer”.
Y no menos relevante es el coste económico de las enfermedades alérgicas que, según los datos extraídos del registro HEAD (por Healthcare Economics and Allergic Diseases), asciende a entre 1.823 y 6.656 euros por paciente y año, que “no es menor que el de otras enfermedades que se consideran de gran importancia”, subraya la especialista.
El alérgico, ¿nace o se hace?
Para muchos, esta es una de las grandes cuestiones y para la que no hay una respuesta sencilla. En realidad es una mezcla de factores; aunque lo que sí se sabe es que “existe una predisposición genética, que no es claramente dominante (de hecho, se acumula en familias), pero que hace que la alergia se acabe desarrollando, o no, dependiendo del ambiente en el que se esté”. La científica repite que es una enfermedad multifactorial y que no está en mano del paciente eliminar totalmente lo que le provoca la alergia, de aquí el interés de que “los políticos adquieran el compromiso de escuchar, porque ya existe suficiente información para que esto no ocurra”.
Una tarea que tiene la EAACI es impulsar esas medidas, y para esto, los datos son el mejor argumento. Ya hay resultados procedentes del registro europeo HEAD y "va a comenzar un estudio prospectivo para monitorizar el impacto de las enfermedades alérgicas en el asma y tener datos nacionales y europeos que permitan trasladar al político lo que está ocurriendo”.
Para esta tarea, la colaboración de los pacientes es crucial, puesto que son los que muestran el alcance real del problema y su impacto.
Otro de los cambios necesarios para mejorar el control de la enfermedad es convencer a las autoridades de que el alérgico es un todo, “no es un enfermo que vaya un día al otorrino, otro al neumólogo, otro al dermatólogo y al siguiente al alergólogo, y con diferentes tratamientos prescritos por cada uno de los especialistas”. Así es que lo deseable es que “un único especialista se ocupe de todo, y mejor desde que el paciente es pequeño, porque entonces tiene más capacidad de prevenir".
Alergia a alimentos y medicamentos
En su entrevista con El Confidencial, la profesora de la Universidad de Málaga señala la preocupación creciente entre los ciudadanos por la alergia alimentos que, cuyas connotaciones dependen de dónde se viva. “Cuando somos alérgicos, lo somos a proteínas, y las proteínas del polen pueden ser similares a las de los alimentos; por eso la alergia alimentaria no solo depende de lo que comemos, sino también del polen que respiramos (reactividad cruzada)”.
“Una persona que tiene una alergia alimentaria, tiene un cuadro importante: tiene ronchas e incluso anafalixia, y necesita un diagnóstico preciso a partir de pruebas cutáneas, una determinación de IgE específica en suero y, la mayoría de las veces, una prueba de provocación controlada doble ciego".
"La alergia alimentaria tiene un diagnóstico y un tratamiento claros. Un alérgico puede tener una reacción muy grave con trazas de un ingrediente"
De nuevo, se revuelve porque hay personas que dicen que tienen alergia a un alimento en ausencia de un diagnóstico confirmado. "La alergia alimentaria tiene un diagnóstico y un tratamiento claros. Un alérgico puede tener una reacción muy grave simplemente con ingerir trazas de un ingrediente”, advierte.
Y en ese universo alérgico, la de los medicamentos es especialmente grave, puesto que "están aumentando (sobre todo a antibióticos, aines, omeprazol y contrastes radiológicos) por la llegada de nuevas moléculas que causan reacciones".
La alergia a fármacos "supone una enorme carga para los sistemas sanitarios y representa, en algunos casos, una amenaza para la vida del paciente". Por ejemplo: la alergia a la quimioterapia puede dificultar el tratamiento del cáncer, y la alergia a antibióticos reduce las posibilidades de tratamiento de una infección potencialmente grave. La médica avisa del enorme peligro que entraña catalogar a una persona de alérgica sin un diagnóstico.“Existe un gran desconocimiento sobre este asunto y es frecuente que cuando alguien tiene una reacción a un fármaco, se le etiquete de alérgico; eso queda recogido en su historia clínica para siempre, con lo que se le hace un flaco favor”.
El mensaje de la presidenta de la Academia Europea de Alergia es claro: se aproxima una avalancha de casos y contener sus efectos está en mano de políticos (para adoptar medidas que contengan el avance de sustancias proalergénicas en alimentos y productos de cuidado personal, entre otras), de los médicos (para que diagnostiquen con precisión) y de la población (que no banalice la trascendencia de las enfermedades alérgicas).
Primavera, polen y alergia es una secuencia que tendemos a establecer cuando empieza el buen tiempo, con lo que caemos en una simplificación muy alejada a la magnitud real de las enfermedades alérgicas, que padecen 150 millones de europeos y que afectarán al 50% de la población en 2050. Y no se trata sólo del incremento en número, también en gravedad que, como dato curioso, sucede en oleadas.